Zacatecas.- Tiene 16 años y toda una vida ya planeada: quiere estudiar música y no piensa en casarse ni ser mamá. Ella es Joana Alejandra Méndez Ovalle, estudiante que a pesar de la ceguera que padece concluyó la secundaria en una escuela regular.
Si para cualquier adolescente terminar “la secu” es una satisfacción, para ella representa un triunfo, porque tuvo que estudiar en un ambiente no idóneo para su discapacidad, con instalaciones sin adecuar, falta de material y sin preparación especial de docentes.
Joana acudía a la Telesecundaria “Francisco González Bocanegra”, ubicada en la populosa colonia Lázaro Cárdenas, de esta capital. Ahí, pasó los últimos tres años de su vida estudiando la secundaria.
Su voluntad, la ayuda de sus padres y la disposición de sus maestros y compañeras, que le dedicaron tiempo para enseñarle en el centro de estudios y en su casa, permitió que en julio pasado se graduara con promedio general de ocho.
Gracias a la inclusión que tienen en la telesecundaria fue aceptada como alumna y la solidaridad de docentes y estudiantado hizo posible su sueño de terminar un nivel más en su preparación académica, afirma orgullosa su mamá, María Nicolasa Ovalle.
A esta alumna zacatecana no le fue fácil alcanzar su meta. La ceguera parcial que padecía de nacimiento, y que en quinto de primaria fue total, le complicó su aprendizaje. “Pero nunca se dio por vencida, al contrario, más se esforzaba”.
Decidió asistir a una secundaria regular porque “soy normal. Yo no me siento diferente; me siento normal”, aclaró a pregunta expresa sobre no ser aceptada en el ambiente estudiantil por la discapacidad visual que presenta.
Un tanto tímida, pero con deseos de contar su historia y acompañada de su mamá, Joana acepta dar la entrevista a Notimex, justo un día después de su graduación de secundaria; mientras está en la escuela en espera de recibir su certificado de conclusión de nivel.
Cuando nació, ya presentaba ceguera total en el ojo derecho, que le estaba creciendo debido a la presencia de líquido y tuvieron que extirpárselo. Ahora tiene una prótesis.
“Con el ojo izquierdo veía poquito. Muy borroso”, un 50 por ciento de la capacidad que normalmente se tiene, pero ello le permitió observar el mundo, distinguir colores y aprender a escribir y leer.
Cuando quedó completamente ciega tuvo que aprender a escribir y leer en lenguaje braille y a valerse por sí misma. En ese proceso fue vital la asesoría del maestro Ricardo Vela, quien le daba clases en la biblioteca “Roberto Cabral del Hoyo”.
Su mamá ya ni siquiera se acuerda como se llama la enfermedad que la menor tiene, aunque Joana recuerda perfectamente el día que perdió lo poco que le quedaba de vista. Fue el 17 de mayo del 2011, ella estaba a punto de cumplir 11 años y cursaba la primaria.
Cuando salió de la escuela comenzó a ver entre amarillo y verde. Apenas llegó a su casa, todo se borró. Oscuridad total. Se sentó en un sillón y ahí se quedó, sin decir nada, hasta que su mamá le preguntó y tuvo que responderle la verdad.
Al que no se atrevía a decirle fue a su papá. Pasaron algunos días, hasta que tuvo que contarle. “No le decía porque tenía miedo que me sacara de la escuela”, confiesa la estudiante.
No tenía miedo a la ceguera, porque siempre le dijeron que en algún momento eso sucedería. Sus padres no la operaron porque de igual forma perdería la vista totalmente, según el diagnóstico médico, por lo que quisieron evitarle el dolor.
La adolescente reconoce que el apoyo que le brindaron sus padres fue determinante para concluir la escuela, pues ellos siempre la tuvieron en instituciones regulares, desde el kinder, primaria y secundaria. Pese a que algunas veces fue rechazada, siempre insistieron hasta lograr su inscripción.
El respaldo que recibió de su familia y la ayuda de maestros y compañeras, permitió que fuera una alumna de buenas calificaciones, e inclusive en el acto de graduación de secundaria tuvo el honor de dar el discurso de despedida a nombre de la generación 2013-2016.
“Me aprendí cuatro cuartillas, aunque en lenguaje braile fueron seis”, y como lo señalé en el discurso “un camino sin piedras no es valorado”, dice la alegre jovencita, quien afirma que por ahora no piensa en casarse ni tener hijos.
Ella quiere estudiar música, de hecho ya está inscrita en la academia de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y espera que comience el semestre para acudir. También quiere bailar y actuar ya que le gustan las artes.
Joana Alejandra tiene ante sí un futuro prometedor, en el que el estudio ocupa un eje central, por eso ella pide a los jóvenes no dejarse vencer y alcanzar sus sueños por difíciles que parezcan.