Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia
No existe nada más liberador de la aterrada alma, sobre todo en estos años de muchos balazos y más ideológicos bandazos, que revisar los diarios y leer declaraciones cada día más aterradoras, sobre el linchamiento mediático de los expulsados mediante el exorcismo político. Y si de escuchar música se trata, me quedo con Alfredo Zitarrosa y Víctor Jara. Cada quien que escoja al que quiera, total, algunos piensan que Thalía y Yuri son mezzosoprano (uyyyy qué miedo).
La justicia en nuestro rancho, al igual que en otros países, tiene precio. Y ese precio varía: a veces es mucho y a veces más que mucho. En nuestro rancho casi siempre la justicia es el espacio a donde se manda a aquellos que le hicieron un gran favor al que se cree dueño del rancho, (bueno eso depende, porque a veces también sirve para mandar a la familia).
Después de la Revolución ya no podemos hablar de ministros jodidos, ahora es una casta privilegiada que gana como si trabajara.
No hace muchos años el diario La Jornada publicó las millonarias cantidades que se otorgaban a cinco ministros de la Corte en retiro. ¡Ahhh bola de bandidos! ¡Don Juan Bautista Morales y tantos otros juristas (de estar vivos) hubiesen fallecido de un infarto fulminante al enterarse de tamaña vileza!
La pregunta es imprescindible: ¿es necesaria una profunda reforma en el Poder Judicial? La respuesta es obvia. Bueno, también depende de quién la responda primero.
Quien cobra en el Poder Judicial, como ministro o magistrado, cualquier cambio a las percepciones republicanas de estos prohombres y santas mujeres (incluida la Piña impulsada por Peña) sería una herejía. “Pues, ¿en qué andan pensando estos hijos de Crescencio Rejón?”. Y en las entidades federativas supongo que igual, nada más y se atrevieran a moverle un centavo a sus sagrados emolumentos sería causa inmediata para mandar a la chingada el puestucho y hacer lo que el ex ministro Juan Bautista Morales: poner su despacho y dar clases.
Para recordar a este ilustre jurista me permito reproducir lo que de él dice Monsiváis (en el libro Las Herencias Ocultas de la Reforma Liberal del siglo XIX. Edit. De Bolsillo): “Este hombre que como profesor hubiera hecho una fortuna en cualquier otro país; que como escritor pudo traficar con su pluma; que como magistrado pudo acumular tesoros en épocas de corrupción, vivió siempre pobre, pero contento; en la miseria, pero gozando de la tranquilidad de una conciencia sin mancha. El primer funcionario en el orden de nuestra magistratura muere sin dejar a su numerosa familia más legado que el de su fama y el de su gloria”.
¿Estarían de acuerdo nuestros santos varones, miembros de la 4T, en reducir su salario y gozar de la tranquilidad de su conciencia sin mancha? Lo dudo, salvo prueba en contrario.
De los hijos de Miramón ni pregunto, porque son unos chacales que solo van por el cheque y el bono, y pedirles que se midan es tanto como obligar a Fray Servando Teresa de Mier a que crea en la guadalupana.
En mi país la justicia tiene precio. La injusticia es gratis y se reparte como tarjeta del bienestar. Creer en quienes deberían dedicar sus esfuerzos a la procuración y administración de justicia, no es artículo de fe. ¿Creen en la justicia los padres y madres que buscan con desesperación a sus hijos o hijas? ¿Creen en la justicia las mujeres que ven a su agresor paseando muy orondo por las calles del rancho?
Tener buenos jueces en el rancho es excepcional. A la mayoría le vale madre el asunto mientras no le echen un quinto al piano. Sería bueno que a los jueces del país les regalaran “El Quijote” de Cervantes, quien dijo: “Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”. Así que: ¡Salario mínimo a los ministros de la Corte y magistrados en todos sus ámbitos!