Un anarquista no tiene ídolos
No existe nada más liberador, de la aterrada alma, sobre todo en estos años de muchos balazos y más ideológicos bandazos, que revisar los diarios y leer declaraciones cada día más aterradoras, como saber, que Xóchitl Gálvez se siente la candidata de las derechas ramplonas de la patria, ante el coraje de la socióloga nacional Lily Téllez. Y si de corajes se trata nada más lean las declaraciones del carnal Marcelo o alguno de sus matraqueros (los que piden piso parejo, sin escaleras). Y que cada quien escoja lo que quiera, total, algunos piensan que Santiago Creel, Claudio Xoconoxtle González o Pedro Ferriz pueden ser candidatos (uyyyy qué miedo).
Pues nada, que las corcholatas comenzaron a visitar la patria con la sana intención de posicionarse electoralmente y entrarle con fe a la catafixia republicana, de la que saldrá (sin dudarlo) quien habrá de conducirnos a las glorias del primer mundo. Unos en avión, otros en vocho y algunos más a patín, pues no tienen lana ni quien los refaccione (chillones que no quieren meterle billete), los suspirantes andan vueltos locos.
Imagínense que estamos en pleno siglo 19 y el presidente Juárez, en un arranque democrático, dice a sus canicas más cercanas que a darle rienda suelta a las aspiraciones y que le chinguen por todo el país a juntar aplausos y vivas para que puedan llegar a la republicana presidencia. Así, los más cercanos al Benemérito salen en chinga a recorrer aquellos polvorientos y agrestes caminos a juntar voluntades. De un rancho a otro en carreta, caballo, mula, burro o lo que sea, los aspirinos salen en chinga a convencer a los mexicanos de que su oferta es la mejor que hay en el devastado país. “Si ustedes me apoyan sacaremos a los invasores a punta de madrazos que no les van a quedar ganas de volver a joder”, dice uno. “Si me apoyan ordenaremos la casa y pondremos a los curas a trabajar de a de veras, nada que vivir de las limosnas”, dice otro.
Y así, en nuestra fregada patria, los próceres trajinan para llevar su mensaje a los mexicanos. ¿O acaso sería de otro modo? Digo, no había televisión (venturosamente), los pocos diarios no estaban al alcance de la chusma (no había Loret, Dresser, Brozo, Ferriz), no existía radio ni redes sociales. ¡Cuánta felicidad! Pero. ¿Cómo serían las elecciones? Pues en una patria en construcción, la idea de elecciones libres, auténticas, democráticas y profesionales no era más que un sueño guajiro. De manera tal que, si nadie quería morirse de un coraje en la presidencia, llegaba el que quería o aquél al que las circunstancias aventaban a la silla.
Sí, nada de sorteo, nada de INE, nada de Tribilín Electoral, o sea, nada de corruptelas con salarios exorbitantes y poca vergüenza. La patria se fue construyendo sin obstáculos “democráticos” porque a nuestros héroes la democracia les valía una pura y dos con sal.
Lo primero, era construir las instituciones del estado moderno, luego las instituciones propias de la democracia burguesa (cualquier patria en el mundo se construyó así): ciudadanos, elecciones, parlamento, jueces y un largo etcétera.
Los procesos plebiscitarios para determinar quiénes serían representantes, fueron madurando poco a poco, en un país donde sus instituciones tendían a dar un paso para adelante y dos pasos para atrás.
La patria era un enorme territorio, abandonado, con una población (los historiadores la calculan entre 8 y 8.2 millones) para 1856, esencialmente rural, que no sabía leer y escribir (por ahí del 90%) y muy religiosa. ¿Se dan cuenta de nuestro atraso? En un país en construcción, ¿eran importantes los procesos electorales? Obvio que no, pues, aún cuando se hayan impulsado una gran cantidad de leyes en materia electoral, estas no tenían más valor que el de ser reglas para el no agandalle de grupos o facciones.
La anarquía republicana del siglo 19 era el signo de lo que vendría años después. Pero de eso platicaremos en la siguiente entrega, mientras nos aburren los mismos choros de siempre (“no me rajo”, “soy campesino”).