“Shall we dance“
No existe nada más liberador, de la aterrada alma, sobre todo en estos años de muchos balazos y más ideológicos bandazos, que revisar los diarios y leer declaraciones cada día más aterradoras, como saber que, en mi ranchito, se registraron para los cargos de senadores y diputados, del oficialista Morena, lo más eminente de la fauna política.
¡Qué espectáculo tan lamentable ver la pasarela de esta gente! ¿Qué no hay más? Digo, los tiempos van cambiando, se impone un movimiento generacional con gente joven, pero preparada políticamente, honesta, culta, ética; pero carajo, veo a los prospectos y me entra una pinche tristeza pensar que durante los próximos tres (para los diputados) y seis años (senadores) la representación del rancho podrá ser del nivel de Sudán o Burundi. Con razón existe gente como Salinas Pliego, Loret de Mola y Brozo.
Y me adelanto, porque aún falta por saber cuál será el perfil de los suspirantes del Frente Amplio Reaccionario, que -es de suponerse- no serán mejores que los antes descritos. Los mismos calzones, con rajita de canela. Porque díganme, ¿de verdad el PAN, PRI y PRD tienen cuadros de lujo?
Basta con ver, en los diarios del rancho, los nombres de ciertos suspirantes (el Ratón Miguelito, por ejemplo) y nos invade el pinche terror. ¿Es neta? Y es que en más de medio siglo los partidos políticos, en general, y la oposición de izquierda, olvidaron formar ideológicamente auténticos cuadros (lo que me preocupa es el caso de la izquierda, como lo apuntaba el camarada José Revueltas en su obra Ensayo de un Proletariado sin Cabeza). Lo que salía (y sigue saliendo) de los partidos eran auténticos pillos, preparados para seguir chingando al prójimo.
Pero el inicio de la transición democrática, a partir del monstruoso fraude electoral de 1988, que llevó a la Presidencia a Salinas de Gortari, vino a trastocar el sistema y a ir generando condiciones de competencia política (no competitividad), principalmente entre los partidos de derecha (sí, el PRIAN y sus pinches concertacesiones) y el PRD, partido nacido de la lucha política contra el fraude, que fracasó en su intento de unir a las distintas facciones de izquierda y convertirse en una opción fresca en el espectro político nacional. Hoy, el PRD da sus últimas patadas, de la mano de sus hermanos ideológicos el PAN y el PRI.
En tal circunstancia es que muchos militantes de la antigua izquierda del país hemos mantenido nuestra distancia de las diversas organizaciones políticas, porque nuestro pragmatismo no es tan cavernícola.
Y estamos convencidos de que parte de la transición tiene que pasar necesariamente por los partidos a fin de convertirlos en auténticas organizaciones que expresen la ideología de la ciudadanía. No solo organizaciones de aventureros, filisteos, cuyo infantilismo ha llevado a la izquierda a ser declarada enemiga de dios y de las buenas costumbres. Y es que llamarte comunista en la actualidad equivale -más o menos- a ser cazador de mamuts.
Es por ello que ver, desde el palco, la manera tan republicana en que se pelean por el hueso, al interior de los partidos, es como estar viendo un espectáculo de stad-up.
Las declaraciones pinches de los aspirantes son por demás dignas de misericordia. “Simón, me estoy registrando porque solo yo tengo la fórmula para echar adelante las sagradas escrituras que nos presenta la 4T”, “Yo soy la pura neta según todas las encuestas. Si alguien diferente a mí es declarado candidato hubo fraude”, “Pues yo soy la buena (sin albur), recuerden que acuerdo político mata encuesta y mi benefactor y guía me dijo que ya negoció y voy yo”.
Pues así está el asunto en el rancho, mientras Morena sigue empeñado en hacerle bolas el engrudo a la aspirante a la presidencia Claudia Sheinbaum. Digo ¿por qué esa pinche necedad de andar jodiendo? ¿Eso es lo que aprendieron en el PRD?
Por cierto, yo voy con Clara Brugada en la Ciudad de México. Y, en algunas Alcaldías, mis cuadros ya están en chinga quitando piedras del camino.