“A Tonga Da Mironga Do Kabulete”
No existe nada más liberador, para la aterrada alma, sobre todo en estos años de muchos balazos y más ideológicos bandazos, que revisar los diarios y leer declaraciones cada día más aterradoras, como saber que, en el ranchote, la historia patria se cae a pedazos cuando escuchamos las declaraciones de algunos miembros de la fauna nacional como Lorenzo Cara Pálida Córdova, Claudio Xóchitl González, José Woldenberg y otros personajes de mala memoria.
No, no se piense que todo este choro es para defender al presidente AMLO, quien no necesita de vejigas para nadar ni de que algún arrastrado o arrastrada se tire al piso para que pase el Ejecutivo.
Nel. Pero sí es necesario señalar que, en la derecha mexicana, no existe hoy por hoy un intelectual del tipo de Gómez Morín o Castillo Peraza (no me digan que El Berrinches Varela, advenedizo panista guadalupano, ha leído a los anteriores ideólogos de su partido).
Por esta razón y porque en la izquierda tampoco existe algún intelectual de peso (¿a poco lo es Mario Delgado o algún priísta brincador?), es que -desgraciadamente- tendremos un proceso electoral exento de debate ideológico, un proceso en el que las diferencias de contenido quedarán fuera para debatir solamente cuestiones baladís.
Tendremos debates presidenciales donde la botarga de la derecha salga vestida de la chimoltrufia para desacreditar a la candidata oficial (ya tuvo la mala idea de ponerse un disfraz de dinosaurio para hacer babosadas en el parlamento).
En el ranchito también se comienzan a mover las fichas que, cada partido, habrá de sacar para enfrentar el proceso electoral local de renovación de la Legislatura y los ayuntamientos.
Será obvio que, en algunos casos, quienes apoyen a una alianza federal, votarán por otra en la elección local. Ello porque el pragmatismo que vive la ciudadanía, la obliga a votar caiga donde caiga pues, los partidos, se identifican por su pragmatismo y su cercanía al centro político sin que tengan el mínimo rigor de posicionarse ideológicamente. Le sacan al parche.
Ninguno le llega a los talones a Ignacio Manuel Altamirano o Ignacio Ramírez, auténticos tribunos sin el más mínimo temor de poner en la mesa de la discusión los temas que separaban a ellos, los liberales, de los conservadores, hijos de los más atrasado del catolicismo.
¡Ah nuestros izquierdistas o demócratas o liberales o como se llamen! Ya lo dijo Melchor Ocampo (¿o soñé que lo dijo?): “La especialidad de los liberales es el talento de los prólogos; las obras quedan truncas, pero los prólogos son divinos”.
Pero los prólogos no son obra de los chapulines sin formación ideológicamente de izquierda, pues a lo más (y eso ya es decir) que llegaron es a leer algunos párrafos de la obra EL LIBERALISMO MEXICANO, de Jesús Reyes Heroles. Y hablan de él como si lo hubieran leído. “Ya lo dijo el Maestro Reyes Heroles la forma es fondo, lo que resiste apoya”, y así por el estilo, solo cacatúas que repiten lo conocido de la tradición oral del PRI. Los candidatos del PRI deberían de regalar a sus militantes las obras de Reyes Heroles, en una edición con monitos y a colores para comenzar a educarlos políticamente.
Pero para que ello sea significativo, es fundamental que los dirigentes del priismo comiencen por aprender a leer, apoyados en el silabario de San Carlos (de Gortari) o en el Instituto Patrulla. Ya que aprendan a leer, entonces sí que comiencen a formarse; porque no es en los toros ni en los palenques donde les va allegar el espíritu liberal del que tanto presumen.
En Morena deben de insistir en la formación política de sus mejores cuadros, aquellos que no piensen a mediano plazo en una curul que es lo que los jode terriblemente.
Primero la capacitación y luego la beca; pero que no sigan el mismo camino de los priístas que entraron a su partido (esos que presumen ser fundadores de la izquierda mexicana jajajajajaja), solamente para buscar hueso de perro y cheque por no hacer nada.
Si Juárez, Altamirano, Arriaga, Ramírez, Ocampo y los demás liberales del siglo 19 vivieran, ya se hubieran muerto tres o cuatro veces. ¡Qué tristeza!