La palabra feminismo es una palabra con muchos matices de significado. En un sentido estrecho, se refiere a cualquier intento por lograr iguales derechos legales y políticos para las mujeres. Pero, en su sentido más amplio, referirá a cualquier teoría que vea las relaciones entre los sexos como de subordinación u opresión, y que buscará identificar y remediar las causas de tal opresión.
La palabra misma “feminismo” tiene su origen en la palabra francesa “feminisme”, que fue acuñada en el siglo XIX (sin negar sus antecedentes más distantes) por diversos autores y grupos. A lo largo del siglo XX, estos movimientos multiplicaron y diversificaron los significados de la misma palabra. En el presente siglo, la palabra “feminismo” con frecuencia debe ser especificada para saber de qué tipo de feminismo se está hablando, lo mismo para determinar a qué se opone o contradice. No es lo mismo criticar al androcentrismo, que al machismo, que al masculinismo, que al patriarcado.
Los movimientos feministas en el siglo en curso han alcanzado rápida expansión y presencia mediante acciones de diversos tipos, sean éstas académicas, sociales y políticas. Sin embargo, hoy su desarrollo es favorecido por la existencia de redes virtuales de comunicación que ayudan no sólo a compartir contenidos, sino a crear organizaciones y realizar movilizaciones y adquirir una eficacia antes no contemplada. Sin duda, esto mismo, que favorece su desarrollo y eficacia política, permite su radicalización. Un fenómeno que no cuenta con un estudio adecuado, pero que parece inherente al medio que utiliza.
Las tesis feministas básicas son generalmente aceptadas por una mayoría de ciudadanos. Pero el feminismo en nuestro país y en esta región del altiplano central, el grado de influencia en la mayor parte de la población parecería aun tener un desarrollo modesto. La oposición que suscita habitualmente el feminismo en los medios tradicionalistas, religiosos y poco ilustrados es aún abrumador. Y en los medios ilustrados, académicos y profesionales sigue teniendo una repercusión insuficiente. Las acciones políticas legales emprendidas, aunque en algunos casos ejemplares y casi heroicas, no han tenido los resultados deseados. En la región han tenido más presencia en las plazas, calles, impresos y en algunos medios de comunicación convencionales, que en las reformas sociales y en el cambio de las leyes. Pero, los cambios en instituciones tradicionales, como las iglesias y las familias, en la educación de cualquier nivel, así como en la cultura popular, son escasos, si no inexistentes.
Tal vez uno de los problemas que subsisten en los movimientos sociales feministas, y que limitan su eficacia y penetración cultural, sería la ausencia de mejores definiciones y elaboraciones conceptuales, sistemáticas y teóricas, aunque aplicables de inmediato en la acción política, que ayuden a centrar los fines en relación con los medios y a proponer nuevos conceptos que renueven el lenguaje popular, el lenguaje jurídico, las expresiones morales y el lenguaje cotidiano. Esto lo puede ofrecer la filosofía del feminismo o la filosofía feminista.
La filosofía feminista no presenta una versión única, sino que es plural, con una rica diversidad y con fuertes divergencias en su interior. Lo mismo que una planificada estrategia de nuevos medios de comunicación (redes) podría ser útil, también lo sería recuperar la filosofía del feminismo, que tan ausente está hoy aquí. También la promoción y desarrollo de grupos feministas de profesionales podrían desarrollar otro tipo de acciones feministas con mayor precisión y orientación hacia los procesos largos de cambios profundos en el pensamiento de las personas y las organizaciones.
Hoy parece necesario reelaborar y definir conceptos como sexo, género, mujer, varón, femenino, masculino, paternidad, maternidad, filiación, familia, patriarcado, matriarcado, matrimonio, identidad, igualdad, equidad, cuidado, educación, diferencia, consentimiento, violación, acoso, persona, además de otros muchos conceptos propios y de frontera. Para poder con ellos trabajar teorías coherentes y suficientes para un mejor presente, y promover cambios individuales urgentes de visiones del mundo con instrumentos conceptuales mejorados. Sin embargo, la radicalización del feminismo en esta región podría llevar también a una lucha frontal viva con sentido de urgencia, contra la opresión multiforme del llamado “patriarcado”(o como se quiera llamar a esa dominación), que ayude a impulsar otras luchas identitarias diversas hoy estancadas. Pero, aun este feminismo, radical y promotor de cambios más rápidos, requiere un renovado lenguaje para explicar mejor sus reivindicaciones sociales y demandas de reformas legales posibles y necesarias.
Marcelo Sada V. / Profesor de la licenciatura y de la maestría en filosofía en la Unidad Académica de Filosofía de la UAZ