Las mujeres de Zacatecas y la brutal represión
La brutal represión registrada en la capital del estado, en ocasión de las manifestaciones por el Día Internacional de la Mujer, marcan un capítulo negro en la historia de Zacatecas, que demuestran los niveles de premodernidad política salvaje que prevalen y que son un obstáculo para la consolidación del desarrollo de nuestra sociedad. La pregunta obvia: ¿Por qué un gobierno reprime al pueblo?
Los hechos de “violencia de Estado” del pasado 8 de marzo (8M), no tienen parangón alguno, por sus repercusiones nacionales e internacionales, en el Zacatecas contemporáneo.
Tampoco existe punto de comparación con la represión que sufrieron estudiantes de la Normal de San Marcos, el 13 de enero de 2000, por ejercer su derecho a la manifestación, eventos realizados en contextos diferentes. Ambos; sin embargo, son acontecimientos nefastos.
La represión brutal del pasado viernes (día del 8M), efectuada en un escenario de asfixiante violencia criminal en México y Zacatecas, no solo atenta y mancilla la dignidad de las mujeres, sino de todo un pueblo agobiado y postrado por la pobreza social y la falta de oportunidades dignas de empleo para las nuevas generaciones.
La violencia de esta naturaleza es, por otra parte, expresión de profunda premodernidad política en una sociedad y de sus actores, así como de la ausencia (en nuestra democracia) de sólidos valores éticos. ¿Pero por qué se reprime a un pueblo?
Los estudiosos de este fenómeno sostienen que la represión se convierte, en muchas de las veces, en un mecanismo de control colectivo, recurso utilizado por gobiernos cuasi/democráticos o bien realmente autoritarios.
Otros investigadores del tema afirman que las herramientas de la represión, en sociedades asfixiadas por el crimen, son utilizadas para reducir los niveles delictivos, mediante la táctica de infundir temor y terror. Es decir, la violencia represiva responde también a un modelo de gobierno no recomendado en sociedades modernas, avanzadas y racionalmente democráticas.
Si en Zacatecas se actuó con el cálculo de un modelo de este tipo, pensando que los beneficios políticos serían mayores que los costos, pues se equivocaron rotundamente.
Ahora bien, si la violencia represiva fue producto de factores de omisión, por falta de planeación estratégica y de actuación responsable, también es sumamente delicado.
En Zacatecas, por lo demás, elevar los niveles de bienestar y de desarrollo humano de su población, pasa obligada y necesariamente por el compromiso de atender con dignidad y justicia a las mujeres de todos los niveles y edades.
Las mujeres y el rostro de la violencia
Podemos afirmar sin equivocarnos que las mujeres en Zacatecas viven en un perpetuo contexto de represión, si consideramos que la pobreza social es la peor de las violencias. Veamos algunas cifras:
El Coneval revela que en nuestro estado ocho de cada 10 mujeres viven algún grado de pobreza o vulnerabilidad por ingresos y por carencias sociales.
De la población femenil ocupada en nuestra entidad, el 70 por ciento no recibe ingresos y de las que desempeñan algún puesto de trabajo, más del 50 por ciento padece pobreza laboral, en razón de que sus ingresos no son suficientes para comprar los alimentos de la canasta básica.
Además, del total de mujeres con empleo, el 52.7 por ciento está en la informalidad (Fuente: Inegi).
A la circunstancia de desigualdad profunda que experimentan las mujeres en Zacatecas, ahora hay que sumarle, por si fuera poco, los elevados niveles de violencia criminal y represión que sufren y padecen.
Del Paraíso de la Luciérnaga, al Infierno
En los siglos 17 y 18, Zacatecas se convirtió en Paraíso de las Luciérnagas, por ser espacio de protección de los derechos de las mujeres, gracias al trabajo del doctor Juan Ignacio María de Castorena, zacatecano de origen. Menciono solo tres de muchos aportes:
1) En el siglo 17 defendió, protegió y acompañó en su consolidación cultural a Sor Juana Inés de la Cruz; 2) A inicios del siglo 18, siendo rector de la Real y Pontificia Universidad de México, promovió la educación en defensa de las mujeres; y 3) Creó en Zacatecas, en 1722, la primera escuela para atender a niñas abandonadas, con el nombre de Colegio de Los Mil Ángeles Marianos.
Hoy, hemos descendido del Paraíso de las Luciérnagas, al Infierno. Una vergüenza.