CIUDAD DE MÉXICO. Durante la guerra de Independencia, de 1810 a 1821, los niños fungieron como mensajeros, ayudantes, espías o soldados, y varios se convertirían al crecer en protagonistas de la historia nacional, incluso desde trincheras opuestas, como Benito Juárez, defensor de la República; y un partidario de la llegada de Maximiliano de Habsburgo como emperador de México: Juan Nepomuceno Almonte, hijo de José María Morelos.
La presencia de los niños en las tropas se debía a la participación de las mujeres, que alimentaban a los combatientes y procuraban a los heridos; con ellas permanecían sus hijos, observa el investigador David Guerrero Flores, interesado en relatar la historia desde grupos sociales como lo femenino y el infantil y juvenil, cuya participación suele eclipsarse ante el relato de las hazañas emprendidas por los personajes masculinos.
“Los niños que llegaron a vivir en los campamentos eran los encargados de acarrear la leña, encender el fuego para cocinar los alimentos, repartir la pastura para los caballos y las mulas o de transportar agua en cubos de madera”, abundó.
“Los más despiertos, de 13, 14 o 15 años, servían de guías, mensajeros y espías, y algunos incluso tuvieron funciones de soldados”, detalló en entrevista el coautor de Niños y adolescentes: Normas y transgresiones en México, Siglos XVII-XX.
Narciso Mendoza, el legendario Niño Artillero, o Timoteo Rosales, son otros hijos del movimiento. Este último tenía unos 10 años cuando fue capturado en 1811 por los realistas y se le fusiló como escarmiento a su padre, Víctor Rosales.
Otro fue Luis Moreno Pérez, de 11, quien permaneció junto a sus padres Pedro Moreno y Rita Pérez en la lucha independentista y murió durante la defensa del Fuerte del Sombrero en 1817, en la región de El Bajío, cerca de la ciudad de Guanajuato, explicó Guerrero Flores.
Esta familia además sufrió el secuestro de una hija de 2 años, Guadalupe, capturada por el comandante realista José Brillanti, quien propuso al padre canjearla por un sargento. Él no aceptó liberarlo y la niña fue adoptada por el general, luego fue remitida a un hospicio, no obstante, tras una odisea pudieron recuperarla, detalló el historiador. En honor de esta familia se denominó Lagos de Moreno al municipio jalisciense.
“No hay que perder de vista que la mayor parte de las niñas, de los niños, de los adolescentes, tanto varones como mujeres, padecieron la guerra dentro de sus pueblos y vieron pasar a las tropas; muchos sufrieron robos a sus casas, a sus cosechas, a sus animales; vieron incendiados sus pueblos, tuvieron que huir a los cerros y a los montes para refugiarse y para alejarse de la violencia armada. Y muchos, incontables, murieron en los escenarios de guerra, o bien, fueron testigos de los combates y de los campos sembrados de muertos y heridos”, apuntó Guerrero Flores.
Los sobrevivientes participaron en la configuración de México desde tendencias liberales o conservadoras, e influirían, como Juárez y Nepomuceno Almonte, en el curso de la historia. Por ejemplo, Félix María Zuloaga, quien nació en 1813 y en 1857 encabezó el Plan de Tacubaya contra la Constitución de ese año, fue nombrado presidente de México en oposición al propio Juárez, mandatario constitucional, al inicio de la Guerra de Reforma.
Melchor Ocampo, nacido en 1814, fue un político liberal, impulsor de las Leyes de Reforma y autor de la Epístola del Matrimonio Civil, cuya lectura se mantuvo vigente hasta principios del siglo 21, recordó Guerrero Flores.
Mencionó también personajes como Guillermo Prieto, Lucas Alamán, María Dolores Guerrero (hija de Vicente Guerrero) y su esposo Mariano Riva Palacio, padres del político, militar e historiador Vicente Riva Palacio.
“Fue una época de guerra, pero también de ideales, de conquistas que se fueron consolidando gradualmente y de niños que no solamente vivieron la época de la Independencia, sino que formaron parte esencial de las páginas de la historia nacional durante el siglo 19”, concluyó Guerrero Flores.