Un museo en Palacio de Gobierno (II)
Me gustaría retomar un tema que dejé en el tintero hace dos semanas atrás: la intención de hacer un nuevo museo en las instalaciones de Palacio de Gobierno.
Aquella ocasión mencioné que un museo no es una ocurrencia que pueda materializarse de la noche a la mañana; por el contrario, es un proyecto que se fragua lentamente en la planeación, investigación, gestión y organización de recursos humanos y financieros, con toda la intención de que su esperanza de vida se prolongue por varias generaciones y exceda un periodo sexenal.
Este jueves y viernes presencié un foro que organizó el centro INAH Zacatecas. El objetivo fue verter ideas, visiones y experiencias que enriquezcan el proyecto de un nuevo recinto museográfico que tiene la no sencilla encomienda de ser un nodo articulador de los otros museos zacatecanos. Quisiera hacer dos o tres apuntes de este ejercicio que fue sumamente enriquecedor y esclarecedor en varios aspectos.
La primera jornada estuvo dedicada a expertos de talla nacional e internacional que hablaron de la importancia de crear museos que sean coherentes con la situación actual, que sean museos para el presente y no las monolíticas instituciones que exponen curiosidades en un gabinete de cristal donde el espectador no es más que eso, un concurrente de una historia que no siente propia.
Directores de instituciones de la talla del Museo de Chapultepec o el del Templo Mayor insistieron en que un nuevo museo zacatecano deberá responder principalmente a las necesidades locales, sin olvidar ese diálogo nacional e internacional del que los museos son siempre parte. También se habló de esas problemáticas a veces olvidadas que los recintos museográficos de América Latina sufren a diario: falta de presupuesto, falta de personal, ausencia de un vínculo exitoso con la sociedad y especialmente el poco diálogo con las generaciones jóvenes e infantiles que son también necesarios para la supervivencia de lo que se pretende, sean espacios vivos.
El viernes actores de la vida museística local hicieron su participación. El siempre insuficiente presupuesto hizo aparición bajo la premisa de que, por lo regular en México y en otros países, los museos siempre se sitúan en edificios patrimoniales de añeja factura que necesariamente requerirán mantenimiento, restauración y cuidados específicos que hacen uso de los siempre recortados presupuestos.
Sin embargo, aunque nunca haya dinero suficiente para las buenas intenciones, esta situación pone de relieve lo castigada que suele ser la cultura en nuestro país, no permitiendo en ocasiones poseer el personal necesario para las labores del museo que solo se limitan a la exhibición de un acervo.
Insisto, fue un buen ejercicio. Pero ¿qué hizo falta? Una mayor participación de gente local. Brilló la ausencia de actores zacatecanos, universitarios, gestores culturales, egresados de programas locales que desean ser parte de este tipo de proyectos y pueden aportar nuevas miradas, especialmente teniendo en cuenta que las nuevas generaciones son capaces de buscar ese diálogo que interpele a los jóvenes que tanto echan en falta los directivos de los museos. La presencia de un público, gente que gusta de acudir a los museos -que a final de cuentas son el eje y la razón de los museos- que pueda ser partícipe de las opciones culturales que su comunidad puede proveer. Trabajar temas que quedan al aire y que en Zacatecas no están plasmados en la ley, como el mecenazgo y la intervención de la iniciativa privada. El diálogo con los municipios y las joyas que están esperando visitas en el buen cúmulo de museos comunitarios en todo el territorio estatal.
Y sobre todo, mucha consciencia de la realidad imperante; un nuevo espacio puede parecer superfluo cuando no corresponde y no dialoga con su contexto.
Cierro con una frase que nos dejó el maestro Salvador Rueda Smithers sobre lo que se tiene que lograr con este proyecto: “un museo en el que los zacatecanos y los que vayamos a Zacatecas nos veamos reflejados”.