Redes sociales y divulgación científica
Cada profesión posee sus tecnicismos, esos conceptos especializados que le son característicos y que suelen ser conocidos en el ámbito de cada disciplina. De esta manera, las cuentas contables son a los profesionales de la contabilidad, como el costo de oportunidad al economista, las fobias o el niño interior al psicólogo o las magnitudes para los físicos.
Durante el trayecto de formación profesional, es común escuchar a quienes fungen como nuestros docentes, reiterar la importancia de manejar con naturalidad, todas aquellas acepciones que son propias de la carrera que elegimos, ya que eso denota una especialización en la materia, confiere prestigio y posicionamiento como expertos.
Eso está genial cuando te encuentras entre colegas, entre pares, en tanto que, por decirlo de alguna forma, hablan el mismo lenguaje, la condición cambia cuando la pretensión es transmitir el conocimiento a personas que no conocen esos temas, a especialistas de otras disciplinas o que simplemente decidieron aprender algo nuevo, eso sí que es un verdadero reto.
Lograr desdoblar esos conceptos e incluso investigaciones con determinado grado de complejidad y comunicarlos con sencillez, de tal manera que toda persona con o sin contacto previo con ellos pueda comprenderlos, asimilarlos y aplicarlos cuando así corresponda es todo un arte.
Ése es el papel que juega la divulgación científica, que se apoya de distintos medios para comunicar el conocimiento científico con fidelidad, pero contextualizándolo con el objetivo de ponerlo al alcance de diversos públicos no especializados.
En la era de Internet, las posibilidades de lograr un mayor impacto de esta labor de divulgación científica, crecen exponencialmente si pensamos en las redes sociales como ese vehículo transmisor de conocimiento. No perdamos de vista que en 2023, alrededor del 60 por ciento de la población mundial tiene presencia en las redes sociales (De León, 2023), esto equivale a 4 mil 835 millones 174 mil 851 personas en todo el planeta, con base en las cifras de población mundial en tiempo real, difundidas en el sitio worldometers.info.
Es verdad que el mero incremento en el número de usuarios de las redes sociales no garantiza por sí mismo, de manera directa, el hecho de que éstos lleguen a interesarse en temas científicos o investigaciones, pero sí queda demostrada la relevancia que estas plataformas poseen en cuanto a su capacidad de trasladar información en cuestión de segundos y ponerla a disposición de millones de usuarios.
Una investigación realizada por la Universidad Complutense de Madrid dio a conocer que según la Novena Encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada por la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) en 2018, Internet y las redes sociales eran ya la principal fuente de información sobre ciencia para las personas de entre 15 y 44 años (Fernández, et. al., 2019).
En tal contexto, entre las principales ventajas que tiene el uso de las redes sociales con fines de divulgación científica son: estimulan la reputación de los investigadores, generan una mayor audiencia y participación en los debates sobre las temáticas que se abordan, facilitan la retroalimentación que permite medir los objetivos trazados y su efectividad para, en su caso, replantearlos a partir de información obtenida prácticamente en tiempo real, a la vez que pueden contribuir a la conformación de nuevas comunidades de conocimiento y trabajo colaborativo.
Algunas recomendaciones para generar contenidos de valor en redes sociales que contribuyan a la divulgación científica son: definir qué publicar, en este caso, pueden darse a conocer los nuevos artículos científicos publicados, convocatorias, noticias relevantes de la comunidad, materiales audiovisuales, entre otros. Se debe ante todo, conocer la audiencia para cada red social e identificar y definir los horarios más convenientes, sin omitir ser creativos en la forma de presentar los contenidos.
Un referente interesante en esto, es el decálogo de la comunidad científica para la publicación en redes sociales: planificación, dedicación, personalidad (no al anonimato), educación, respuestas (contestar comentarios o reacciones), saber disculparse por errores, mensajes (comunicar de manera comprensible y atractiva), competencia (tener presente que existe competencia y tratarla con respeto), desinformación (no contribuir a la propagación de contenidos falsos) y naturalidad (comportarse como en la vida real) (Fernández, et al., 2019).
Recordemos que todo conocimiento que no se comparte, pasa a formar parte del acervo de la memoria de quien lo generó.