MADRID. Un papel que acaparó toda la atención desde su salida. El Juli, Alejandro Talavante y Roca Rey se anunciaron en un cartel donde se rendía homenaje a la memoria del gran José Cubero, conocido como Yiyo.
Una tarde de expectativa, la anunciada para este domingo en Las Ventas de Madrid, donde la mejor manera de rendir tributo fue la entrega sin medida de Andrés Roca Rey.
Fue el pundonor del torero peruano el que puso la plaza a sus pies, al rendirse a su poder y verdad, al no dejarse nada: expuso la piel, pero dejó el alma.
Triunfo negado
Abrió plaza Julián López El Juli con Barbuquejo, de Toros de Cortés, con el que saludó de buena manera por verónicas rematando con elegancia y media pinturera. Elegancia y suavidad tuvo también Alejandro Talavante en el quite a este toro.
El brindis del madrileño a Yiyo, hacia el cielo en su honor y a su público, con la asignatura pendiente del triunfo que por años se le ha negado.
Muy firme y a pies juntos comenzó su labor muleteril, avanzó con mucho poder, pues el toro tenía esas exigencias, y por ello muy pronto lo toreó por el izquierdo, firmando una serie con mando con cuatro naturales portentosos que remató con el pase de pecho.
Regresó los procedimientos por el derecho, sobreponiéndose a las condiciones del toro. Siempre con la exigencia del público que le demanda la perfección en el sentido más amplio, pero Julián ha estado sobrado, rotundo. Mató de estocada defectuosa para ser aplaudido.
El cuarto, Devoto de 560 kilos, segundo del lote de Julián López El Juli, que en la cercanía de tablas comenzó su faena, doblándose con el toro de Cortés, hasta llevarlo a los medios.
Lo buscó por el izquierdo encontrando muy poco al toro, apostó por el derecho y consiguió ligar una serie muy templada, de cuatro pases largos y con profundidad.
En la búsqueda del ritmo robó tres buenos muletazos por el izquierdo. La faena la terminó por hacer a base de la inventiva, madurez y evolución, pues al toro le faltó mucho, todo lo que a él le sobró. Falló con la espada y saludó en el tercio.
Actuación a cuentagotas
El segundo, Esperón de 558 kilos, de Victoriano del Río para Alejandro Talavante, que imprimió la variedad en el comienzo de su faena.
Un toro deslucido, sin fuerza, al que llevó de inicio por el pitón derecho, pero ante la poca transmisión del toro, el lucimiento ha sido muy poco y a cuentagotas.
Siempre reconocer el esfuerzo hecho por el extremeño, que no ha podido tomar el vuelo en esta faena, sacando los pases a un toro que pasaba, pero sin contar más allá. Sin más por hacer, tomó la espada de verdad, teniendo fallos, para ser silenciado.
El quinto, Soleares de 562 kilos, del hierro de Victoriano del Río, al que Alejandro Talavante dejó un buen saludo con el capote.
Pases por alto en el comienzo de su faena, en la que mostró sus credenciales dispuesto a todo, pero el toro rebrincaba, deslucido completamente, sin la mayor transmisión. Reconocer que el torero extremeño lo intentó pero poco quedaba por hacer. Decidió cortar por lo sano y abreviar. Silencio tras su actuación.
Odio o amor
El tercero, Celoso de 550 kilos, de Toros de Cortés para el peruano Andrés Roca Rey, que apenas se abría de capa sentía el peligro con la brusca embestida del toro.
Dispuesto, Roca Rey se ha ido al centro del ruedo para comenzar su faena, temerario y sin miramientos esperó al toro, con una muleta que le flameaba por el viento y ahí, estoico, con dos cambiados por la espalda.
Por el izquierdo, poderoso y con mando, alargando el trazo y encontrando el punto de lucimiento de una faena que comenzó con las más altas notas. Muy encima, por afuera, una segunda serie donde si bien no dejó de lado el valor, el lucimiento no resultó.
En la tercera serie, el mando prevaleció y ha dejado la secuencia más rotunda, con mucho en el camino, aguantando los embates.
Por el derecho el toro se quedaba, lo miraba, el peligro era latente, pero ahí se quedó Roca Rey, que se vuelve toda entrega, toda verdad, un cambiado por la espalda ha sido el colofón donde todo llegó al punto de ebullición en una plaza que se puso de pie para ovacionarle. Estocada y dos descabellos para cortar una oreja.
El sexto, Jocundo de 574 kilos, de Victoriano del Río para Andrés Roca Rey, que lució en el saludo capotero con lances a pies juntos. El sentido brindis a la afición de Madrid, estatuarios en un vibrante comienzo de faena que era la antesala del día para abrir la Puerta Grande.
Corrió la mano, con mando, muletazos hondos, el toro apuntando transmisión, y que desde largo se arrancaba al cite del peruano, que continuó con esas ganas de ir a más en su faena que obtuvo esa transmisión al tendido.
Por el izquierdo también lo llevó, aguantando para este tramo de la corrida las medias embestidas; el toro se quedó corto y lo prendió de fea manera, una escena donde el miedo se respiraba. Se ha puesto de pie para dar continuidad a su obra, pasándose por la faja los finos pitones.
En los tendidos se vivía otra lucha, la del público, la de los partidarios y de los que le revientan tarde sí, y tarde también.
Roca Rey se ha convertido en un torero capaz de crear esas divisiones, le amas o le odias, pero hoy fueron más los que se volcaron a su raza y verdad.
Falló con la espada, pero dio una vuelta al ruedo entre los gritos de: ¡torero, torero!