
Pepe Aguilar agradece a Dios que el rancho jamás ha salido de él y que tampoco ha dejado de ser un honesto charro malhablado de Zacatecas, al que le gusta levantarse temprano, montar su caballo y reconectar con sus raíces en lo más simple. Olor de azahar y de huele de noche, de la tierra…