En el contexto de violencia que se vive en el estado, la psicoterapeuta Esther Navarro Díaz resaltó que se debe tener presente que se trata de un fenómeno muy complejo y que impacta de diferente manera de acuerdo a lo familiar, social, rural, urbano y suburbano.
Se debe “visualizar y asumir, responsabilizarnos de lo que a cada uno corresponde”.
Como parte de una sociedad que atraviesa una crisis de violencia, la especialista indicó que se debe solidarizar, ser empáticos y respetuosos con las familias que son víctimas de hechos lamentables.
Precisó que en México cada 15 minutos llega a los servicios de urgencias un menor violentado por un adulto; “violencia sexual, al ser primer lugar en embarazo adolescente y negligencia dietética, pues vemos a los niños y adolescentes con obesidad”.
En este sentido, destacó que es necesario validar las emociones y no minimizarlas; “la ansiedad, el miedo y el estrés son genuinos, son situaciones que estamos viviendo y que nos conlleva a que las personalidades en formación como los niños y adolescentes reaccionen, pero también los padres y los adultos en general”.
Para atender esta violencia se debe realizar, según Navarro Díaz, un cuestionamiento sobre la situación que está pasando, “¿qué pensamos, ¿qué sentimos respecto de lo que sucede?; porque esto nos va a permitir trazar una línea entre el estrés y la reacción.
Además, hay que realizar una revisión de los factores que han fallado, donde la comunicación en los subsistemas juega un papel muy importante, pues se tiene que responder a: ¿cómo está la comunicación?, ¿cómo se sienten?,¿cuáles son sus miedos?, ¿hay huecos en la comunicación?
De igual manera preguntar las fallas que se tuvieron en el pasado, ya que los menores de hace 12 o 15 años “ahora son los victimarios”, y con ello saber qué se tiene que hacer en la actualidad.
Navarro Diaz describió que la intervención a esta violencia se debe realizar de diversas formas y tiempos, lo primero es atender la crisis y comprender que conllevar a reacciones muy diversas de acuerdo a la residencia y a los recursos intelectuales y emocionales de cada persona y cada familia.
Permitir la fase en que se tienen que hacer trámites legales, reconocimiento y también permitir que en esta etapa las personas atiendan el duelo, ya sea por una pérdida por homicidio o desaparición y posteriormente trabajar con la familia de acuerdo con el nivel de desarrollo de cada uno de sus miembros.
“En el caso de las familias es no buscar re-criminilización, la no victimización, porque finalmente la persona que sufre este hecho es un hijo, padre, hermano, vecino o un amigo”, puntualizó la psicóloga.