DAVID H. LÓPEZ
DAVID H. LÓPEZ

La asociación de ideas abstractas con resultados tangibles no siempre es un asunto sencillo de explicar al gran público. Funciona enumerar nuestras diferencias políticas entre unos y otros, pero la teoría muchas veces es muy densa para que todos la digieran.

La acusación de Marcelo Ebrard al claudismo es que se usaron secretarías y gubernaturas para promover a la ex jefa de Gobierno de CDMX, lo cual echaría a perder el proceso “encuestoral” interno de la coalición de la 4T. A juzgar por sus consecuencias, no es una acusación menor.

Sin embargo, carece de verosimilitud. Precisamente porque el proceso híbrido de encuesta para definición electoral no implicó la movilización de voto; cuesta demasiado creer que las gubernaturas incidieron en la modificación de lo que los electores percibieron sobre las corcholatas.

A no ser porque desde las secretarías y gobiernos se hayan emprendido —por ejemplo— onerosas campañas para alterar la presencia de Claudia en el feed de cada usuario, sea en Youtube, Instagram y Facebook… de lo cual no se supo nada (y ni siquiera los opositores hicieron una sola acusación formal), la participación indebida de los funcionarios fue en la organización de mítines desabridos o, a lo más, testimoniales.

Es decir, todas las corcholatas ofrecieron continuidad a la 4T iniciada por el gobierno de López Obrador. Los matices en cómo lo iban a hacer es el detalle que se suponía iba a dar sustancia al proceso interno, pero la democracia mexicana prohibió la democracia, dando lugar a campañas que no fueron campañas, tanto en el oficialismo como en la oposición.

Por eso mencioné al principio la asociación de postulados con resultados, donde —por ejemplo— lo que los aburridos teóricos llamamos “redistribución de la riqueza”, la gente lo entiende en la sencillez del “impuestos para ricos, apoyos para pobres”.

Y es en tal caso que la asociación mental en el imaginario fue definida sobre todo por acciones y también por discurso. Mientras Sheinbaum en CDMX articuló formas extendidas de las iniciativas federales, Ebrard se distanciaba de ellas; mientras Claudia defendió la política sanitaria interna en materia de la COVID-19, Marcelo declaró que no incluiría a López Gatell en su eventual gobierno.

Luego, la mayoría de detractores del presidente abominaba de él y todos sus colaboradores, pero acaso al único que veían con disimulada simpatía era a Ebrard. Por eso no pocos comentaristas lo llamaron durante la precampaña (que no fue campaña), “el más neoliberal de los obradoristas”.

Con esa etiqueta tiene todo el sentido que Ebrard fuera considerado “el menos peor” de los obradoristas por el cual muchos antilopezobradoristas sí votarían.

Ojalá los tiempos electorales ya den respiraderos para discusiones sustanciales. De lo contrario, cabe la amenaza de que nuestra democracia naufrague en la superficialidad.

El cambio emprendido por López Obrador se puede valorar en la urgente restauración del Estado de Bienestar (llamado por la teoría anglosajona welfare state), en contraposición al estado neoliberal, cuya demolición, que duró tres décadas, fue detenida en 2018.

Es necesario discutir eso por varias razones, pero sobre todo por una. Junto con la restauración del welfare state, es importante restaurar la democracia desde un punto clave en su línea de subsistencia: el componente ideológico de sus actores.

En la guerra de narrativas e ideas el obradorismo ha ganado la partida en cuanto a discusión. Y para hacerlo solo ha tenido canales en redes sociales, encabezados por uno, de Youtube (de la Presidencia). La oposición ha tenido a su servicio en cambio los medios convencionales y ni con eso han logrado ganarle la discusión ni el rating.

Pero dichas fortalezas se irán con el presidente y, ante una oposición que amalgama el conservadurismo panista y el progresismo perredista, pasando por el oportunismo neoliberal priísta, y un morenismo que integró lo mismo a Ebrard —hasta ahora— que a Claudia, la democracia mexicana debe comenzar a discutir no solo cifras y resultados sino las ideas que nos conducirán a ellos.


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