Israel Álvarez
Israel Álvarez

Pertenecientes

 

Como actualmente es imposible elegir el lugar de nacimiento, podría decirse que cada quien nace donde puede, no donde quiere.

Es así que, nacer es estar predestinado a adquirir un gentilicio fuera de la propia voluntad. Por fortuna, hay quienes, hasta orgullosamente, decidirían volver a nacer las veces que fueran necesarias en el mismo y queridísimo país natal.

Tener orgullo por el lugar de origen es posible, sobre todo, cuando no queda de otra. En caso de ser mexicanísimos, se comparten fronteras con otros 127 millones de connacionales nacidos donde mismo, pero principalmente, se comparten los valores, costumbres y prejuicios propios de ese tiempo y lugar.

Un extranjero es alguien que no anda donde nació, es decir, que por algún motivo traspasó las fronteras que le ofrecía su nacionalidad en conjunto con los otros compatriotas que tampoco son ahí extranjeros.

Es por eso que se hizo necesario traer una libretita con la foto y datos de origen de quien dícese que se es, porque no vaya siendo que alguien dígase mexicano y sean puras cochinas mentiras. Afortunadamente, todos llevan integrados otros distintivos para que los otros puedan más o menos percatarse si se es, o no, de donde se anda presumiendo.

Hablar como mexicano, pensar como mexicano y hasta caminar como mexicano, se va adquiriendo de a poquito y casi sin percatarse.

Lamentablemente, por más que un mexicano intente caminar como francés, pensar como japonés o hablar como yanqui, no será extranjero en su propio país.

A pesar de lo que Chavela Vargas decía, algunos mexicanos no nacieron donde querían. Sobre todo, porque seguramente al  nacer, se esté medio imposibilitado de tomar conciencia sobre cuestiones geo-político-espaciales.

Por suerte, cuando los mexicanitos dejan de ser inconscientitos, adquirirán casi sin darse cuenta valores, costumbres y prejuicios sobre lo que es pertenecer a determinado lugar. Ya tendrán luego tiempito de querer ser franceses, japoneses o yanquis.

Tal vez, en una de esas, hasta se decidan por continuar siendo casi voluntariamente mexicanos. Siendo así, podrán agitar banderas verdiblanquicoloradas y cantar que retiemble en sus centros la tierra, casi con tanta enjundia, como sí hubieran decidido dos veces nacer en el ombligo de la luna. Algunos mexicanos nacen donde quieren, aunque se enteren después.

Las fronteras a veces son imaginarias, otras veces se les añaden muros, cercas eléctricas o alambres de púas porque no vaya alguien a andar metiéndose a un lugar donde no pertenece y como la tierra es de quien la trabaja, pues cada quien sus elaboradas y producidas canchas.

Los mexicanos que luego se enteraron que lo eran, tienen frontera norte y frontera sur, que es algo así como saber que está más arriba, si Oaxaca, Monterrey o Norteamérica, aunque arriba esté más bien y en todo caso el cielo, pero con el planeta tierra es suficiente porque, además de Maussan, todavía está medio difícil identificar marcianos norteños.

Así que, los que viven en la tierra son casi voluntariamente terrícolas y por supuesto, orgullosamente no marcianos.

Se puede ser ciudadano mexicano casi nomás por haber nacido en el pedazo del planeta tierra que se llama México y después de haberle dado 18 suficientes vueltas al sol.

Entonces y sólo entonces, podrá alguien asumirse mexicanísimo ciudadano y haber adquirido, casi sin darse cuenta los valores, costumbres y prejuicios nacionalmente disponibles.

Aun así y en una de esas, podrán entrar las ganas de ser francés, japonés o hasta norteamericano yanqui.

También queda ser de vez en cuando extranjero dentro de otras alambradas e imaginarias fronteras que contengan temporalmente y que distingan a los que no, de los que sí son de esos lares; sentir haber elegido ser orgullosamente terrícolas, mexicanos, no marcianos y por supuesto, orgullosamente pertenecientes.


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