Las aventuras del Señor X
El Señor X despertó de muy buen humor. Pidió a la servidumbre el desayuno habitual, en la cama of course, y se puso a leer los diarios. La verdad es que no los leía, nada más pasaba la vista en la primera plana y aventaba el periódico. Prendió la TV y sintonizó las noticias. El conductor del noticiero le caía mal. “Che mamón, lame botas del dictador, debería de irse a vivir a Venezuela o Cuba para que sepa lo que es amar en tierra de comunistas”, se dijo.
El Señor X había nacido en el seno de una familia de lana. Su papá era dueño de varias empresas, por lo que desde morro le valió madre si había gente jodida, “total si quieren comer que trabajen en las fábricas de mi jefe”, les decía a sus cuates de la escuela. O sea, una fichita el cabrón muchacho. Se educó en colegios particulares y se graduó en Derecho y Relaciones Internacionales. “Mi obligación es defender el dinero que tan honradamente ha ganado mi papi, así que pinches sindicalistas déjense venir”, dijo el día de su graduación.
Dicen sus conocidos que lo que más le chocaba en la vida era la corrupción. “La sociedad no puede avanzar si la lana se la roban los políticos. Por eso dedicaré mi vida a acabar con este virus malévolo. No se equivoquen, la explotación del trabajo asalariado es otra cosa, así está en las escrituras (del libre mercado, of course)”. Su lucha contra la corrupción, la inició con su afiliación al PRI (sin comentarios) en los ochentas del siglo pasado, pues su papá le señaló que nada era más importante en la vida que estar cerca del poder, donde se toman las decisiones. “Y estando en el partidazo, con todo el aparato electoral para manipular las elecciones, la lucha contra la méndiga corrupción me hace ser todo un revolucionario, así como Francisco Franco o Augusto Pinochet”, dijo en clase, lo que provocó que un maestro, que pasaba por su salón de clase, se infartara al escuchar semejante tontejada.
Su noble causa contra este flagelo lo llevó a crear, con otros especímenes con los que se juntaba, una organización -con altos fines de lucro-: “Mexicanos contra la Méndiga Corrupción y la Impunidad, de los que no se ponen a mano conmigo”. En esa organización ha luchado día a día para acabar con tanta transa que se comete desde el gobierno, en el que trabajaba y cobraba sabrosamente como auténtico godín acomodaticio (de los que pululan en todo gobierno, de los llamados de derecha o izquierda). Y de ahí fue pasando a otras organizaciones (de las que no pagan impuestos) siempre luchando contra el socialismo bananero que tanto escozor le causaba y le sigue causando, pero ahora contra el peor enemigo que le pudo haber tocado: AMLO.
“No hay nada más pinche gacho que tener que soportar a un tipo como AMLO. Es el auténtico comunista que ha llevado a muchos países tercermundistas a la pobreza más espantosa. Imagínense nomás que es admirador de Fidel Castro, del Che Guevara, de Nicolás Maduro, de Lula y de cualquier otro naco que dizque busca salvar a los pobres. Lo que no sabe este comunista es que la pobreza es parte de la historia. Siempre han existido y existirán, ricos y pobres, porque así lo dicen claramente las escrituras, bola de herejes adoradores del chamuco. Por eso debemos de juntarnos todos los que creemos que el país se está derrumbando”, dice en sus redes el salvador de la patria, el priísta y panista (pinche mezcla que existe, por desgracia) que aun usa pañal desechable.
“Pues bueno. Es el momento de iniciar a echarle cacayacas al dictador en Twitter. Ya les mandé mensaje de WhatsApp a todo el grupo, para andar llenando de mensajes subidos de tono que el AMLO es peor que una película de Derbez. Veamos quien se conectó…. Loret, Ferriz de Con, Borolas, que diga, Felipín, el grifo o sea Fox, los méndigos socialistas del PRD, ya anda el Belauzarán y el Chucho mayor (tener que aguantar a esta escoria, pero ni modo). Los trabajadores de papi, bien. Pues a echarle al méndigo comunista”.
Acostado, con su pijama de Kimberly, el señor X toma su chocolatote y tuitea babosada y media. El domingo tiene mitin, pero primero debe ir a la iglesia. “Uta, que difícil es ser un intelectual”, pensó el babotas. ¡Chale¡