Agridulce realidad
Esta semana que recién terminó, llegó con noticias agridulces para los zacatecanos, particularmente para familias que encontraron paz en la resolución de sus problemas, y llena de malas noticias para muchas otras, lo que, lamentablemente, no deja un buen balance por donde quiera que se le vea.
Por un lado, pudimos ser testigos de la algarabía de todo un pueblo, el de Chaparrosa, Villa de Cos, tras la reaparición con vida y salud del pequeño niño Teo, quien en circunstancias todavía no clarificadas del todo, fue encontrado caminando por las calles de la comunidad Las Pilas, del municipio de Morelos, no tan lejano a su comunidad de origen. Lo encontraron policías municipales en la oscuridad de la noche, y fue regresado a sus familiares, según las versiones oficiales.
No está de más destacar la alegría con la que fue recibido en su pueblo, por una buena parte de sus familiares, conocidos y ciudadanía en general, que les llevó incluso a hacer repicar las campanas de la iglesia local, y luego ofrecer una celebración religiosa para agradecer a Dios que hubiera retornado vivo y sin daño, luego de casi un mes de estar desaparecido. La investigación del caso debe continuar hasta dar con los responsables de su sustracción, y llevarlos ante la justicia.
Sin embargo, a la par de la felicidad que causó la aparición del niño Teo, también fuimos testigos de que más familias se sumaron a la ya demasiado larga lista de zacatecanos que buscan a algún ser querido que ha desaparecido en circunstancias similares, pues las fichas de búsqueda de otras personas, incluso otros menores de edad, siguen inundando las redes sociales.
Además, presenciamos a través de las noticias también cómo otras decenas de familias se llenaron de luto por el asesinato -aparentemente sin sentido- de algunos de sus integrantes, siendo algunos de los casos más terribles los de los ataques en establecimientos de esparcimiento como bares en la capital y en Jerez, donde se desataron verdaderas masacres, sin que haya todavía avances públicos en la investigación sobre quienes perpetraron semejantes actos de violencia que, también hay que decirlo, han impactado directamente en varios sectores de la vida económica de nuestra entidad.
Y a todo ello tenemos que sumar también el hecho de que han continuado los asesinatos y ejecuciones de más elementos de corporaciones policiacas, varias de ellas mujeres, con lo que también vemos cómo ni siquiera quienes se encargan de nuestra seguridad están seguros, y vemos que sus asesinos no se detienen ante nada ni ante nadie.
A lo largo de la semana que terminó, estuvo también en el aire, en los corrillos políticos y en los comentarios de la propia gente, el rumor de que el relevo en la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública ya era un hecho, pero hasta el momento de escribir estas líneas, todavía no se ha formalizado dicho cambio, con todo y que incluso ha trascendido ya el nombre de quien presuntamente será el sustituto de Adolfo Marín Marín, y que también es un miembro retirado de las fuerzas armadas, y que viene suficientemente recomendado desde las más altas esferas del gobierno federal.
Con todo este panorama, hay muchas preguntas que la gente se hace, como: ¿las movilizaciones del pueblo de Chaparrosa y la paralización de la ciudad capital tuvieron que ver con que lo hayan dejado libre? ¿Hay ya indicios de que la situación ha empezado a cambiar, tan sólo con el trascendido anuncio del relevo en la Secretaría de Seguridad? ¿Seguirán las ejecuciones contra más elementos de policía, sin que haya nada que puedan ellos hacer para defenderse? ¿Cuántos más asesinatos de ciudadanos civiles se requieren para que los gobiernos reconozcan que no todo lo que están haciendo funciona, ni siquiera medianamente?
Para quienes nos ven desde fuera, Zacatecas se ha convertido en una especie de “zona de guerra” y, por ello, se afectan tanto las visitas de los turistas como las intenciones de inversión de las empresas extranjeras. Ni quién lo dude. Para los propios zacatecanos, esta situación se repite un día sí y el otro también, y no parece haber nada que lo detenga o lo contenga. Y ni quién cuestione ese razonamiento.
A final de cuentas, lo único que podemos hacer nosotros, como ciudadanos de a pie, es seguir exigiendo que la autoridad haga su trabajo, y que nosotros cumplamos con la ley y eduquemos a las generaciones futuras en el respeto a la ley y a la autoridad. Y si no funciona, pues tomar las vías legales disponibles para intentar cambiar la realidad… o cambiarlos a ellos. Reflexionemos sobre todo ello.