SAÚL ORTEGA
SAÚL ORTEGA

JEREZ DE GARCÍA SALINAS. En los bares ubicados un costado del jardín Rafael Páez alistan las mesas altas, los bancos y trapean el frente de los locales. En su interior, los baristas limpian los vasos, mientras que los meseros aguardan a los comensales que no llegarán. La gente tiene miedo a salir por la violencia en el municipio.

Desde temprano los comerciantes abren sus puertas y la personas comienzan a recorrer las calles con la prisa de volver tan pronto como sea posible a sus casas, sin detenerse a observar la mercancía de las tiendas.

“Ahora la gente no se detiene, pasa rápido, atiende sus cosas y se va para su casa”, dice el propietario de una heladería del centro de la cabecera municipal.

Silencio en las calles

En esto coinciden los encargados de bares y tiendas del Centro, incluso los músicos como el trío Los Idiotas de Jerez explican que hay días que, aun cuando la gente transita por la Alameda, “nos vamos en blanco”. Sentados a la sombra de uno de los árboles esperan pacientes con sus instrumentos.

Los tres reconocen que Jerez no es el de antes, ahora impera la inseguridad y el miedo en sus calles, sin revelar sus nombres, con el temor a cuestas y la sonrisa en los labios, mencionan que “la gente ya no pide canciones y aunque las bandas están todo el día, cada vez suenan menos”.

Y sí, a unos metros las tubas, trompetas y bombos aguardan juntos a sus dueños. La única constante es el ruido de los motores y el paso apurado de las personas, de pronto alguna banda toca una, dos canciones a lo sumo y el silencio vuelve a las calles.

En los bares las sillas siguen vacías, los comerciantes ven a la gente alejarse sin siquiera voltear a ellos. En una tienda de ropa una mujer al teléfono dice: “las ventas están muy bajas y no parece que mejoren”.

Los puestos de nieves, tostadas y duritos instalados sobre la avenida San Luis también lucen inusualmente solos, son pocos los comensales interesados en los productos, la prisa es constante.

Un vendedor de nieve culpa a la cuesta de enero de sus bajas ventas, sonríe nervioso y cambia de tema, prefiere el silencio y anonimato antes de hablar de los problemas de seguridad en el municipio.

Esta actitud se repite de manera constante entre los vendedores de dulces y juguetes a la puerta del mercado principal del municipio.

El bar de la tragedia

Conforme el camino lleva hasta las puertas del bar El Venadito, donde hace ocho días fueron acribilladas al menos 13 personas en su interior, el silencio aumenta, los motores de los carros envuelven todo.

Quienes pasan frente a las puertas del lugar se detienen a leer los carteles que dejaron los manifestantes del jueves, en los que se leen las exigencias de seguridad para Jerez.

En una lona están impresos los nombres de Jorge Luis, Eduardo (Toñito), Armando, Martín, Raudel, Marisela, Julio y Cielo Alondra, víctimas del atentado.

Sobre una cartulina está plasmada la exigencia a las autoridades de localizar a Estrella Saucedo Ramírez y Lisset Medrano Hernández de la comunidad El Durazno; también, el nombre de Daniel Hernández Carrera y Manuel Bañuelos de Las Quintas, así como el de Jesús Juárez Martínez, de la colonia Niños Héroes.

Frente a la puerta al menos una veintena de veladoras apagadas quedaron como mudos testigos de la marcha que culminó a las puertas de la Presidencia Municipal y donde se exigió la cancelación de la Feria de la Primavera.

Primero la seguridad

Los comerciantes consideran que aun cuando es necesaria la reactivación económica del municipio “primero está la seguridad de todos, no sabemos quiénes vayan a venir”, comentó el heladero que tiene un local en la plaza principal.

La idea también está entre los dueños de los bares, quienes aseguran que la situación de locales vacíos no es consecuencia de lo ocurrido en El Venadito, “tiene más de cuatro meses que estamos así, ahora con lo ocurrido sólo se hizo más constante”.

Explican que desde hace semanas la gente que visitaba Jerez desde Fresnillo, Zacatecas, Guadalupe y rancherías cercanas dejó de acudir de manera cotidiana. Ahora, quienes llegan a estos locales nocturnos son jóvenes de las colonias, nada más.

Incluso estos grupos abandonan temprano los bares y centros recreativos ante posibles hechos de inseguridad, lo que ha llevado a los propietarios a cerrar sus locales entre las 23 y 23:30 horas, pues las ventas son bajas y los riesgos altos.

Al menos tres trabajadores de estos bares coincidieron que lo mejor es salir de trabajar temprano y evitar algún riesgo, “además a esa hora ya no hay gente en la calle”, comparte uno de ellos.

La falta de clientela es visible no sólo en estos bares, también los restaurantes y taquerías carecen de comensales. “Si hay mucha gente, pero no entran y quienes llegan consumen rápido o prefieren pedir para llevar”, dice un vendedor de tacos.

En Jerez la vida para sus habitantes pasó de ser un Pueblo Mágico a un pueblo trágico.

 

“La gente ya no pide canciones y aunque las bandas están todo el día, cada vez suenan menos”

MÚSICO

 

“Ahora la gente no se detiene, pasa rápido, atiende sus cosas y se va para su casa”

COMERCIANTE

FOTOS: JESSE MIRELES


Deja un comentario