MADRID. No han pasado muchos años de la imagen de aquel niño jugando al toro en la plaza San Marcos, con una personalidad que caminaba bajo la seriedad: sonrisa discreta, pero sueños grandes.
En Leo Valadez existía, desde entonces, una promesa de fidelidad, ¿a qué?, a él mismo. Apostó como muchos, se forjó la dureza para sobresalir y dejó en los años de juventud a la familia, la casa, la tierra que lo vio nacer, para llegar a España, donde miles comparten el mismo sueño.
Leo tenía que ser una pieza diferente, y lo fue: firme, reacio como novillero y después como matador; cultivando las ilusiones que poco a poco se convertían en realidades. No ha sido fácil, pero en la vida lo que vale tampoco lo es.
Este 21 de mayo, Leo llegó a una cita imperdible con el destino a Las Ventas, una plaza que quita el sueño, pero que llena de gloria.
Qué cerca ha estado de abrir la Puerta Grande, de romper las décadas donde pareciera que se cerraron a piedra y lodo para los mexicanos. Sin embargo, hoy se cristalizó para muchos un triunfo compartido, deseado, anhelado.
Y esto, que quede claro, va más allá de los trofeos, de esa oreja contundente, de peso, de enorme valor, pues Leo demostró que está hecho de madurez y plenitud para cautivar.
Sin hablar del pasado, o del futuro, Leo es presente, Leo es persistencia, Leo es constancia, Leo es MÉXICO.
Así, con el tercero, Trasmallo, de 549 kilos, Leo Valadez firmó un buen saludo capotero. Un quite por crinolinas que ha desgranado una gran ovación.
El brindis al público, arropado por la importante presencia de mexicanos. Se dobló con el toro, y comenzó a instrumentar con mando la primera serie, encajada, reunida, por pitón derecho.
El toro embistió, se metió en la muleta del mexicano, quien corrió la mano para firmar una nueva serie, portentosa, con verdad. Por el izquierdo, tampoco se dejó nada, pero tuvo menos transmisión el toro, de ahí, la apuesta de tomar de nueva cuenta la muleta con la mano derecha, variado, con ritmo, y entrega.
Una serie más por el derecho, tres muletazos y el toro se frenó, no obstante Leo aguantó una enormidad. De rodillas, manoletinas que han emocionado mucho; se tiró a matar con entrega y verdad, donde es todo o nada. Oreja.
El sexto, Ibicenco de 554 kilos, para Leo Valadez, quien emocionó con el vibrante quite por zapopinas. Muy aplomado el astado en el tercio final, parándose y defendiéndose. Lo intentó Valadez al sacar muletazos muy limpios. Espadazo caído. Palmas.
Destaca Adrián de Torres
Adrián de Torres abrió la tarde con Mimoso, de 560 kilos, de Fuente Ymbro, donde aquel hizo el buen toreo con el saludo capotero al recrearse por verónicas.
En este momento fue prendido de forma terrible, llevándose una voltereta sin consecuencias. Muletazos por alto, quieto y estoico el torero, quien mostró sus buenas maneras con este exigente de Fuente Ymbro.
El toreo por el derecho en una primera serie con mando, pero el toro se metió con ese peligro latente, avisándole en dos ocasiones. Por el izquierdo, se ha visto el torero poderoso, firme ligando los mulerazos ante el de Fuente Ymbro, que tuvo sus teclas, pues aquí también ha pegado los arreones.
Se dejó el alma en una muestra de valor, pues el toro le ha prendido aparatosamente. Con valor y determinación se quedó y apostó hasta el final. Le negaron la oreja y dio vuelta al ruedo.
No se desplazó el segundo del lote de Adrián de Torres en el capote, haciéndolo además cabeceando.
El astado de Fuente Ymbro evidenció poca raza y entrega, derrotando siempre por arriba. Muy por encima de la condición de su antagonista, quien se ha puesto muy de verdad. Pinchazo y estocada trasera. Silencio tras aviso.
La voluntad de Juan Leal
El segundo, Sacacuartos, de 528 kilos, para Juan Leal, quien de rodillas comenzó su faena con la muleta. Qué peligro mostró el toro apenas en los primeros pasajes. No, no fue fácil, ni arrimarse ni sacar los muletazos, pero el torero tuvo voluntad, y ese deseo se revolvía muy pronto. El de Fuente Ymbro se fue a menos, al que pasaporta el diestro galo de una estocada corta atravesada y descabello. Silencio.
Con un pase cambiado por la espalda de rodillas empezó la faena Juan Leal, ante el quinto, un soso, falto de raza, que ha protestado al final del viaje.
En la segunda parte del trasteo, cuando pisó terrenos de cercanías, llegaron los mejores momentos, fundamentalmente con la mano izquierda, por donde el animal embistió más largo y con más calidad. Concluye con manoletinas. Estocada echándose encima del morrillo, siendo volteado. Palmas.
Foto: Manolo Briones