CDMX. La edad no es una limitante para concretar las metas académicas.
Este 2023, María Concepción García Espino, mejor conocida como «Conchita» por sus seres queridos, cumplió su objetivo de titularse de la licenciatura en Antropología por la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (EAHNM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
De acuerdo con un boletín de la casa de estudios, la mujer de 73 años cursó su carrera de 2005 a 2009, y en 2007 empezó a colaborar en un trabajo de investigación en el Centro de Reinserción Social para Adolescentes Infractores (Cersai) de Chihuahua, que constituiría el tema central de su tesis.
Y si bien la elaboración de su proyecto de titulación arrancó en 2010, una serie de retos en los años subsecuentes dificultaron la conclusión del trámite.
Entre 2015 y 2016 tomó un curso especializado en creación de tesis y, finalmente, en el periodo de 2017 a 2022 fue asesorada por los docentes Andrés Oseguera Montiel, Cristina Núñez Gutiérrez y Carmen Grajeda Valdez en su proyecto final.
«Me ayudaron mucho mis asesores finales, también contribuyó que no tengo hijos ni esposo; creo que esa situación hubiera afectado los tiempos que destiné al trabajo», comentó la antropóloga oriunda de San Juanito, municipio de Bocoyna, Chihuahua.
A decir de García Espino, su paso por la carrera estuvo marcado por el apoyo de sus profesores, compañeros y hermanos. No sufrió burlas ni actos discriminatorios por su edad.
«Elegí la carrera de Antropología porque, de 1971 a 1999, trabajé como personal administrativo del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de Chihuahua, donde conocí temas de etnología que me gustaron mucho; soy jubilada de ese instituto, pero antes también estuve en un juzgado de primera instancia, lo cual me ayudó a conocer el sistema penitenciario en México y a decantarme por el tema de tesis que me dio el título de licenciada», explicó.
Para la elaboración de su trabajo de titulación El proceso de rehabilitación de menores infractores, la ahora antropóloga entrevistó a más de 100 jóvenes recluidos con problemas penales, psicológicos y de adicciones.
Ahí, la graduada profundizó en el proceso de rehabilitación llevado por los jóvenes de 14 a 18 años ingresados por robo, parricidio, violación u homicidio, por mencionar algunos delitos, y observó las labores de las autoridades para enseñarles un oficio.
«Dentro del centro no se permitía el uso de cámaras ni grabadora, por lo que tenía que anotar lo que me decían los internos o memorizar lo expresado», relató.
«Aprendí de sus vidas, pero también me di cuenta que al salir recaían en el vicio o en el delito, porque retornaban a su espacio afectado por la violencia y no había seguimiento de su rehabilitación».
Ahora, García Espino tiene interés por conocer la cultura de los pueblos indígenas del sureste del País y, en caso de realizar una maestría, le gustaría que fuera en Historia.
«El análisis del Cersai ahí quedará para que futuros investigadores ahonden sobre la operatividad e historias de vida que encierra el lugar», precisó.