Guanajuato.- Una obra colmada de pasión y soledad, donde el amor se cuela en la fusión de cuerpos movidos armoniosa o caóticamente por las notas de Bach, Björk, Liu Bo, es “Prisma”, espectáculo con el que se presentó anoche la compañía Beijing Dance Theater en la 40 edición del Festival Internacional Cervantino (FIC).
Bajo la dirección de Wang Yuanyuan, la compañía de danza china engalanó la noche en el Auditorio del Estado con un montaje de danza contemporánea dividido en tres cuadros coreográficos: “Luminoso”, “Cruzando” y “Mapa de Mí”.
Pontus Lidberg, Wanw Yuanyuan y Louise Midjord dieron forma a las coreografías ejecutadas con delicada contundencia por los bailarines que con sus movimientos y todo su cuerpo transmitieron al público emociones de pasión, acompañamiento, separación y pérdida.
Un día perfectamente azul con el ruido de las olas y el movimiento candente del abanico hizo a la imaginación trasladarse a un día soleado a la orilla del mar, o sentir la amenaza de la tormenta con sus nubes oscuras y sus relámpagos.
Hay una línea conductora de la vida hasta que llega el momento en el que el bailarín como cualquier ser humano la traspasa para ya no dar marcha atrás a lo que era antes y comienza a escribir nuevas notas, nuevos movimientos, nuevas aventuras amorosas, es decir elaborar otra historia.
Lidberg cuenta sobre su obra “Luminoso” que cuando viajó a Pekín descubrió que quería mostrar algo que fuera como la quinta esencia oriental y entonces se decidió por el abanico que se mece entre los artistas que se mueven entre paisajes azotados por el viento, árboles, y la interacción humana, o los amantes al compás de la música para teclado de Johann Sebastian Bach.
“Cruzando”, de Louise Midjord, es como traspasar la frontera, entre la conformidad o la permanencia, la calma y seguridad de un amor conocido y la tentación de cruzar el umbral a lo prohibido que al final te lleva a danzar por un camino de relámpagos y espinas para convertirse en tu último destino.
Son sonidos raros, roncos del oriente, a veces violentos y otros delicados y melancólicos hasta arrancarte una lágrima del alma al imaginarte solo y al mismo tiempo acompañado de la nada. Los danzantes están ahí moviéndose, acariciándose, deslizándose por el suelo pero pareciera que no lo tocaran, con el respaldo musical de Wu Jun y Liu Bo.
La música de Euhma, John Cage, Max Richter y Björ son el pretexto para que los brazos y piernas se extiendan como de aves en pleno vuelo, libres como el viento.
Hay líneas, se trazan varios caminos y con paso marcial hay que seguirlos pero el hombre-mujer se revela y los destruye, los pisotea y termina por hacer sus propios mapas y trazar sus propias rutas.
“Es una geografía enteramente basada en el tema del amor” se anticipa sobre el motivo de la obra pero basta con escuchar los sonidos y seguir los movimientos para que la emoción estalle como cuando descubres algo nuevo y estás dispuesto a ir siempre más allá, ir más lejos, quitar fronteras, derribar los miedos.
Es como verte de frente a ti misma, ya sea sola o acompañada pero siempre tú desde una ciudad nueva, las montañas, los ríos, los mares, en senderos que nunca antes habías estado y que vas descubriendo formándote así tu propia historia.