Zacatecas.- En entrevista exclusiva con NTR Medios de Comunicación, Veremundo Carrillo Trujillo, poeta, ex clérigo y catedrático de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), recordó el surgimiento de la Facultad de Humanidades, hace 30 años.
En marzo de 1965, dos años antes del surgimiento de Humanidades, organizó, fuera de clase, a un grupo de profesores para idear una escuela que se contrapusiera a los campos de estudio técnico, a los que se dirigía la UAZ.
Al escuchar la propuesta, las autoridades los consideraban como maestros desocupados, que no hacían el trabajo que les correspondía en las aulas.
Originario de Tepetongo, Veremundo Carrillo invitó a varios maestros, pero muchos de ellos rechazaron el plan, por lo que se fueron a preparatorias y no colaboraron.
Los promotores que apoyaron fueron Lauro Arteaga Muro, Benjamín Morquecho Guerrero, José María Palos, Patricia Pensado Leglise, Jesús María Navarro Bañuelos, Cuauhtémoc Esparza Sánchez, Héctor David Cárdenas y Juan Francisco Rodríguez Caldera, cinco de ellos ya fallecidos.
Tras un camino fatigoso y necio, en Jerez, se hizo la inauguración de la Escuela de Humanidades el 20 noviembre de 1986, en el bicentenario del nacimiento de Francisco García Salinas, y se dio el nombramiento oficial el 7 de septiembre de 1967.
De esta forma, inició su vida pública la Escuela de Humanidades, que luego se convirtió en Facultad y se escindiría en las actuales unidades académicas de Letras, Historia, Filosofía y Antropología.
Humanidades nació con tres profesores, 34 alumnos, una secretaria y un intendente, con una máquina de escritorio descompuesta como equipo; esos docentes no tenían descargas de trabajo y se movieron por el amor a la sabiduría, con ingenio, con doble oficio de docente y de funcionario, con un solo salario.
Veremundo Carrillo asentó que “aunque seguimos parcialmente en deuda, se quiso promover un saber profundo, pero no encerrado en una especialización: que el historiador, el literato y el filósofo no se encumbraran desde el filo de su espléndida muralla, sino que tuvieran un conocimiento fuerte y alto para dar una sabiduría convincente”.
Por eso se propuso un tronco común de dos años, que luego se redujo a uno, y que desapareció por comodidades de presupuesto y política.
Carrillo Trujillo afirmó que se ha hecho lo que se quería hace 30 años, pues la escuela de Humanidades ha crecido y se ha adaptado, y el trabajo que se hizo va rindiendo frutos, por lo que se ha convertido en un área que compensa el valor de la Universidad.
Además, esas carreras son pertinentes “ahora que existe el peligro de que los mexicanos se conviertan en empleados de empresas extranjeras, que no puedan pensar, persuadir, porque ellas tienen ideas muy acartonadas y se mueven por muchos intereses económicos”.
“Nosotros tenemos una tradición cultural riquísima, que se complementa con el abundante material disponible en todas las áreas; desgraciadamente, los intereses mundiales apuntan hacia el provecho material inmediato, más que aquellos grandes movimientos del rescate del pensamiento y sentir del hombre”, subrayó.
Para Veremundo Carrillo, las Humanidades son muy importantes, sobre todo en Zacatecas, que siempre se ha apoyado en el arte, y un tanto en la ciencia, pues ha dado músicos, pintores, pensadores, estadistas y escritores, que han hecho de éste un estado sobrio, que es pobre, pero que intrínsecamente tiene un subsuelo riquísimo.
Además, ponderó el gran número de egresados que se enfoca en el fomento a lo humano, de los valores zacatecanos, que se insertaron en la prensa, en la cultura, en la docencia, aunque, desgraciadamente, aún no tienen el lugar que les corresponde.
Doctor en Filología Clásica Grecolatina, Veremundo Carrillo externó que en las carreras humanísticas permea la división porque algunos dirigentes y docentes descuidaron la pasión de los fundadores, de hacer algo grande por Zacatecas, “y se quedan en pelear y trabajar por un salario y prestaciones, que al último las pierden”.
“Debemos fomentar la unidad desde dentro de la universidad; al principio no existía envidia, sino que nos movía la colaboración; se dejó de tener la mentalidad social para volver al egoísmo no sólo en cada escuela, sino en cada materia”, lamentó.
El fundador de la Facultad de Humanidades manifestó que fue una gran obra, no personal, sino un gran aporte para la universidad y para el estado; “tengo una gran satisfacción, pues nuestra vida ha sido útil, aunque desaparezcamos y pese a que después algunos figuren en la historia, cuando más bien fueron obstáculo”, acotó.
El 28 de abril, en un emotivo encuentro, docentes, estudiantes y egresados convergieron en la clausura del primer Congreso Nacional de Humanidades, en el Centro Cultural Palacio de Gobierno.
Ahí se homenajeó a los fundadores de la Facultad de Humanidades de la UAZ; y se recordó que hace tres décadas, esos docentes impulsaron las posibilidades de la enseñanza y los campos del conocimiento, por lo que luego del trajinar por conseguir un edificio para impartir clases, se logró la primera generación de egresados.
Lauro Arteaga subrayó que a partir de la etapa de actualización, “nuevas generaciones de maestros se han encargado de darle respeto y lustre a las Humanidades, y sin que se alce una bandera común, los filósofos son literatos e historiadores; los historiadores son filósofos y literatos, y los literatos son historiadores y muchas veces filósofos; los arqueólogos siguen su propio camino, pero ya no pudimos estar mucho tiempo con ellos”.
En la clausura del primer Congreso Nacional de Humanidades, Veremundo Carrillo concluyó su discurso con un pequeño poema, un carmina, al estilo mexicano, según sus palabras: “de poeta y de filósofo, de historiador y de antropólogo, todos tenemos un poco”.