Entre las certezas y lo efímero
Entre más sabemos terminamos por reconocer que sabemos muy poco; eso es lo que se desprende cuando reconocemos que nuestro conocimiento es apenas una parcela del saber. El hombre promedio busca angustiosamente vivir en las certezas; si la realidad le cuestiona, termina por atribuir al destino aquello que no logra controlar. Pero ese ser humano no se da por vencido, si no encuentra certeza en su mundo, evolucionará a concebir que existe una certeza que es infalible a la que le dará nombre divino.
Todo es efímero, eso es lo que hemos aprendido de la nueva modernidad. La certeza de un tiempo se vuelve incierta, la verdad científica termina relativizada, lo desconocido con el paso del tiempo se transforma en conocido; total que la realidad es un fluir permanente, como el agua, difícil de tomar en puñado de ella en las manos.
Hemos estado empeñado en construir estructuras sociales estables, pero la realidad se nos ha vuelto un fluir constante que se niega a convertirse en una estructura fija.
Si antes pudimos pensar la realidad como un conjunto de estructuras, hoy es necesario elaborar nuevas imágenes, otras coordenadas o una nueva cartografía donde la sociedad se nos presente como un río, cuyo cauce termina permitiendo su libre y permanente fluir. Además, un cauce cuyo almacenamiento termina por derrumbar toto tipo de muros.
La misma modernidad actual nos conduce a la sensación de que nada es estable. A veces nos hemos quejado de que hoy todo es diferente a cuando éramos niños; es decir, oponemos la tradición frente al futuro; se trata de una añoranza que no tiene sustento. Antes escuchábamos música en discos de 33, 45 y 78 revoluciones por minuto, después en cassettes, luego en cartuchos, más tarde en CD y hoy basta abrimos la computadora y conectarnos a Spotify o incluso, llegar a casa y decirle a Alexa que nos ponga canciones de nuestra preferencia. Todo esto indica lo efímero de una tecnología abre permanentemente caminos y crea dispositivos técnicos que terminan mostrando lo volátil de aquello que parecía no serlo. Seguir añorando el pasado y creer que era mejor regalar un disco que copiar la dirección electrónica de una canción y enviarla a terceras personas definitivamente la evidencia indica que no tiene razón de ser.
Así también es el conocimiento: entre más conocemos, más terminamos por dejar de fantasear con la seguridad de las certezas porque el horizonte se va ampliando y termina por reconocer que en medio de la sabiduría crece más y más la incertidumbre.
Si las personas no problematizan su devenir terminan con un espíritu envejecido; es una forma de muerte por inanición intelectual. Éstas y otras cuestiones son las que están detrás de quienes creen que los jóvenes que ahora llaman millennials han perdido la perspectiva de lucha social cuando, en realidad, esos jóvenes se dan cuenta que las viejas generaciones han dejado de actualizarse y que, por tanto, siguen atados al pasado de su formación intelectual.