El reloj marca las 15 horas, el calor sofocante de los primeros días es el compañero de decenas de hombres, mujeres y niños que aguardan impacientes, y sin alimento, información de sus pacientes ingresadas en el Hospital de la Mujer en Guadalupe.
Muchas de estas personas escasamente traen dinero en el bolsillo para comprar agua, en algunos casos difícilmente están en condiciones de comprar algún alimento y las horas de espera no ayudan a contener el hambre.
Una mujer y su hija, cargan sendas cajas en sus manos, son de alguna marca de huevo y se instalan bajo uno de los tejabanes que utilizan quienes esperan pera resguardase del inclemente sol, no así del aire que sopla y resulta molesto.
Teresa, la mujer de las cajas, las abre y en el interior están guardadas 150 tortas y el mismo número de jugos de fruta, mete la mano en una de ellas y la ofrece al primer niño que, con recelo, duda en aceptar el alimento, tras unos segundos lo toma y maravillado sonríe a su mamá, quien también se acerca y con modestia pide permiso para tomar una torta
La hija de Teresa, quien prefirió reservar su nombre, toma un par y las pone en la mano de la mujer sonriente, satisfecha va a lado de otra persona que la acompaña y ambas comparten el alimento.
Poco a poco mujeres, niños, hombres se acercan a tomar una torta y se retiran con la confianza de que algo habrán de echar a la panza para soportar la espera de información de sus familias, Teresa sonríe con satisfacción en cada entrega.
La mujer originara de la comunidad El Cerrito de la Cruz, en Ojocaliente, explica que ésta es la segunda ocasión que acude a dejar tortas en el Hospital de la Mujer Zacatecana para cumplir, “con una manda”, pero más que una manda es una promesa.
“La primera vez que vine fue cuando salió mi hermana, se le murió su bebé, pero yo me prometí a mí misma que si ella salía bien, yo iba a repartir comida a quien lo necesitara, ahora es porque mi hijo se fue a Estados Unidos y llegó bien”, relató
Agregó que ella no le promete nada a ningún santo “porque al final cuando estamos necesitados le rezamos a todos los santos, lo que importa es ayudar de corazón a quien lo necesita”.
Lentamente las tortas se acaban, quienes obtuvieron el alimento agradecen una y otra vez a Teresa, quien sonríe, toma las cajas vacías bajo el brazo y toma el camino de regreso a su hogar.