Un estado de Israel en gestiones avanzadas para hacer negocio con las naciones árabes que lo rodean. Un entorno comercial y diplomático favorable. Israel asentado en un territorio que obtuvo de manera por demás controversial. Del año 1948 a la fecha demasiadas cosas han pasado.
Es como si una persona cayera en estado de coma en el año 1994 y despertara hace unos días tras 29 años de dormir. En dicho lapso un hombre de raza negra fue presidente de Estados Unidos (y además se llama Barack Hussein Obama), el PAN gobernó México por dos sexenios, un presidente mexicano besó el anillo papal y el PRI hoy solo tiene nueve senadores; el recién despierto comatoso no lo creería.
Lo mismo sucedería con una persona medianamente informada de lo que ha sucedido en el territorio palestino (Israel incluido) que hoy está al rojo vivo y donde si le recortamos 15 años al lapso de coma, veríamos cómo, de tres lustros para acá, las cosas han sufrido desdobles alucinantes: la mayoría de naciones árabes que rodean al estado de Israel, lejos de cuestionar su derecho a existir, reblandecen sus posiciones más radicales abriéndose a hacer negocios y eventualmente no se descartaría incluso establecer relaciones diplomáticas.
Una vez más, contexto. Irán se ha manifestado en apoyo total hacia el pueblo palestino e inclina sus simpatías por Hamás. Pero inclusive Irán ha cambiado su posición. De ser una nación en abierta beligerancia hacia EEUU e Israel, el país persa está en vías de recuperar algunos de sus activos congelados por el gobierno norteamericano y vía los buenos oficios de China, se ha abierto las puertas para establecer algunas relaciones comerciales con naciones que tenía cerradas de tajo.
Cambios y más cambios. Pero mientras todo eso sucedía, la franja de Gaza y los millones de Palestinos que viven en ella solo veían empeorar su situación ante la indiferencia de los muchos involucrados. En tal escenario, Hamás preparó con un sigilo formidable para sus objetivos un ataque perturbador y sangriento para alterar el sentido de las cosas.
En ese contexto, la legendaria inteligencia israelí cometió una terrible omisión al no anticipar este ataque. La alevosía con que se perpetró el operativo de Hamás complica toda posibilidad de dar una salida pacífica al asunto.
Hamás ha inaugurado una etapa bélica de mediano plazo y consecuencias funestas para sus principales líderes, quienes habrán de asumirlo en aras de conseguir sus objetivos.
Y hablando de objetivos, el primer impulso de la comunidad internacional fue un rechazo total y tajante al terrorismo perpetrado por el grupo radical palestino y por ende un apoyo irrestricto a Israel, pero al paso de unas horas, a lo más días, y tras declaraciones de funcionarios israelíes de tipo “estamos lidiando con animales humanos” y la anticipación del primer ministro Netanyahu de una campaña antiterrorista que no tendrá miramientos hacia la población civil que habita la de por sí precarizada franja de Gaza, los apoyos comienzan a moderarse.
El antecedente de cómo Gaza ha padecido un bloqueo multifactorial por años ha vuelto a la comunidad internacional (Unión Europea incluida) más prudente a la hora de prodigar apoyos.
Israel no tiene el tamaño ni la influencia de Estados Unidos en el concierto de las naciones. Si bien tiene aliados poderosos, el Estado israelí debe actuar con sabiduría ya que, de lo contrario, será gravitado hacia el terreno donde lo quiere Hamás y comenzaría a alienarse de lo mucho que ha logrado en los últimos lustros. Entonces el “mundo al revés” volvería a su estado anterior. Mientras tanto, China, Rusia, Irán y otros interesados influyentes observan. Nosotros, aunque desprovistos de influencia, también debemos hacerlo.