Experiencias espaciales
A los que no quieren bailar country, el wane wane o La Macarena en las fiestas se les invita imperativamente que “entren en ambiente”, eso no es otra cosa más que sugerir que hicieren lo que vieren en el lugar en el que estaren. El ambiente, atmósfera o entorno es eso que no se ve pero que define las situaciones según el asunto a tratar y que da pautas de comportamiento que se deben o se sugieren adoptar.
En los funerales no está bien visto, por ejemplo, reírse a carcajadas porque rompe con el lúgubre ambiente que debe de velar a un finado; sucede algo muy parecido cuando alguien tiene la cara apachurrada en un evento hecho, premeditadamente, para celebrar algo que valga la pena pretender célebre felicidad festejable.
Cuando en las graduaciones, despedidas y también en los velorios tocan Las Golondrinas, los lagrimales ya saben que llegó el momento de perder la lucha contra la contención.
A los minisplits también llamados acondicionadores de aire, les dicen también ambientes porque al apachurrar un botón transforman veranos en inviernos inmediatos, aunque sea nomás justo alrededor del ambientado.
Juan Gabriel cantaba jocosamente que había un lugar de ambiente donde todo es diferente para bailar alegremente toda la noche ahí, esto además de memorizarse fácil por las rimas y su estilo, hace alusión a que de seguro nadie baila tan triste y que el tiempo puede pasar inadvertido en el ambiente indicado.
Los bares, antros y cantinas son algo así como ambientes preconcebidos y artificialmente disponibles para el goce público, son fiestas a las que nomás les falta el pretexto y, por supuesto, los festejantes, porque el ambiente ya está puesto a priori. Cualquier salón de fiestas podría entonces convertirse en una iglesia u oficina buscando la ambientación adecuada.
Algunes cursis empedernides para nada ridícules planean atmósferas con tenues velas aromáticas, pétalos de rosa formando corazoncitos y canciones bajitas de saxofones chillones porque aprendieron en las películas hollywoodenses, en los videos musicales o en algún comercial de perfumes que así debería de ser un ambiente romántico.
Las oficinas, por su lado, parece que deben mantener el aire lo más espeso posible para que no se les figure a los tramitantes que el ejercicio de burocrar no es cosa tan ligera y sencilla como para hacerse brevemente.
En cuando a las iglesias se refiere suelen tener sus techos lo suficientemente altos como para crear dignos ambientes de misticismo en el que parezcan difuminarse tierras con cielos. Quizás, si dios existiese, seguramente atendería sus trámites en pirámides, mezquitas o sinagogas y no en puestos de lámina, locales y tejabanes exclusivos más bien para asuntos menores de sus grupis y creyentes.
A los espacios que tienen lo necesario para sobrevivir y que no alcanzaron bautizo de casas se les dice monoambientes, son algo así como cocina, comedor, habitación, baño y necesidad de un clima suficientemente habitable todo bajo un mismo techito. Al parecer, nomás para sobrevivir, ni siquiera hace falta tantísimo, nomás saber a dónde hay que volver.
Para el caso, las cárceles también son monoambientes, pero dotadas con la máxima austeridad como para no olvidar ser lo mínimo y suficientemente humano. Son jaulitas que contienen la sobreviviente animalidad que no alcanzó a domesticarse y que por eso debe de estar detenida tras barrotes de metal, espacios bastante poco separados para que al menos circule entre ellos libremente la añorada readaptación social de los que no se portaron tan bien como para seguir siendo y estando libremente.
La ambientación no solo se define por entornos físicos creados por pisos, barrotes o paredes, sino también por las formas de comportamiento que adoptan los que están insertos en esas atmósferas artificiales y que son creadas para atender ciertas finalidades simbólicas.
Como en inglés, ser es también estar, pero en espacios bien determinados y determinantes. Desde bailar, cantar preso de la cárcel de tus besos, rezar o hasta guardar sepulcrales silencios hace a los ambientes que imponen normas sociales tácitas y que no pueden verse más que en manifestaciones del juego resultante entre espacios y cuerpos.
La interacción toma significados en los espacios y condiciona las experiencias y comportamientos que dirigen así el sentido de la vida cotidiana. De cualquier manera, nunca van a faltar los pobres desambientados en las fiestas con su carita apachurrada y sin ejecutar las danzas rituales que amerita la ocasión. Por fortuna, el simple hecho de bailar country, el wane wane o La Macarena en las fiestas, quién sabe cómo, ya crea una buena parte del ambiente.