Sobre el tiempo, la ciencia y las flores
El futuro ya pasó
Casi todas las novelas, series o películas de ciencia ficción proponen adelantos tecnológicos que volvieron fácil identificar cómo debería de verse un posible porvenir. Automóviles voladores, casas automatizadas y servidumbre robótica se volvieron clichés para evocar las maravillas que se prometía llegarían para cambiar el mundo y su regular funcionamiento. Si a alguien, actualmente se le pregunta cómo es que se imagina será el mundo dentro de quinientos o mil años, es probable que evoque a alguna de esas ideas que ha reforzado Hollywood, Netflix o los memes y que tienen que ver con efectos especiales, tonos planteados cromáticos y la conquista del espacio exterior por la insuficiencia espacial interior. Parece ser que un día el ser humano se dio cuenta que la dinámica de la vida en general tiende a la adaptación o en su defecto a la extinción, tal vez ese mismo día se percató de que la especie humana estaba inserta en esa misma dinámica. La verdad es que ya a nadie sorprenden los efectos especiales que se utilizan para simular cómo podría ser un mundo próximo. En las narrativas de la ciencia ficción se prevén catástrofes distópicas, conflictos por los recursos y una nula capacidad de intervención gubernamental para arreglar los problemas mundiales, algo curiosamente muy parecido a lo que tiene ya un tiempito aconteciendo de manera normal.
Científicos ficción
Todos los días hay múltiples estudiantes de pregrados, grados y posgrados que se esfuerzan por diseñar, ejecutar y exponer investigaciones sobre algún problema en particular que por alguna razón sienten importante enfocar. No todos esos entes extra preocupados llevan batas blancas, anteojos ni tubos de ensayo, algunos en realidad lucen más bien bastante trochos y lejanos a esas preconcepciones científicas relacionadas más bien con la química, física y esas ciencias que sí se consideran popularmente como tales. Ahí andan los pobres problematizando un mundo que de por sí ya se problematiza en cada salida y guardada del sol. Todos esos científicos basan sus trabajos en lo que alguien más se basó con la esperanza de que, algún día alguien, con la suerte y el esfuerzo suficiente, también se base en ellos. La producción de tesis ha llegado a un ritmo casi industrial y cuyos resultados resuelven el mundo de múltiples problemas que a veces ni los resolvedores sabían que existían. Se presentan resultados, se aplauden, se otorgan diplomas que digan que sí es cierto eso de que el mundo andaba muy mal sin el nuevo conocimiento aplicado. Se organizan tantos coloquios, discusiones bizantinas, tendencias, inclinaciones y muchos ismos con nombres de vacas científicas y sagradas que luego es difícil comprender por qué el mundo todavía no se entera que ya se resolvió.
No crecen flores aquí
La gente se mete a sus casas para no mojarse con la lluvia, se resguarda para que no les ande pegando el viento en sus caras, o el sol tueste sus multitonales pieles. Las casas son como espacios privados en los que se puede controlar lo que suceda más o menos. Se aclimatan al gusto, se decoran con los colores favoritos y se cuelgan retratos, cuadros o los santos de la devoción de los habitantes para pedirles cosas cada vez que sea necesario. Las casas cuentan con refrigeradores para mantener fríos los alimentos porque el calor no permite comerse mañana el sandwich que se elaboró hoy. Tienen estufas para recalentar, hornear y hacerse nomás quesadillas cuando hay mucha prisa. Las casas son el dominio de la naturaleza en metros cuadrados delimitados por muros de contención. En las casas se puede dormir, duchar, sentar, amar, vivir y morir. Se puede quejar la gente habitante de los ruidos que invaden lo que se piensa es sitio exclusivo para los ruidos propios. En las casas no hay piedras, a menos de que sean decorativas, hay relojes, sillones, mesas, garrafones de agua, zapatos, botes para la basura, trastes y de vez en cuando algún bicho que logra colarse por alguna hendidura de esas cajotas humanas. Incluso a veces, como clara muestra del poder del ser humano por encima de la naturaleza, se agregan arreglos florales para ponerlos dentro de floreros, encima de las mesas, sobre los pisos que van sobre el cemento arriba de la tierra en la que, antes de su apropiación, solían crecer libremente.