Crónica de un patrimonio casi perdido:
“La Zacatecana”
De unos años para acá existe mucho interés en el estudio del patrimonio industrial; historiadores, arquitectos y especialmente los arqueólogos se han abocado en la investigación de los bienes tangibles e intangibles que permanecen como vestigios de la cultura industrial de un momento determinado, entre los que se incluyen viejas fábricas, talleres, molinos, infraestructura de medios de transporte, minas, maquinaria, entre otras cosas.
Se dijo que su conservación es importante porque constituyen una huella del conocimiento tecnológico y científico de una época determinada y, por ende, tienen un valor histórico y en algunas ocasiones hasta artístico, pues este tipo de vestigios arquitectónicos no están exentos de seguir los cánones de la belleza o los estilos de una época.
Seguramente se estará preguntando sobre el interés de hablar sobre ello en las presentes líneas, pero con gusto le explico la razón.
Resulta que, como parece evidente, Zacatecas tiene una riqueza patrimonial importante. Sin embargo, ésta no solo se limita al ya conocido y riquísimo patrimonio cultural desbordado en templos, capillas, edificios civiles, así como tradiciones, festividades, gastronomía y bailes, de los cuales hemos hablando en algunas ocasiones.
Éste también se extiende al ya citado patrimonio industrial, el cual en primer término se deposita en todos los vestigios de la actividad minera, que ha sido y es el principal motor de desarrollo de nuestro estado, pero también en otros restos de actividades productivas exploradas en otros tiempos o en las viejas estaciones de trenes.
Y es que a pesar de que hay estudios e investigaciones, parece que el patrimonio industrial local no nos ha llamado tanto la atención, dejando su difusión y recuperación en un segundo término.
En la comunidad La Zacatecana subsisten unas viejas ruinas en cuyas paredes resopla el afán de modernización del pasado. Situadas a 11 km del Centro Histórico de Zacatecas, la antigua Fábrica Textil “La Zacatecana” todavía se encuentra de pie a pesar de tener más de un siglo de estar abandonada.
Fue estudiada por algunos historiadores y arqueólogos que han visibilizado la valía de este sitio que recibió el impulso del hermano del celebérrimo Francisco García Salinas. Su instalación en este lugar correspondía a la cercanía con la Hacienda de Trancoso y con el proyecto de impulsar el desarrollo económico del estado (que todavía estamos esperando) allá por el año de 1845.
Sin embargo, esta decisión no descansaba solamente en un proyecto económico de una élite política y económica, sino también en un contexto más amplio en el que a nivel nacional se comenzó a impulsar la diversificación de las actividades productivas de ciertas áreas, en un momento en el que la industria textil parecía lo suficientemente prometedora para detonar el desarrollo regional, como fue el caso de Puebla.
Pues bien, dicha fábrica funcionó perfectamente durante casi 70 años, dando empleo en su época de esplendor a 120 trabajadores que fabricaban mantas, frazadas y jergas, utilizando la tecnología de punta de la época, la máquina de vapor. Su triste final ocurrió en la época revolucionaria, cuando los avatares bélicos obligaron a su clausura.
Si usted se da una vuelta por este sitio, verá que todavía son observables las salas y galeras donde se situaba la maquinaria traída de Francia, en un paisaje que se enriquece por la poética de las ruinas industriales.
Aquí cabría preguntarse por qué a pesar de tener este espacio aún rico en historia, no se ha hecho nada por recuperarlo.
En este sentido, ¿sería muy descabellado pensar en hacer un centro cultural o museo que recupere la memoria industrial de esta comunidad? ¿O un centro comunitario artístico en donde se retome la historia de antaño y se recuperen los saberes contemporáneos?
La reutilización de espacios como éste ha sido una constante en los últimos años, ejemplos hay varios en diferentes puntos del país. La propuesta queda en el aire.