Una valoración útil del juicio a Genaro García Luna parte del desapasionamiento en favor o en contra de la 4T. Durante su presidencia Barack Obama visitó México y llamó a Felipe Calderón “un Elliot Ness” que emprendía una cruenta lucha contra el crimen organizado en el país.
Mucho ha pasado desde entonces. La estructura de poder de Estados Unidos y sus instituciones de impartición de justicia emprenden un juicio contra quien fuera el jefe de la política de seguridad del país de ese “Elliot Ness” que aludió Obama.
Las especulaciones comenzarán a caer por su propio peso cuando el juicio arroje información. Para la opinión pública de ambos países el que sea público le gana un atractivo descomunal.
¿Cantará García Luna contra Calderón y Fox como algunos enterados pronostican? ¿Se detendrá la lluvia de implicaciones con alguna negociación a puerta cerrada entre fiscales y defensa? ¿Qué tanto presionarán organismos como la DEA y los grupos políticos implicados en fiascos criminales como la operación “Rápido y Furioso” o la iniciativa Mérida?
En perspectiva el resultado es pasmoso. Se estableció una serie de mecanismos coordinados para combatir al crimen y a partir del 2019 ambos países caemos en el veinte de que estuvieron precisamente al servicio de las fuerzas que se “combatían”.
Uno de los síntomas de nuestro fallido sistema de impartición de justicia es precisamente este juicio. A falta de un sistema judicial confiable, y de emprender una lucha similar de este lado de la frontera sin sospecha de parcialidad o politización, preferimos ver de lejos cómo la justicia se cierne sobre el súper policía del calderonato.
Distamos de tener autonomía al respecto, pero tampoco nos dejemos seducir por el espejismo del estado de derecho norteamericano, que en efecto supera al nuestro a razón de que allá sí existe y aquí no. Podríamos suponer que la solidez del poder judicial federal en aquel país será suficiente para comprarnos un poco de tranquilidad, aunque dichos juzgados impartirán justicia en un certamen de coludidos y a final de cuentas el juicio será la racionalización de saber qué tanto lo estaban.
Más allá de que Calderón se muerda las uñas y vea evaporarse su sueño de regresar al poder cuasi indirecto (vía su esposa) y su otrora grupo político también pierda lo que le quede de credibilidad, el rédito del juicio para México será bueno a secas ya que habrán otros factores expuestos: los periodistas que promovieron y defendieron a García Luna mientras estuvo en el poder.
Su intensidad propagandística ya venía siendo materia de hemerógrafos y memoriosos, ¿cómo olvidar aquellas furibundas columnas? Inclusive, ¿cómo soslayar algunas actuales? Si resultan exhibidos en el juicio, ¿qué restará para quienes los siguen teniendo como referentes basados en las glorias de sus montajes televisivos? ¿Seguirá siendo fuente indiscutible de verdades por WhatsApp mientras hacen frente al autoritarismo de López?
Hablamos de desapasionamiento al principio porque este juicio terminará por darles la razón a algunos y confirmar sospechas en muchos otros casos. ¿Qué consecuencias tendrá esto con miras a los siguientes movimientos de nuestro sistema político?
Una vez más Estados Unidos echa mano de una intervención supranacional. A falta de tribunales confiables en México tienen que entrar terceros a subsanar las limitaciones para esclarecer, aunque sea un poco, lo que de verdad sucedió con la política de seguridad y combate al crimen entre 2006 y 2012.
Todavía cabe la posibilidad de que nuestras expectativas se vayan al diablo si las partes en el juicio negocian años de cárcel por información que implique peces más gordos o termine de exhibir a un sistema de por sí evidenciado.
La ruta de la justicia es sinuosa. Veamos.