Vivir con miedo
Vaya reacciones que generó mi anterior colaboración (https://ntrzacatecas.com/?p=12121), “Tiempos violentos”, porque recibí mensajes con comentarios de todo tipo: unos, platicándome las situaciones de inseguridad que han vivido ellos, familiares, amigos o conocidos; otros, cuestionando qué opinaba de los gobiernos actuales y a cuáles apoyaba; otros preguntando si yo estaba fuera de Zacatecas por la inseguridad y unos más con reflexiones sobre los malos gobiernos, lo mal que estaba el tejido social, la importancia de la prevención y otros sobre lo fundamental que es la educación. En fin, reacciones de diferente naturaleza.
A todas esas personas que me compartieron un sentir, gracias. Me da gusto que las modestas reflexiones de un servidor ayuden a que, como me escribió alguien, “me desahogo contigo, jajaja, pero sí está feo el tema”. Como sea, somos ciudadanos expresándose respecto de la sensación, percepción y perspectiva de la seguridad en nuestros lugares de residencia. A grosso modo, respondo: gracias por compartirme sus experiencias. Lamento mucho los episodios, pero confío en que no volverán a sucederles.
Yo cuestiono muchas decisiones de gobierno -soy licenciado en ciencia política y administración pública, es ineludible hacerlo- y pongo sobre la mesa comentarios para mejorar siempre, porque lo primero que pienso siempre es en apoyar a los gobiernos, todos, del partido que sea, porque por algo son gobiernos y, como ciudadano, debo aportar lo que me corresponde. Criticar no necesariamente significa estar en contra y, si hay alguna situación en la que no esté de acuerdo, créanme que habré de sugerir alguna alternativa.
Por otro lado, coincido en que tenemos un área de oportunidad tremenda en cuanto a prevención social de la violencia y en educación; en la primera, hay varios mecanismos de incidencia gubernamental, particularmente con actividades de ordenamiento urbano, integración social, culturales y deportivas, entre otras; en cuanto a lo educativo, necesitamos voltear los ojos hacia nuestras seres queridos en la célula básica de la sociedad, saber qué hacen nuestros hijos, con quiénes se reúnen, qué frecuentan y ejercer una constante orientación respecto de riesgos alrededor de determinadas actividades, porque esto es una cuestión de inversión a mediano y largo plazo, pero no impacta inmediatamente.
Pero más allá de lo anterior, lo que genera esta colaboración es el común denominador que detecté en esas aportaciones que me hicieron llegar vía WhatsApp algunos lectores: vivimos con miedo. Desde “Mi querido amigo, nunca pensé vivir con miedo, que el simple hecho de salir a pasear a mis perros por la tarde noche me lleve con el Jesús en la boca… ya no se diga si me dicen vamos a Aguascalientes, impensable el querer ir por una tosticarne, un buen vampiro o una rica nieve de los portales en Jerez, como lo hacíamos un dominguito cualquiera”, un “siento tanto coraje, miedo, frustración…” o bien “todo empeoró horrible yo no sé de verdad en qué están pensando los que deciden, o más bien, no sé si están pensando. Yo no entiendo de verdad cómo no hacen nada! de la inseguridad ni hablamos pero el estado en sí está abandonado …” Otras expresiones como “[el gobernante] solo se dedica a entregar apoyos. Así es feliz y supone que todos lo son. ¿Cómo se lucha con un taradúpilo gobernante que huye de los problemas y se enconcha (nunca mejor dicho)…? Y ahora con la novedad de que los escuincles cargan armas a la escuela” o “efectivamente la percepción de seguridad en el transcurso de los años ha crecido en sentido malo para todos, lamentablemente se llegan los tiempos electorales y se utiliza como bandera para promocionarse (…) pero que a la hora de cumplir con lo prometido es donde nomás se complica la cosa, y los que llegan al poder lamentablemente las estrategias implementadas para combatir la inseguridad no han dado los resultados que realmente se necesitan…”
Hoy vivimos con miedo. Es realmente lamentable.
No podemos ni debemos vivir así. Pero en un país como México, con la cultura política, gubernamental y hasta con la formación social paternalista (con sus pro y sus contra, por supuesto), requerimos de gobiernos firmes, fuertes, sólidos, que generen confianza. Y esos gobiernos no son cuestiones de una sola persona, sino del funcionamiento colectivo de las estructuras que conocen y reconocen su responsabilidad.
No se puede minimizar ni evadir el mayor problema que se ve y se percibe. Hay que empezar por tener empatía con la gente, con todas esas expresiones que han atravesado una situación de violencia o inseguridad y que han provocado el miedo con el que hoy vivimos.
A partir de ahí -de la empatía- y dimensionando el gobierno en conjunto, se podrá comenzar a construir soluciones en todo la matriz de posibilidades que se tienen en el gran cuadro de los elementos que generan los tiempos violentos que hoy vivimos. Pero el primer paso siempre es del gobierno. Los gobernantes llevan la voz cantante.