Felipe Andrade Haro
Felipe Andrade Haro

Los hombres no son nada, los principios lo son todo

 

No existe nada más liberador, de la aterrada alma, sobre todo en estos años de muchos balazos y más ideológicos bandazos, que revisar los diarios y leer declaraciones cada día más aterradoras que la figura grotesca de Loret de Mola o la de la intelectual Lily Téllez. Y, si de leer se trata, me quedo con Carlos Monsiváis y Efraín Huerta (mi dilecto y comunista poeta). Cada quien que escoja al que quiera, total, algunos son seguidores de Santiago Creel y Alito Moreno y ni quién diga algo (uyyyy, qué miedo).

Y los días siguen transcurriendo, entre la algarabía de la rancia derecha (por la “marcha” que todos se pelean como “suya”), la preparación de la marcha oficial del 18 de marzo y las precampañas de las corcholatas del partido oficial (MORENA) Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López (el resto, a lo que más pueden aspirar es a negociar, con el que quede, algunos huesos de perro para sus familiares y cuates). Esto es real, lo demás es totalmente irreal (nomás para recordar lo pobre de las precampañas).

Y mientras en las profundidades de la grilla (que no política) se buscan alianzas y amarres por demás aberrantes, en la patria mía se forman los equipos que están o a favor o en contra del Poder Judicial. Escucho y leo con atención las flores que le echan a la presidenta de la tremenda corte y, por otra parte, las críticas por su alianza con los sectores más atrasados del país. ¿Pues qué esperaban, que la Corte estuviera en la defensa de los intereses del pueblo, de los desposeídos? Nel, mis amigos, por definición el Poder Judicial forma parte de los aparatos represivos del Estado, es una institución conservadora que atiende los intereses de los grupos del poder.

El Poder Judicial en nuestro país no es la excepción y, como cuerpo conservador, es evidente que está aliado a las élites económicas y políticas; intérpretes de la ley, los ministros tal vez ni sepan que “el derecho es un obstáculo al cambio social” (Eduardo Novoa dixit).

Por alguna razón que se escapa a nuestro entendimiento, algunos turiferarios aplauden a rabiar a la presidenta de la tremenda corte -de nombre Norma Lucía Piña Hernández-. ¿Acaso hizo alguna aportación esencial a la ciencia jurídica de la que no me he enterado? ¿Cuestionó el juspositivismo y formuló una nueva escuela jurídica? Nada de eso. Los que la aplauden piensan que eso le va a retorcer el hígado al presidente de la república, nada más. Pero que sea una mujer que va al frente de la interpretación jurídica, nada más no. La señora votó en contra del proyecto de declarar inconstitucional la porción normativa que obliga a las personas a demostrar que se tiene un “modo honesto de vivir” para ocupar un cargo público (lo que demuestra que asume criterios políticos y no jurídicos. Vaya fichita).

Así es. Recordemos que ya el Tribunal Electoral y el INE habían “legislado” en esta materia, inicialmente en cuanto a quienes cometieran violencia política de género (VPG). Incluso el INE elaboró una Lista Negra para anotar a los sancionados por VPG para negarles el derecho de registrarse como candidatos. Pero no contentos con ello, el Tribunal fue más allá y dijo que todo aquél que de manera reiterada vulnerara los preceptos constitucionales en materia electoral, perdería su derecho a ser votado, pues no acreditaba el famoso “modo honesto de vivir” (un requisito establecido en el artículo 34 constitucional que debe desaparecer lo más pronto posible). Pues la Corte por 7 votos a favor (con el voto en contra de la presidenta, gran jurista según sus adoradores) declaró inconstitucional este criterio del Tribunal Electoral y del INE (menos días Lencho y Ciro). Pobre mujer, pobre Corte y pobres de nosotros.

Mientras tenemos que aguantar a tanto vendedor de promesas jurídicas, vayamos a leer (les recomiendo Mythos y Héroes de Stephen Fry; y a Doña Norma Lucía Piña Hernández por lo menos Introducción al Estudio del Derecho, de Don Eduardo García Máynez).


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