Gobernante: hay que dimensionar al gobierno
El aparato administrativo de un gobierno es el espacio que existe entre las determinaciones, compromisos, anhelos, instrucciones, deseos y ordenamientos de un gobernante -que obtuvo respaldo popular a través del voto- y las necesidades o esperanzas de la gente. Es el facilitador de la ejecución de ese conjunto de decisiones –articulados a través de planes, programas, acciones y demás- y, en ese sentido (para que pueda seguir operando) hay que considerar su constante cambio, derivado de la amplitud y complejidad que se genera de las actividades socioeconómicas.
En 1976, José López Portillo envió al Congreso de la Unión una iniciativa de Ley Orgánica de la Administración Pública Federal; dicha norma está vigente desde hace casi cincuenta años y, por supuesto, ha tenido diferentes modificaciones a lo largo de los años. En la exposición de motivos original, el documento señala una consideración muy interesante que, me parece, debe ser de revisión obligada para quienes han tenido, tienen o buscarán una posición pública, particularmente una gubernamental.
“La eficacia de la acción pública requiere del orden sin el cual la coordinación es imposible de alcanzar. El Gobierno debe organizarse previamente si pretende organizar el esfuerzo nacional. Esta reorganización se vuelve prerrequisito indispensable para exigir mayor responsabilidad de todos, honestidad y esfuerzo. No se pretende con ello desconocer los avances logrados y la eficiencia de los instrumentos que han acreditado en el tiempo su utilidad; tampoco cambiar por cambiar o intentar modificaciones innecesarias. La Administración Pública Mexicana es fruto de la experiencia de muchos años y de muchos hombres”.
Conocer una estructura de la administración pública es una cuestión básica para el gobernante; tratar de entender quién hace qué, es una situación fundamental, para después pasar a la revisión del cómo se hace. Conocer el orden que tienen las áreas, su composición, dimensión, responsabilidades y enfoques se vuelve requisito indispensable de entendimiento de los alcances de un gobierno. Con esa claridad de saber cómo se tiene organizado algo, se puede dar paso a un siguiente propósito, que es organizar el esfuerzo colectivo: difícilmente se puede poner en orden lo que hay en la calle si ni siquiera ordenamos la casa.
La integración de un aparato de gobierno, en términos de personas –gabinetes- es una situación sumamente complicada, según algunas voces que han estado en esas tareas. Por ejemplo, en su momento Luis Echeverría le reveló a Jorge Castañeda para el libro La Herencia, que el periodo de la elección de aquellos que acompañarían el ejercicio de gobierno, es el momento de mayor soledad; hay que auscultar aptitudes, actitudes, ambiciones, capacidades, historial, grupos y demás; para Echeverría, según, era un ejercicio que debía realizarse con lápiz, porque este instrumento “tiene goma para borrar”.
Debe ser una circunstancia sumamente difícil estar en ese espacio de soledad y tener que elegir a las personas que serán depositarias de la confianza de un mandatario; pero antes de pensar en las personas y sus nombres, el ideal es que exista un espacio de acercamiento amplio a la naturaleza, organización, temas, propósitos y problemas de las áreas, incluso de aquellas que parecen ordinarias, para dimensionar el nivel de detalle, especialización, compromiso, disciplina y sacrificio que puedan requerir.
La suma de las áreas del gobierno, tanto de la administración centralizada -llamémosle “el gabinete”- como de la administración pública descentralizada -llamémosle “el gabinete ampliado”- configuran un todo complejo y conflictivo permanentemente, además de estar en constante evolución.
En la administración pública no hay espacios de tranquilidad. Siempre hay alguna clase de conflicto que los gobiernos deben atender, ya sea en relación con una necesidad social “externa”, o bien, una necesidad “interna” derivada de la vida burocrática. Ese todo, en el desarrollo de una administración (en un periodo de ejercicio de gobierno, pues), se va matizando por diferentes situaciones; la más recurrente de ellas es la incidencia que sobre la dependencia o entidad puede tener un grupo, o bien, por el talento del equipo que tiene la responsabilidad de la dirección y, en ambas, el uso de los recursos públicos.
Así que, desde una Secretaría de Gobernación o Secretaría General de Gobierno hasta una modesta escuela o instituto, todas las áreas cuentan y deben contarse. Todas importan, todas pesan. Pero también a todas hay que darles un sentido y una dinámica propia. Todo depende de los intereses del gobernante en turno. Ahí se notan prioridades…