Después de más de dos décadas de sufrir violencia intrafamiliar por parte no sólo de su marido, sino también de los padres de él, una madre de 35 años de edad, a quien llamaremos María, lucha por recuperar a su hijo menor, de cuatro años, quien le fue arrebatado por su esposo hace tres meses, por medio de una trampa.
Ella no puede concluir el juicio de su caso, debido tanto a las constantes apelaciones por parte de él como a la maraña burocrática en la Subprocuraduría de Justicia del estado, en Fresnillo, aun cuando María tiene la custodia legal.
“He aguantado 20 años de violencia, de abusos y de infidelidades por parte de mi esposo, porque quise mantener unida a mi familia, pero no se pudo”, declara.
“Ahora, gracias a Dios sigo peleando por recuperar a mi hijo, a quien desde hace tres meses no veo”.
María conoció a su esposo, a quien llamaremos Bruno, cuando ella tenía 13 años de edad; un año después quedó embarazada de él, y a sus 15 dio a luz a su primer hijo, una niña, aunque la boda entre los dos jóvenes vino seis años más tarde.
Aunque están separados desde hace casi un año, María sigue casada con Bruno, de 37 años.
“Aguanté demasiado” Mientras mantiene la mirada en el piso, María reconoce que tanto su noviazgo como su matrimonio estuvieron llenos de violencia, y no sólo de su entonces novio, sino también de sus suegros.
A este maltrato se une ahora su hija mayor, de 20 años de edad, joven que, tras ser influenciada fuertemente por la actitud de Bruno, con quien vive, sigue visitando a María para echarle en cara que la familia está separada por su culpa.
“Lamentablemente una se casa con una idea muy diferente del matrimonio, con la idea de que es muy bonito y todo es felicidad… Pero no, no es así, o al menos en mí caso, yo pensé que mi esposo cambiaría, pero nunca fue así”.
“El primer año fue mágico, después vinieron las agresiones, tanto físicas como psicológicas”, detalla.
Tras 16 años de matrimonio la violencia comenzó a volverse el pan de cada día.
“Todas nuestras discusiones eran por su infidelidad, yo sabía que me era infiel, pero por querer a mi familia agaché los cuernos, dejaba que me pegara porque yo se los regresaba, pero luego él se desquitaba doble”, refiere y talla el piso con la punta de su zapato izquierdo.
“No aguanté mucho ni poquito: aguanté demasiado”.
Golpizas diarias Durante los últimos cuatro años en que vivieron juntos, en la casa de los padres de Bruno, las golpizas pasaron de ser de cada ocho días a casi diario.
Ante esa frecuencia, María optó por ya no meter las manos para defenderse.
“Al final ya nada más le gritaba que me dejara… Ya estaba muy mal”.
Para contener las lágrimas, María voltea al techo de su casa.
Comienza entonces el relato de las infidelidades de Bruno, desde hace más de cuatro años. De todos los episodios, hay uno que le resulta más significativo: cuando con toda deliberación él le confesó que sus amoríos con mujeres se harían en mejores condiciones.
“Recuerdo cuando me dijo: Estoy rentando apartamento porque el hotel me sale muy caro, pensé, eres un cínico, y siento que fue porque yo no dije nada, que me engañaba”.
María no puede ya contener el llanto. Después de unos segundos, prosigue: “Cuando me pegaba tenía que estar escondiendo los moretones, y decir que las marcas en mi cuello eran chupetones, y no señales de estrangulación, práctica que acostumbraba hacer”.
“Me acuerdo también de una vez en la que se fue de viaje por un supuesto congreso, durante su salida me llegó a mí una notificación de que estaba rentando otra casa… Luego él llega a los cinco días con arena de la playa”.
“Me quitó a mi hijo” Los años pasaron y María decidió separarse de Bruno, rehacer su vida y sacar a sus tres hijos de esa casa llena de odio.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de ella, el cambio ha sido imposible.
“Me quitó a mi hijo, apenas tiene cuatro años, y hace tres meses que no lo veo”.
Tras sonar su nariz, explica cómo fue, otra vez, engañada por Bruno.
“Mi marido se lo llevó a la feria, yo no me opuse porque no quiero privarle a mi hijo el derecho de tener papá, pero él sí me lo quito, y lo anda cuidando hasta gente que no tiene nada que ver con el niño”, explicó.
María insistió en que renunciaría a la pensión que recibe por los niños si en el fondo de todo está el asunto del dinero.
“Nada más quiero que me regrese a mi hijo, ya no quiero la pensión, yo me las arreglo como pueda”.
En ese momento asoma a la habitación su otra hija, quien tiene 10 años de edad, y tras mirar a su madre desaparece.
María prosigue: “Hace tiempo hablé por teléfono con mi hijo, y me dijo que no ya no me quería, que yo me lo quiero robar, pero ésas son ideas que le meten”.
“También lo usan como chantaje para que me regrese a vivir con Bruno. Cuando hablé por teléfono me preguntó: Mami ¿porqué no te regresas con mi papá?”.
La hija restante Ya que tanto la hija mayor como el menor están con la familia de su padre, a María sólo le queda en casa su niña de 10 años. Sin embargo, también Bruno quiere “comprarla” con el ofrecimiento de que, si se une a sus hermanos, “él le comprará todo lo que ella quiera”.
“Tengo mucho miedo por mi hija, los maestros de su escuela me cuentan que Bruno la va a buscar y la hace sentir mal y le mete ideas sobre mí”, recalca María.
“Siento que pasemos por esta situación, pues fue mi hija de 10 años quien vio por primera vez a Bruno con otras mujeres en pleno centro de la ciudad”.
También esa niña ha sido víctima de los abusos de los papás de Bruno, pues cuando los visita es ofendida por ellos y por su hermana mayor.
Han sido más de 20 años en los que María ha soportado el desprecio, la humillación, los gritos, los abusos, los golpes, las ofensas, las infidelidades y ahora estar apartada de su hijo.
Entre un nuevo llanto, María lamenta que cada vez le meten más ideas a su niño de cuatro años.
“Le dicen que su mamá una mala persona… Lo hacen diario él, mis suegros y mi hija que vive con ellos… Y también me duele que ella poco a poco se ha vuelto más como su papá”.
Con Ayuda, Sin Justicia
“El padre del niño es doctor, es de dinero, y su hermano es abogado… Yo creo que por eso no puedo hacer tanta movida”, considera María ante el caos burocrático al que ahora debe enfrentarse para recuperar a su hijo menor.
“Lo que me parece ridículo es que no concibo posible que aún cuando es gente estudiada, profesionista y hasta con especialidad, es un golpeador, un inmaduro y un aprovechado”.
En la actualidad, María recibe apoyo psicológico y jurídico en el Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar de Zacatecas (CAVIZ), donde la han apoyado con rehabilitación y ayuda jurídica para que pueda recuperar a su hijo.
Sin embargo está harta de que le entrampen el juicio en la subprocuraduría de Justicia del estado de Zacatecas.
“No entiendo todo el aspecto legal, cuando voy con Martínez Gallo a la subprocuraduría me dice que mejor me arregle con los abogados”.
Suegros Violentos
Según relata María, Bruno viene de una familia donde la violencia es constante, al grado de que ella misma sufrió agresiones de sus suegros.
“Con mi suegro, varias veces me empujaba y me aventaba.
La vez más fuerte fue cuando me aventó y me hizo un chipote porque yo quería corregir a mi hija la más grande, que entonces tenía 17 años”.
“Ella se quería ir a la disco, y yo le dije que no, porque estaba chica y una sabe que las cosas están muy feas como para que ande en la noche. Entonces ella hizo un berrinche y mi suegro se metió a defenderla y me aventó”, rememora.
“Con mi suegra ha sido de que muchas veces me golpea con la puerta. Pero con ella la violencia es más de otro tipo, porque ella anda de solapadora y hasta alcahueta de su hijo, porque hasta ella cuida a mis hijos o consigue quién los cuide para qué el pueda andar en las noches con sus mujeres”.