Jerez De García Salinas. Regresaron a su tierra algunos de los jornaleros que se trasladaron a Sonora para trabajar en la pizca de uva.
El grupo fue enviado a Pesqueira, en el estado norteño, a través del Servicio Estatal del Empleo (SEE), lo que se convirtió –dijeron los inconformes– en una pesadilla peor que vivir dentro de la cárcel.
Los trabajadores aseguran que hubo malos tratos e incumplimiento en los acuerdos pactados al inicio de su travesía.
José Manuel González de la Trinidad denunció maltrato verbal hacia los cuadrilleros, además de condiciones de alojamiento insalubres.
Narraron que debían “robarse la energía eléctrica” para cargar la batería de los teléfonos celulares de las 40 personas que compartían el dormitorio, mientras los supervisores estaban ausentes.
José Manuel Dávila explicó que no contaban con agua potable, ni siquiera para lavarse las manos, luego de su jornada laboral; “las plantas tenían químicos y así teníamos que comer porque cerraban las llaves del agua para que compráramos refrescos”, denunció.
Además, debían pagar 41 pesos al día por los alimentos, sin importar si se comiera o no, y éstos eran servidos en utensilios previamente utilizados y sin lavar.
Fueron 14 los obreros que regresaron a esta demarcación, quienes venían acompañados por personal proveniente de los municipios de Guadalupe, Jalpa y Tabasco, mientras que había muchas más personas –revelaron– que se dirigían a otros estados.
El presidente municipal, Eduardo López Mireles, fue notificado de la situación por los propios quejosos, tras lo cual anunció que las presuntas anomalías serán denunciadas ante el SEE para que se tomen cartas en el asunto.