MÉXICO, DF.- El padre Pedro Pantoja, director de Belén, Posada del Migrante, sintetiza su presente en una frase: “vivimos una situación ya no solamente de riesgo, sino de terror. Estamos emboscados”.
El albergue que dirige está situado en Saltillo, Coahuila, donde convergen los ramales de las rutas ferroviarias para Reynosa, Laredo, Piedras Negras y Ciudad Juárez. Para la frontera. Por ahí pasan los trenes de la Kansas City Southern de México y el Grupo Ferroviario Mexicano, cuyos vagones son todavía el transporte más utilizado por migrantes indocumentados, principalmente centroamericanos, que sueñan con llegar a Estados Unidos.
Según la Secretaría de Gobernación, en 2010 fueron 140 mil. Organizaciones No Gubernamentales y especialistas en el tema calculan que podrían ser más de 250 mil personas las que cruzan el país sin papeles cada año.
La posada atiende diariamente a 80 migrantes y, de unos meses para acá, la mayoría de los que tocan sus puertas son los que sobrevivieron a un secuestro, los afortunados que lograron escapar de una de tantas “casas de seguridad” diseminadas principalmente en el noreste del país donde estuvieron días, semanas o meses siendo torturados, violadas las mujeres, algunos obligados a comer carne humana de sus propios compañeros de tragedia. Son algunos de los que han podido contar el horror que vivieron.
“Las historias que nosotros tenemos son de un terror profundo. ¿Dónde existirá una terapia para sanar a una muchacha que fue abusada tres meses diariamente por todos los jefes? ¿O el otro que vivió todos los tormentos, desnudo, y ver cómo le mochaban la mano a uno, cómo le daban un tiro en la cabeza al otro? No hay salud mental”.
“Desde que se descubrió la primera fosa en San Fernando, desde que nos enteramos de ese primer holocausto, no se ha hecho absolutamente nada, y el crimen sigue funcionando como si nada. Nosotros dijimos ‘es el principio’ y siguieron las otras fosas, las de Durango. Aquí en Coahuila también tenemos, nada más que se hacen patos y dicen que nada pasa”.
“Cuando nosotros estuvimos en Washington para presentar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el estado de los secuestros de migrantes, el Estado contestó que éramos exagerados, y que eso no era tan científico. Que lo que nosotros decíamos estaba basado más bien en parámetros sentimentales. Eso fue, es y ha sido una complicidad espantosa”, asegura el padre, quien recibe constantemente amenazas en su teléfono celular, principalmente en la madrugada.
La visita a Washington ocurrió el 22 de marzo de 2010. Con el primer informe sobre secuestros de migrantes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en la mano -que documenta 198 secuestros masivos entre septiembre de 2008 y febrero de 2009, 9 mil 758 migrantes plagiados-, se presentaron junto con Pantoja el obispo Raúl Vera, de la Diócesis de Saltillo, y el padre Alejandro Solalinde, del albergue Hermanos en el Camino, de Ixtepec, Oaxaca. Estuvieron también activistas y representantes de ONG.
Hoy, 14 meses después, 473 cuerpos presumiblemente de migrantes han sido encontrados tan sólo en dos entidades (Tamaulipas y Durango). Los 72 de agosto hallados muertos en un rancho en San Fernando (guatemaltecos, ecuatorianos, brasileños, hondureños, salvadoreños e indios) y, tras esa masacre que conmovió al mundo, fueron encontrados 401 cuerpos más en 46 fosas.
De éstos, sólo una veintena han sido reconocidos gracias a las pruebas de ADN, y también eran migrantes que buscaban llegar a Estados Unidos, según han relatado sus familiares, pero guanajuatenses, queretanos, mexiquenses, tlaxcaltecas… Los mexicanos ya están entre las víctimas.
La Cancillería de Guatemala asegura que por lo menos 99 guatemaltecos han desaparecido en territorio azteca. La Asociación Red de Migrantes y Familiares de Honduras ha documentado la desaparición de 800 migrantes hondureños en la última década.
La CNDH cuenta con el registro de la desaparición de 5 mil 397 mexicanos desde el 2006. Imposible determinar cuántos de ellos han desaparecido en su camino hacia Estados Unidos.
El gobierno mexicano ha cambiado de parecer. El problema ya no es una percepción. “Las cosas están funcionando mal”, dijo el presidente Felipe Calderón el pasado 24 de mayo, al promulgar la nueva Ley de Migración, en Los Pinos. Fueron removidos siete de los delegados estatales del Instituto Nacional de Migración y se anunció la rotación de mandos para evitar que se corrompan.
Sin embargo, los plagios siguen y las medidas adoptadas son calificadas por activistas, responsables de albergues y académicos como insuficientes a todas luces. Todo sigue igual, dicen.
Las causas
El plagio masivo de migrantes es el ejemplo más acabado, y macabro, de cómo la industria del tráfico de indocumentados hacia Estados Unidos se ha sofisticado en los últimos 20 años con la complicidad de autoridades.
La evolución de esta industria ilegal comenzó en la década de los noventa, cuando Estados Unidos se volvió cada vez menos tolerante con los flujos de migrantes sin papeles e implementó medidas para pararlos.
La militarización de la frontera se inició en 1993, y estuvo enfocada en cerrar los pasos más importantes de migración indocumentada en esa época a través de operativos policiacos y el incremento de agentes de la Patrulla Fronteriza. Entre 1993 y 1997 se pusieron en marcha cuatro operativos: Blockade (El Paso), Gatekeeper (San Diego), Safeguard (sur de Arizona) y Río Grande (sur de Texas). Para 2002, la Patrulla Fronteriza contaba ya con 10 mil 221 elementos, 135 por ciento más que en 1993, cuando tenía 4 mil 337 agentes para cuidar 3 mil 326 kilómetros.
Además, fue construida una triple barda de 23 kilómetros de longitud y 12 metros de altura entre San Diego y Tijuana, el paso más utilizado por la migración ilegal. Esto hizo que los migrantes buscaran nuevas rutas por zonas centrales desérticas y que el noreste se convirtiera en un paso fundamental. Hoy lo es Tamaulipas.
El atentado contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001 recrudeció todavía más el panorama para los que querían entrar ilegalmente a Estados Unidos. Desde el ataque, tanto en las políticas gubernamentales como en las calles, un migrante es sinónimo de terrorista.
Estos controles, más la crisis económica que inició en 2008, han resultado efectivos para el gobierno estadounidense. De acuerdo con los últimos datos de la Patrulla Fronteriza, entre 1999 y 2010 las detenciones de migrantes indocumentados se redujeron en 70 por ciento, al pasar de un millón 579 mil detenciones a tan sólo 463 mil 382.
En México también se ha reducido notablemente el número de migrantes deportados por el Instituto Nacional de Migración desde el inicio del sexenio. La cifra pasó de 211 mil personas en 2004 a 65 mil en 2010. Sin embargo, a diferencia de la explicación a la caída de arrestos en Estados Unidos, los especialistas en la materia aseguran que en México no es por efectividad del INM en su trabajo, sino al revés, por la corrupción del sistema y por el engrosamiento de la industria del tráfico de migrantes, con la participación de la delincuencia organizada.
José María Ramos, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, señala que la migración centroamericana en México no decreció durante la recesión económica, por lo que no puede atribuirse a eso la reducción de migrantes devueltos, tampoco a la acción del INM, sino a la corrupción del organismo.
“Uno de los factores que no está presente en el lado de Estados Unidos es el factor de corrupción de algunas autoridades gubernamentales. La corrupción estaría ocasionando que estos migrantes, al ser detectados, en vez de ser repatriados a sus países, optaran por alguna forma de quedarse en el lado mexicano y seguir su camino a Estados Unidos, que es atractivo económicamente no obstante la mala situación económica.
“Desafortunadamente, ya se ha comprobado que en algunas detenciones los migrantes son canalizados a grupos criminales. Esta situación refleja un nivel de impunidad nunca antes dado a conocer públicamente”, explica.
Para Rodolfo Casillas, especialista en migración y académico de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), la reducción en las deportaciones es consecuencia de la ineficiencia e inestabilidad del personal del INM que entró con el nuevo gobierno en 2006 (con la panista Cecilia Romero a la cabeza), pero también de la sofisticación de la industria de las redes de tráfico de indocumentados y la incursión del crimen organizado de lleno en el negocio de la migración, con los secuestros.
“No hay razones verificables para decir que el flujo centroamericano disminuyó a consecuencia de una política exitosa del INM, y sí hay razones sociales, y hasta climáticas (inundaciones que dañaron el sistema ferroviario de Tapachula), para decir que se presentaron cambios en rutas, modus operandi y actores relacionados con la migración indocumentada”.
“Si no hubiera habido una fuerte demanda de migrantes por apoyo, no hubiera florecido el mercado de servicios paralelos, como el envío de remesas para la transmigración y, lo más contundente, la incursión del crimen organizado en el nuevo nicho de mercado delictivo, el de los migrantes”, asegura.
Negocio sofisticado
Para Casillas, las restricciones impuestas por Estados Unidos a la migración en los años noventa no pararon los flujos migratorios, sólo hicieron más costoso el “servicio” de coyotaje y engrosaron el poder de las redes de tráfico de extranjeros indocumentados. La industria se consolidó.
“México empieza a coordinar sus políticas migratorias desde los años noventa en la misma lógica que Estados Unidos. Algo que va a ocurrir de manera inmediata es el florecimiento de las agencias de tráfico de personas, el incremento de los costos, y empiezan a diversificarse los servicios”.
“Ante el endurecimiento de las medidas, un coyote empieza a ofrecer paquetes con más de un intento de paso, se dan pagos en partes, se empiezan a buscar formas de compensar por la dificultad del paso, para que el mercado fluya. La industria comenzó un proceso de sofisticación”, explica.
Mientras que a mediados de los noventa un centroamericano podía pasar a Estados Unidos por 500 dólares, los 502 migrantes ocultos en dos tráileres que fueron encontrados en una carretera de Chiapas el pasado 17 de mayo tuvieron que pagar entre 5 mil y 7 mil dólares por el servicio a los polleros.
Casillas asegura que este ensanchamiento de la industria del tráfico de indocumentados tuvo un caldo de cultivo fértil, principalmente en la frontera sur: una sociedad que se aprovechó desde el principio de los indocumentados, los que cobraban más a un extranjero sin papeles que a un nacional por los mismos alimentos, la misma cama para dormir, el mismo transporte. Luego, fue el robo de pertenencias y dinero por parte de grupos delincuenciales locales.
Un detonante fundamental para el inicio del secuestro de migrantes fue la expansión de Western Union, empresa estadounidense de envío de dinero express con servicio los 365 días del año. Cuando se asoció con Elektra, la cadena de tiendas de Grupo Salinas, en 1994, la cadena estadounidense estimaba atender un mercado de mil millones de dólares anuales en envío de remesas EU-México.
Mientras más peligros hay para los migrantes, más se utiliza el servicio de envío de dinero. Sus familiares enviaban recursos por tramos para que, en caso de ser asaltados, no les robaran todo. Hoy, ese servicio, que cuenta con 15 mil 600 empleados en México, es el medio más utilizado por la delincuencia organizada para el cobro de rescates. Ninguna autoridad los ha auditado.
“Fue en el 2004 o 2005 cuando empezamos a tener noticias de los primeros secuestros exprés, exclusivamente para migrantes centroamericanos. En 24, 48 horas negociaban el rescate vía Western Union y soltaban a la persona”.
“El secuestro exprés es la evolución del robo en la calle, en las vías del tren, en la estación de autobuses, y está dirigido por el crimen organizado hoy. Y todo eso pasó con la complicidad de las autoridades”.
“Ese secuestro exprés lo practican dos, tres años cuando mucho, y se dan cuenta que es una mina de oro. Y es entonces cuando empiezan a hacer secuestros en masa. Ya no agarran a dos o tres, sino que empiezan a agarrar a 20, 40, 50, a los que pueden. Evoluciona de esa fase exploratoria a una de mayor envergadura, con las estructuras de tráfico tradicionales ya subordinadas a un grupo criminal que por primera vez utilizó la violencia y las armas contra ellos: Los Zetas”.
“Y estos plagios eran del conocimiento de las autoridades estatales y federales, particularmente de Migración. En la medida en que las autoridades no toman cartas en el asunto de alguna manera están siendo responsables en el florecimiento de esa actividad ilícita por omisión. Eso evoluciona rápidamente”, dice Casillas.
El académico asegura que si bien todavía no hay una explicación lógica para los horrores encontrados en Tamaulipas y Durango, lo que es claro gracias a los testimonios de migrantes sobrevivientes es que Los Zetas, en su afán por hacerse de una base territorial -son la única organización delictiva que no la tiene-, han logrado mimetizarse con las redes delincuenciales locales, por eso conocen tan bien el terreno, y han reclutado a su paso, de manera voluntaria o no, a muchos que están fuera de la estructura criminal, como boleteros en las centrales de autobuses, choferes, taxistas y policías de todo tipo, incluidos agentes de Migración.
“Los Zetas no tratan de desplazar a los polleros, lo que ellos tratan es de subordinar a la estructura de los polleros para que les paguen a ellos un monto por hacer su actividad.
“Ya en este momento también los migrantes mexicanos están siendo objeto de secuestros y asesinatos. Por una lógica que ya no es la lógica racional, la de ‘o estás conmigo o no’, por eso detienen a un autobús y bajan sólo a los hombres, entre los adolescentes y los adultos. ‘Si yo te dejo pasar de este municipio que yo controlo, el siguiente municipio lo controla mi contrario y él te va a forzar a que entres a sus filas. Potencialmente tú eres un enemigo. Por lo tanto o yo busco la manera de presionarte o forzarte, o si no le entras de manera preventiva, mejor te mato’. La otra lógica, tristemente, es ver quién es el más feroz, el que más mata, para intimidar a los contrarios. Yo sé, son explicaciones sin lógica”, comenta.
Antesala del primer mundo
Otra explicación la da José María Ramos, del Colegio de la Frontera Norte (Colef): lo sucedido en San Fernando es una lucha entre Zetas y bandas delincuenciales que manejaban el tráfico de migrantes anteriormente, para ver quién se queda con el negocio.
La sofisticación de la industria es tal que cada vez se utilizan más documentos legales para pasar migrantes por los cruces legales, con un costo que oscila entre 20 mil y 30 mil dólares. Incluso, en noviembre pasado 48 migrantes centroamericanos fueron detenidos en Guanajuato mientras viajaban en un autobús turístico; todos tenían credenciales de elector apócrifas.
Ya ni siquiera hay redes de tráfico especializadas por nacionalidad. En un grupo de migrantes asegurados lo mismo se encuentra un guatemalteco que un indio o un nepalés. “Ante las revueltas en África y el endurecimiento de las políticas migratorias europeas, México se ha convertido en la antesala del mundo de los flujos indocumentados para ingresar al primer mundo”, sentencia Casillas.
El padre Solalinde describe los rasgos de sofisticación del plagio de migrantes que ve todos los días en el albergue oaxaqueño que dirige. Antes, si un migrante era detenido por los delincuentes y no tenía dinero era soltado. Hoy su cuerpo es el ejemplo de lo que puede pasarles a los que no cooperen (desde apagarle un cigarro en la piel hasta la muerte). Se utiliza a las mujeres en las casas de seguridad como botín sexual, para el aseo y para lavar la ropa de los sicarios.
“Todos son explotados, todos dejan una ganancia. Si esto continúa como hasta ahora, con la complicidad total de las autoridades, que sabían desde hace muchos años de esto, y enviando a Policías Federales que parecen Robocops a detener a migrantes que sólo traen su mochila, totalmente empobrecidos, que no nos asombre encontrar más fosas”.
“Lo he dicho y lo repito: lo que pasa con los migrantes en este país es un holocausto. Y ya no pasa sólo con los extranjeros, como cuando empecé mi labor. Ahora los muertos también son mexicanos. ¿Cuántos muertos tiene que haber más para que actúen”, dice Solalinde.