México.- La escasez de alimentos en el mundo ha motivado a organizaciones nacionales e internacionales a emprender acciones como la promoción de programas en favor del agro, que además faciliten a las comunidades el acceso a técnicas para cultivar sus propios víveres y mejorar la producción.
Garantizar alimentos para la humanidad es trascendental, pues de ello depende el desarrollo físico, emocional, intelectual y hasta la forma de interactuar de una persona con la sociedad, lo que lleva a evaluar su impacto para consolidar el progreso de un país.
Para el director regional de la FAO para América Latina y el Caribe, Raúl Benítez, una buena nutrición es importante para “mejorar la vida de las futuras generaciones”, ya que representa “una pieza clave para su felicidad y desarrollo.”
Por lo anterior, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) promueve la inversión en la agricultura con el propósito de erigir un futuro mejor “en el que todas las personas reciban una buena alimentación y los recursos naturales se utilicen de forma sostenible.”
En la publicación “El estado mundial de la agricultura y la alimentación”, de la FAO, el organismo internacional detalla que la agricultura es una actividad que puede lograrse con la incentivación de entes gubernamentales, privados, extranjeros y nacionales.
En México se combinan las cuatro modalidades, aunque el gobierno tiene mayor participación a través de diversas instituciones como los programas que promueve la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
De acuerdo con la edición “La FAO en México: Más de 60 años de cooperación”, el país tiene un territorio de 198 millones de hectáreas y sólo 145 millones de ellas se utilizan para la actividad agropecuaria, que involucra a los sectores agrícola, ganadero y/o pecuario; donde 30 millones de hectáreas son de cultivo y 115 millones de agostadero.
Con estas proporciones de tierra para la siembra de vegetales, granos y frutas, así como para la cría de ganado, México tendría que tener un porcentaje más elevado en la producción de alimentos para el consumo interno.
En este tenor, los trabajadores del agro nacional producen 57 por ciento de los alimentos que forman parte de la canasta básica de los mexicanos, mientras que 43 por ciento se importa a un costo elevado, lo que crea una dependencia respecto a otros países.
El mismo organismo internacional aclara que México invierte cerca de 15 mil millones de dólares en comprar insumos para completar una buena alimentación. Ejemplo de esto es el maíz, grano del cual se importan 10 millones de toneladas al año, no obstante que se producen 21 millones en ese mismo lapso.
Pero esa situación no es exclusiva de México, pues para alcanzar seguridad alimentaria es necesario que un país produzca 75 por ciento de los alimentos que consume, según datos de la FAO. También indica que la participación en el Producto Interno Bruto (PIB) de la agricultura en el país es de sólo cuatro por ciento.
Por ello recomienda considerar que la comercialización de los productos ocurre en un contexto de globalización, y que las naciones dependen de los insumos que producen, pero también de aquellos que importan, pues habrán de introducir los alimentos que no tienen.
Para favorecer una alimentación adecuada, diversos organismos han creado proyectos, programas y plataformas que se han presentado como alternativa al tiempo que han innovado el mercado alimentario y la producción agrícola.
Tal es el caso del Programa de Agricultura Familiar para el Encadenamiento Productivo (PAF-CP) que el Ministerio de Agricultura y Ganadería de El Salvador confió al Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Este proyecto que comenzó a ejecutarse en 2011, ha servido para reactivar las prácticas agrícolas en el país centroamericano, que rápidamente vio resultados al incrementar la productividad de 13 a 80 por ciento, según el producto trabajado.
Dirigido principalmente a grupos de población vulnerable, este programa comenzó con la intención de abarcar dos aspectos de la agricultura familiar: la de subsistencia y la comercial.
De esta forma, se podría incrementar la disponibilidad de alimentos e ingresos de las familias que practican el primer tipo de siembra y, por otro lado, aumentaría la capacidad de insertarse en mejores mercados para quienes practican la segunda.
Para atender las necesidades del productor y del mercado, el PAF se enfocó en la demanda, lo que permitió identificar lo que era realmente importante para evitar la pérdida de esfuerzos y recursos, recalca la publicación.
Concebido como un programa que ha beneficiado el agro salvadoreño, el escrito señala que el éxito obtenido responde a diversos factores como un sistema de seguimiento y monitoreo en línea, una estructura operativa sólida y un método de aprendizaje.
Además, una estrategia de comunicación y el uso de tecnología lo que ha llevado a tener casos exitosos en esa nación.
En cuanto a los recursos financieros, también han aumentado toda vez que por cada dólar invertido se obtuvieron cinco en el caso de la miel; en acuicultura, por la misma inversión se ganaron 15 dólares, destaca la publicación “Programa de Agricultura Familiar para el Encadenamiento Productivo, Plan de Agricultura de El Salvador: sembrando innovación se cosecha prosperidad”, del IICA.
También destaca que “se han obtenido rentabilidades que permiten multiplicar los ingresos netos por hectárea en los terrenos que participan en el programa”. Por ejemplificar, “en una hectárea de plátano se pueden generar hasta ocho mil dólares de ganancia”.
En esta labor de regeneración de la agricultura en El Salvador, la capacitación permanente ha sido uno de los ejes que ha complementado esta tarea, menciona el texto.
Así, la asesoría de expertos internacionales ha permitido que los procesos de enseñanza-aprendizaje y los conocimientos y técnicas transmitidas sean aplicadas de forma inmediata.
También se han realizado más de 100 giras en ese país, lo que ha permitido que más de siete mil productores y más de 200 técnicos hayan adquirido el conocimiento para conocer las técnicas que ha servido a la nación centroamericana.
En México también se han llevado a cabo diversos proyectos y programas con la finalidad de mejorar la producción de insumos comestibles, tener un pleno desarrollo del agro mexicano y con ello combatir la escasez de alimentos.
Con el lanzamiento de la Cruzada Nacional contra el Hambre emprendida por el gobierno mexicano, se pretende retomar ciertos aspectos y experiencias sobre el encadenamiento productivo aplicado en El Salvador.
El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) señala además, en un comunicado, que será cuestión de tiempo para que los estados de Guerrero y Puebla, entre otros, comiencen a experimentar “la esencia del Modelo Sincrético de Innovación aplicado en el agro” del país centroamericano, en un modelo de colaboración sur-sur y a resultados de alto impacto.
La oficina de IICA en México trabaja con su similar de El Salvador en el Proyecto Milpa-Seguridad Alimentaria. Apoyo a la Producción de Alimentos y el Ingreso de los Campesinos y Pequeños Productores, que se desarrollará en el municipio Mártir de Cuilapan, en el estado de Guerrero.
Con estas acciones, el estado sureño de la República junto con el de Puebla, serán las dos jurisdicciones donde comenzará a trabajarse en favor de la producción de alimentos en el país con el respaldo del organismo regional.
Por los alcances de este modelo, así como por los resultados obtenidos y herramientas metodológicas empleadas, el programa podría ser la pauta para que México reactive su agricultura y amplíe la sustentabilidad en este sector.