Tacoaleche. Entre cantos, rezos y danza, este 7 de enero el Santo Niño de las Palomitas fue festejado por vigésima ocasión desde que está en el santuario de Tacoaleche, en Guadalupe.
Desde los primeros minutos del día comenzaron a sonar los acordes que acompañaron a cientos de voces que le cantaron Las Mañanitas y alabanzas al niñito festejado desde hace 26 años cuando fue construida su capilla en Cieneguitas, también en Guadalupe.
Desde entonces, entre 250 mil y 300 creyentes llegan a verlo al año para cumplir las promesas por los favores recibidos o para volver a pedirle algún otro.
Uno tras otro circulan alrededor de 5 mil camiones de peregrinos y vehículos particulares provenientes de todas las latitudes del país, para expresarle su devoción y agradecimiento al santo niñito.
También hay quienes se comprometen a cosas que realmente les serán de sacrificio, como aquellos que van a jurar que no volverán a consumir bebidas embriagantes o participar en juegos de azar en determinado tiempo.
De estos casos son alrededor de 500 al año, tanto de hombres como de mujeres, comentó el sacerdote Sergio Arellano Hernández, encargado del santuario, aunque también hay quienes rompen el juramento y antes de terminar el tiempo ya están tratando de prometer otra vez, renuevan sus votos a los 6 meses.
Esta promesa normalmente se lleva a cabo los lunes, “hay quienes vienen solos, a otros los traen o incluso llegan en grupos de amigos a comprometerse, por lo general a no beber durante un año”, dijo el cura al tiempo que recordaba que la mayoría son varones.
En la casa del peregrino, diariamente se hace espacio para los visitantes pues tiene un cupo para 100 personas que pueden pernoctar en colchonetas y cocinar alimentos mientras dure su estancia con el santo, “así que este día hay muchos más visitantes que durante el resto del año”.
Fervor desde lejos
Este 2015 será el octavo año que un grupo de alrededor de 150 personas provenientes de Tultepec, Estado de México, ciudad conocida como la capital de la pirotecnia en México, acuden a cantarle al Niño de las Palomitas.
Ellos obsequian arreglos florales, el nuevo vestidito que habrán de ponerle al santo y el castillo de pirotecnia controlado por computadora; todos se cooperan para el viaje de más de ocho horas, la comida y la donación.
En su pueblo, explicó Memorio Cortés Solano, propietario de la empresa Tanis Cortes-Hijos, se hace una gran fiesta al Niño de las Palomitas, “pero allá no es su pueblo, cuando supimos que aquí tenía su santuario decidimos venir a presentarle nuestra fe y agradecerle todos los favores recibidos”.
Cada año, en Tultepec se rifa la oportunidad de ser “mayordomo”, que será quien cuide de la imagen del santo niñito y organice su fiesta; tras el fallecimiento de uno de sus hermanos se realizó la rifa y el finado fue el favorecido por lo que la oportunidad se quedó a la familia, además de que le pidió con gran fervor que su hijo naciera sano, “y me lo concedió”.
En una ocasión visitó Zacatecas su amigo Marcelo Velázquez quien le informó de las fiestas que en Tacoaleche se realizaban en honor del niño Jesús, lo invitó y esa invitación se ha extendido a muchos de sus conocidos que ahora vienen cada año.
Sólo por fe
Álvaro Becerra Ramírez, oriundo de la comunidad Casablanca, no tiene ninguna manda en especial, pero cada año visita al niñito incluso desde que estaba su santuario en el camino a La Zacatecana.
Juan Alvarez Guerrero, vecino de Tacoaleche tampoco tiene nada en especial que agradecerle, solo por la fe que durante años se ha trasmitido en su familia es que lo visita seguido.
En tanto para doña Francisca Gallardo García es la primera vez que lo ve “en vivo y a todo color”, pues nunca había ido a su santuario hasta ahora que acompañó al grupo de Danza de la Santa Cruz, “pero siempre le encomiendo a mis nietos y mi familia, tengo a mi santito presente”.
Para doña María del Carmen Montalvo Bernal pasa igual, por diversas cuestiones no había podido ir a su santuario, “pero ahora que estoy aquí tengo mucho que agradecerle”.
Saúl Ramírez González, proveniente de Celaya, Guanajuato, viene cada mes a trabajar en el lavado de zanahoria, y aprovecha para visitar al santo niño; cada seis meses que viene la invitación se extiende a otros trabajadores que como él, sólo porque le tienen fe lo visitan.
La familia de Isidro Quiroz Hernández llegó de la ranchería Jesús María, en Santo Domingo, San Luis Potosí porque al menos lo visita dos veces al año; este 2014 en especial, Isidro le agradeció que la boda de sus dos hijos se llevó a cabo sin contratiempos ni violencia.
Además de que tampoco quedó endeudado, “pero lo que más agradezco es que mi bendito niño, me los curó cuando me los atropelló una camioneta cuando iban en una moto; aquí estamos, ‘ora me falta ir con el niñito de Plateros y la Virgen de San Juan”.