Zacatecas.- Hace 30 años, la vida de Gloria Arcelia Juárez García dio un giro inesperado; un cambio tan radical que redefinió su forma de ser y pensar tras perder su casa, su familia y a tres de sus hijos, en el terremoto de 1985 de la Ciudad de México.
Para esas fechas, Gloria acababa de rentar tres meses atrás un departamento en el edificio Nuevo León del Conjunto Urbano Nonoalco en Tlatelolco, donde vivía con sus cinco hijos.
Uno de sus hijos, Gilberto, tenía parálisis cerebral y días antes del 19 de septiembre de 1985, estuvo internado en el hospital.
Ese día, relata, se levantó como de costumbre para llevar a Paty, su hija mayor, a la secundaria, con el presentimiento de que algo iba a pasar.
Despertó a Claudia la menor de sus hijas para que la acompañara, cuando de pronto sintió una ansiedad que le robó su atención.
“Cuando llegué a la esquina de Tlatelolco, enfrente de mi empezó el terremoto, estaba esperando el semáforo y me bajé corriendo, me hinqué y le pedí a Dios que parara, que mis tres hijos estaban en la casa, de pronto cayó el edificio, no supe de mí, no me desmayé, pero perdí la razón” contó con voz quebradiza.
Al entrar en razón, su hija menor se acercó a ella, le dijo “mami no tengas miedo aquí estoy”, luego, Gloria dejó a la niña en una esquina mientras corrió en búsqueda de sus tres hijos que estaban dentro de la casa, su hija Sandy, la segunda en nacer; Gilberto y Sergio, el más pequeño de todos.
“Todo lo veía blanco, como si estuviera cubriéndome una sábana blanca, no sabía nada de mí, no podía pensar en nada, caminaba entre escombros y muertos”, declaró.
Así fue como abriéndose paso entre escombros, muebles destrozados, llanto y desesperación, Gloria vivió más de un mes en su auto, alimentándose sólo lo necesario y con agua pura, con la esperanza de encontrar a sus hijos.
Un álbum de fotografías familiares fue lo único que pudo rescatar del edificio, mismo que los militares no querían permitirle que se llevara, y a punta de arma quisieron arrebatárselo, a lo que Gloria se negó rotundamente, aferrándose a sus recuerdos.
Al cabo de 3 semanas fue encontrado el cuerpo de Gilberto, su hijo que padecía parálisis cerebral, Gloria manifiesta la tristeza, pero a la vez la tranquilidad de tener una respuesta certera de su hijo.
“Querían llevárselo a una fosa común, decían que estaba en estado de descomposición, pero no era así, Dios me ayudó a que pudiera llevarlo conmigo, no pudimos velarlo como debería, pero conservo sus cenizas conmigo”, mencionó mientras sostenía un contenedor con los restos de su hijo.
Plácido Domingo, famoso tenor mexicano, quien también sufrió pérdidas en ese siniestro, se acercó a ella, le preguntó en qué podía ayudarle y Gloria pidió que cantara el Ave María.
“Entre los escombros y en las paredes de los debilitados edificios, retumbaba la hermosa voz de Plácido Domingo, el ambiente era triste, desolador, yo seguía buscando a mis hijos”, agregó.
Al cabo de 45 días, y tras no tener noticias de sus hijos Sandy y Gilberto, se mudó a Guadalupe, Zacatecas, donde en aquél entonces, su casa aún se encontraba en proceso de construcción.
Con lágrimas en sus ojos, gloria relata que cada mes viajaba a la Ciudad de México para buscar a sus hijos.
Algunas personas le dijeron que los habían visto, le daban descripciones que coincidían con la imagen que ella tenía de sus niños; una chica de 11 años y un niño pequeño que comenzaba a decir sus primeras palabras.
A sus 68 años, Gloria cuenta que incluso en algunos albergues llegó al ver el nombre de su hija, Sandra Parga Juárez, quien además, según algunos rumores que llegaron a ella, había adoptado el apodo de “La Negra” mismo con el que su madre era conocida.
“Me dijeron que llegaron a verla vendiendo chicles en los cruceros, en ese tiempo se dio una ola de explotación infantil y de trata de personas, tenía mucho miedo de que alguien pudiera estar abusando de mis hijos, llegué a disfrazarme de prostituta para adentrarme en esos lugares a ver si encontraba algo, pero no fue así”, narraba mientras sostenía el álbum fotográfico.
Luego de 30 años, Gloria abrió el baúl de sus recuerdos para revivir el luto que le ha robado el sueño todas las noches, para recordar a quienes han sido los receptores de sus oraciones diarias.
“Yo sé que están vivos, las autoridades no pudieron encontrarlos, tampoco las televisoras ni los periódicos, este día iré a la misa conmemorativa del 30 aniversario de aquél fatídico día”, concluyó.
Actualmente Gloria vive con su esposo en la ciudad de Guadalupe; juntos criaron a sus dos hijas, Paty y Claudia, quienes lograron permanecer cerca y han formado sus propias familias.