JEREZ DE GARCÍA SALINAS. Con más de 100 años de tradición, la familia López sigue con la devoción heredada de sus antepasados por conservar el festejo al Señor de la Ascención, cada 5 de mayo.
Cada año, el domicilio marcado con el 21 de calle 18 de julio del llamado Barrio de San Pedro, recibe a cientos de personas que van a demostrar el fervor en la pequeña capilla construida en el patio de esa finca.
Mientras , los integrantes de la familia y algunos vecinos suman esfuerzos para preparar la reliquia que por tradición es menudo para desayunar, y por la tarde asado de bodas, junto con una variedad de sopas para acompañarlo.
Durante la celebración, también hay grupo de danza de matlachines en la que también participan algunos miembros de la familia, así como ofrendas florales; los fieles católicos ofrecen algunos rezos y varios grupos musicales amenizan el evento.
Margarita López Ceballos es una de las organizadoras del evento y explicó que nació en Susticacán por herencia de su bisabuela María Eugenia, pero desde hace alrededor de 100 años se trajo a Jerez por sus abuelos Dionisio López Ávila y Antonia Martínez.
Aunque los iniciadores y algunos de sus hijos ya fallecieron, los descendientes han buscado preservar la tradición que en la actualidad está a cargo de Andrés López Martínez.
Por la importancia que tiene el evento para esta familia, quienes radican en Estados Unidos regresan a Jerez para colaborar en esta fecha.
Alrededor de 50 personas, entre familiares y vecinos, trabajan en la preparación de los alimentos que empiezan a ofrecerse como reliquia desde la noche del 4 de mayo, y hasta la tarde del día 5.
Por costumbre, sólo la esposa del organizador principal y su hija preparan el asado de bodas.
“Es una tradición muy bonita y no queremos que se pierda”, externó Margarita Ceballos y añadió que la capilla fue construida hace alrededor de 11 años gracias a la colaboración de personas que acudían a la celebración.
Para finalizar el festejo, se simboliza la matanza de cuatro hombres de la danza por una víbora que es formada por un grupo de personas dentro de un atuendo de serpiente.
La víbora los carga y los lleva a tirar a unos metros del lugar para simbolizar que con eso concluye la maldad y dar paso a una pastorela.