Tlaltenango. El exitoso negocio de Tortas RyR tiene una historia sin igual. Rubén Orozco Mayorga vivía en Atolinga, pero después de una buena parranda, en medio de la cruda, siempre se le antojaba una torta, pero como no había en su ciudad, se iba hasta Tlaltenango para saciar su apetito.
Un buen día se le ocurrió que él podría vender esas tortas en su ciudad, y así, hace 17 años, empezó con la vendimia dominical.
Su comida fue un éxito desde el comienzo, aunque no abandonó tan rápido su oficio de reparador de llantas.
Sin embargo, los clientes le demandaron tanta atención, que no le quedó de otra que abrir entre semana.
No sólo le compraba la gente de Atolinga, el rumor de la singular sazón había llegado hasta Tlaltenango y era común que viajaran familias completas para desayunar con él.
De pronto, las tortas le daban más dinero que las llantas, y además de trabajar de tiempo completo en esto, hace cinco años se mudó a Tlalte para atender a más gente.
El nombre del puesto tiene un origen romántico, pues son las iniciales de él, Rubén, y de su esposa Rosalina.
Trabaja de lunes a domingo, entre las 8 y las 15 horas, cada día vende unas cien tortas, a 23 pesos cada una.
La gente adora el aroma de la carne, la cual prepara en trocitos con ajo, laurel, pimienta, clavo, y, dice él, con mucho amor.
El pan lo trae desde Atolinga, y también le pone jitomate, cebolla, chiles curtidos y las acompaña con jalapeños por si el cliente desea algo más fuerte.
Gracias a la petición de algunos clientes, también vende carne marinada con su receta secreta, para sólo llegar a la casa y ponerla en el sartén.
Luego de tantos años de éxito, ha pensado en cambiar su negocio informal por un lugar establecido, en el que podría ofrecer tacos o algún otro platillo que siga convenciendo a la gente.