“¡Justicia, justicia, justicia!”, fue el clamor de la gente que retumbaba entre las imágenes y vitrales que adornan el interior del Templo de Santa María de las Nieves, mientras una caja de un blanco perfecto resguardaba a en su interior el cuerpo de Valeria, la última de las víctimas de los trágicos golpes que la violencia ha dado a Zacatecas.
Francisco R. Murguía, municipio ubicado a dos horas de la capital zacatecana, en el noreste del estado, recibe a sus visitantes con anuncios y letreros en sus calles pidiendo justicia para cuatro de sus jóvenes que hace solo una semana salieron a divertirse, hasta que fueron secuestrados y asesinados.
Primero hallaron los cadáveres de Alexia, Natalio, Irving y Luis, los tres últimos también originarios de este lugar, mientras que de Valeria no se supo nada hasta este viernes, cuando la noticia del hallazgo de su cuerpo cimbró el corazón de la sociedad zacatecana.
Ahora, en su tierra natal, familiares, amigos y habitantes de la cabecera municipal llenan el templo y su jardín principal, lugares que Valeria solía visitar desde niña y que ahora le dicen adiós, mientras globos blancos flotan entre sus árboles de la mano de quiénes acudieron a la despedida de la última joven que les fue arrebatada.
“Tú la veías y te alegraba el día. Era muy ocurrente. De verdad que era una persona tan bondadosa. Te llenaba verla. Mucho brillo. Mucha gente la quería. Tenía demasiados amigos. Era muy espectacular su personalidad. Ella siempre te ayudaba sin pensar si te conocía o no. Era muy buena”, expresó Victoria Márquez, quien vivió durante casi cuatro años con Valeria cuando estudiaban juntas en la capital.
La tristeza en Victoria es evidente cuando narra que fue apenas hace unas semanas cuando volvió a ver a Valeria nuevamente, cuando regresó a la capital con dudas sobre mantenerse en su trabajo o estudiar música, su verdadera pasión.
Tras caminar casi por 20 minutos hasta el panteón municipal, con la música de banda y el llanto de la familia y amigos dirigiendo el cortejo fúnebre, todo mundo esperaba que bajara la caja del blanco perfecto, mientras el padre de la joven en arranques de tristeza cuestionaba a los demás “¿Ustedes saben lo que es el dolor de un padre?”
Un vecino del municipio, quien había conocido a los cuatro jóvenes de Francisco R. Murguía desde niños al ser amigos de sus hijos, caminaba pensativo de regreso a su hogar, cuando solo alcanzó a decir: “Nos están matando a nuestros muchachos”.