La manifestación convocada por el Movimiento Feminista tomó las principales calles del centro de la capital para exigir el cese a la violencia en Zacatecas. La movilización sumó a otras organizaciones civiles y ciudadanos que se unieron en la exigencia de un estado más seguro.
El punto de encuentro fue la explanada frente a la Unidad Académica de Ingeniería, de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Con los puños en alto, decenas de mujeres y hombres guardaron un minuto de silencio por Irving, Luis Ángel, Natalio, Alexia y Valeria, jóvenes de Francisco R. Murguía y Río Grande desaparecidos y asesinados en la capital.
El silencio fue aplastante, entre la frustración y el miedo expresado por los habitantes de Zacatecas. El contingente partió pasadas las 11 de la mañana y se nutrió de personas a lo largo del recorrido. Eran cientos de manifestantes, la mayoría vestidos de negro.
La caminata inició con la consigna: “ni una más, ni una más, ni una asesinada más” y, aun cuando la movilización fue convocada por grupos feministas, el grito también fue: “ni uno más, ni uno más, ni un asesinado más”.
Mujeres y hombres, jóvenes, adultos y mayores, niños y adolescentes, incluso mascotas, recorrió desde el bulevar metropolitano donde se escuchaba el clamor de los asistentes: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
En carteles de protesta se leía: “es mi derecho caminar sin miedo. Es mi derecho vivir en paz en mi ciudad. Nos están matando. Mi familia quiere paz”. En muchos otros se recordaba a personas desaparecidas desde hace años.
Durante el avance del contingente, se pedía a quienes lo veían: “señor, señora, no sea indiferente, nos matan a mujeres en la cara de la gente”; en respuesta, quienes viajaban en sus autos sonaban las bocinas como muestra de apoyo.
El descontento, el miedo y la desconfianza en las autoridades quedó de manifiesto al grito de: “denuncia archivada, mujer asesinada”.
Los reclamos de los manifestantes aumentaron y se dirigieron contra el gobernador David Monreal Ávila: “David, David salió peor que el Covid. David despierta esto es una emergencia. David escucha, si no puedes renuncia”.
Automovilistas sonaban el claxon en señal de apoyo y otros ciudadanos expresaban su respaldo al paso. Las consignas de dolor y desconfianza no cesaron durante todo el trayecto hasta llegar a la Plaza de Armas, donde todas las voces se convirtieron en una sola al grito repetido de “ellos no murieron, a ellos los mataron”.
El contingente se plantó para formar un gran círculo en la plaza más importante de Zacatecas y una bandera de México fue colocada al centro, rodeada de veladoras. Se hizo un nuevo minuto de silencio en honor ya no solo de los cinco jóvenes asesinados, sino de todas aquellas víctimas de la violencia en el estado.
Con el puño en alto se hizo el pase de lista de José, Ignacio, Omar, Juana, Virgilio, Fernán, Adriana, Alexa, Óscar, Viviana, Valeria, Leticia, Irving… poco a poco los nombres de decenas de personas se perdían en la voz de los presentes que al escucharlos gritaba “justicia, justicia, justicia”, la principal demanda.
Mientras el pase de lista continuaba, manifestantes comenzaron a pegar carteles sobre los muros de Palacio de Gobierno. En las paredes quedaron los reclamos de paz, seguridad y justicia, por hallar con vida a amigos y familiares.
Frente a las puertas del palacio se cedió la voz a quienes viven una situación de injusticia y, al grito de “no están solos”, se escucharon testimonios. El primero fue un hombre que acudió en representación de los familiares de Quique, originario de Villa de Cos y quien desapareció desde diciembre junto con su hermano José Gerardo y su cuñado.
Con la voz quebrada, el manifestante puntualizó: “y hasta la fecha no se sabe nada de ellos tres, aquí estoy en representación de su mamá y su hermana que están solas y se sienten solas”. Entonces el hombre rompió en llanto y dijo: “ellas deben saber que no están solas”. El contingente respondió: “no están solas, no están solas”.
Después una mujer pidió ayuda, pues su esposo está desaparecido desde 2021: “Fernando Delgado Sánchez, de quien no hemos recibido ninguna noticia; hemos tenido apoyo de la Comisión de Víctimas, pero no hemos sabido nada”.
Ella también rompió en llanto y agregó: “ahorita son ellos ¿y mañana? Por favor, les pido unidad y que de veras el gobierno nos apoye, pueden hacer mucho porque ha habido políticos, familiares de gente muy de arriba y rápido los encuentran. ¿Por qué a los nuestros no? El mío ya va a cumplir dos años y no se imaginan qué dolor, sin tener un cuerpo ni una tumba donde llorar, es muy doloroso, por favor, entiendan y apóyenos Zacatecas”.
El grito en Plaza de Armas volvió a ser: “no están solos, no están solos”.
Una nueva voz de mujer se alzó para recordar que su hermano está desaparecido desde el 4 de junio y a la fecha no hay noticias de él. “La fiscalía, cuando vamos, sólo papeleo, papeleo y más preguntas y nunca nos dan una respuesta. Siempre que hablamos con ellos nos dicen que están en investigación y nunca se toman el tiempo de escucharnos y queremos justicia por mi hermano y por toda la gente desparecida en Zacatecas”.
También advirtió el miedo de ser mujer en Zacatecas, “porque nadie, nadie nos cuida, nosotras nos tenemos que cuidar solas, porque la policía no hace nada, el gobierno no hace nada. No nos escucha el gobierno y si no puede con el cargo, que renuncie (…). Por eso, gobernador, escucha a tu pueblo, ya basta de tanta inseguridad”.
Otra voz desesperada tomó el micrófono y exigió a David Monreal que enfrente el problema de inseguridad que vive Zacatecas.
“No estoy sola. David Monreal, sal y da la cara, no seas cobarde. Aquí está mi lista, mi vida por todos los jóvenes que han matado, porque yo sé del dolor de perder a sus hijos, a sus nietos. Yo tengo muchos hijos, tengo nietos, me da pavor que se salgan porque han matado a tanto joven bueno, sano, que empieza la vida. ¿Por qué David? ¿Por qué David? Sal, da la cara, ¿por qué eres tan cobarde?
Esta exigencia se convirtió en la consigna que el contingente repitió una y otra vez: “Sal, da la cara, ¿por qué eres tan cobarde?”.
Al final, el llanto se hizo colectivo. Entre aplausos, globos blancos subieron al cielo del centro de la capital y, como testigos del miedo, la desesperanza, la injusticia y el dolor, decenas de pancartas y rayones quedaron en los muros del Palacio de Gobierno.