“Vamos, a toda velocidad”, grita Pablo, un niño de seis años, para llegar a las instalaciones de la Feria Nacional de Zacatecas (Fenaza), donde sabe que hay juegos y regalos para celebrar el Día del Niño.
Para Pablo esta es la primera ocasión que celebra de manera activa este 30 de abril, apenas alcanza los seis años de edad y los dos anteriores estuvo en su casa sin conocer más allá de los muros, pues la pandemia por COVID-10 le negó la posibilidad de celebrar incluso en la escuela.
No tiene tiempo de platicar más, toma a su madre de las faldas y corre hasta llegar a la puerta donde recibe un globo, sus ojos brillan y, seguramente, bajo el cubrebocas una sonrisa se dibuja en su rostro.
Esta es la condición de decenas de niños que, tras dos años de encierro, ahora salen a jugar, descubrir nuevas cosas que para muchos de ellos son desconocidas.
Diego es un adolescente, la transición de pasar de nivel escolar de la primaria a la secundaria lo agarró en el encierro, así que su última celebración de niño la vivió lejos de sus compañeros de escuela y sólo con algunos juegos en familia.
Aun cuando el afirma que la pasó bien, ahora en compañía de un grupo de otros cinco adolescentes alega que esto es diferente, “porque sólo sentir el aire en la cara ya es otra cosa y salir con los amigos está muy padre”.
Entre el grupo hay risas, empujones de amigos y ya dentro de las instalaciones de la feria, aun cuando están rodeados de niños de cinco o seis años, ellos gozan al jugar serpientes y escaleras sobre un tablero gigante instalado en el suelo, lanzar el dado y recorrer las casillas es un placer.
En la plancha principal de la Fenaza, entre la plaza de las artesanías y la entrada al palenque, Remedios camina con la actitud desinteresada de un adolescente a unos pasos de su hermano no mayor de siete años que corre emocionado hacia los juegos mecánicos.
El cubrebocas tapa la mayor parte del rostro de remedios, que no le impide hacerse oír y grita: “espérate a que llegue mi mamá para correr como loco”, el niño detiene su carrera para replicar: “Ahí está mi mamá, ella me va a ver cuando esté formado” y sigue su carrera hasta un dragón que corre sobre unos railes.
Remedios vuelve el rostro en busca de su madre, quien al ver a su hija asiente con la cabeza y arranca en carrera para alcanzar a su hermano que ya hace fila para subir a la atracción mecánica.
Rebeca, madre de estos dos menores ve con satisfacción y dice: “fueron dos años de encierro que se hicieron muy largos, el que regresaran a la escuela fue una bendición para todos y ahora que pueden salir a correr y jugar es bueno hasta para nosotros como papás”.
Esto se refleja en la mirada de todos aquellos que recorren los juegos y atracciones instaladas en la Fenaza, las historias se multiplican y en cada una es un alivio, un respiro de felicidad.
En la parte del Multiforo la alegría se departe por igual, adolescentes son quienes principalmente aprovechan la oportunidad de hacer un breve recorrido en una motocicleta de los agentes de vialidad, pueden ver de cerca armas largas y vehículos blindados de la Guardia Nacional.
Aquí también hay juegos como el de cachar una pelota con grandes sábanas, niños que brincan y hacen maromas sin tener tiempo para platicar de lo divertido que resulta volver a jugar en espacios abiertos y rodeados de más gente, todos con cubrebocas y medidas sanitarias, pero sin miedo a contagiarse de COVID.
Aimé Alanís Pérez, psicóloga clínica, explicó que este regreso de los niños a las calles “refuerza el desarrollo emocional que se vio afectado durante la pandemia por el aislamiento, ahora jugar, interactuar entre pares hace una evolución que se había estancado”.
Agregó que “no es lo mismo que el niño salga y juegue con otros niños a realizar actividades en el interior de sus hogares, ahora tiene la posibilidad de aprender nuevas cosas, como establecer las reglas del juego, de la interacción y crecer en otros sentidos”.
Alanís Pérez añadió que las actividades extramuros también benefician al núcleo familiar, “entre los grandes beneficios es que el niño empieza a sonreír y jugar de manera libre, lo que relaja también el ambiente interno en el hogar”.
“Todos nos afectamos a todos y el niño desarrolla su parte social y afectiva, es un niño más feliz”.
Finalmente, puntualizó que esto también hace que los niños recuperen su espontaneidad, “entonces también aprende a defenderse y poner límites, acciones que también repercutirán en el ámbito escolar”.
“Los maestros decían que los niños cuando regresaron a las aulas sólo obedecían de manera casi mecánica, ahora ya son más espontáneos y libres en su actuar porque pueden salir a la calle, interactuar de forma libre”, reiteró.