Que no se nos olvide
La reciente muerte de quien fuera el coordinador de la Guardia Nacional en Zacatecas, el General José Silvestre Urzúa Padilla, se colocó al final de la semana pasada como una de las notas informativas nacionales de mayor circulación e impacto, debido a su alto rango y a que en nuestro estado la violencia parece seguir imparable, a pesar de la constante llegada de más y más fuerzas federales.
Este fin de semana tampoco fue la excepción, además, de los días anteriores al registrar nuevamente muchos otros asesinatos de hombres y mujeres, en ataques de los que poco o nada vemos o sabemos sobre resultados, sobre detenciones de quienes los perpetran, y sí en cambio seguimos viendo más familias afectadas por esta ola de violencia que no cesa.
Ha habido expresiones de rechazo, nuevamente, a la actual estrategia -o falta de ella- en materia de seguridad pública aplicada tanto en Zacatecas como en el país en general, y diversos sectores de la sociedad se siguen pronunciando en exigencia de un golpe de timón que, a decir verdad, pocos atinan a esbozar siquiera hacia dónde darlo, o cómo hacer ese giro. Expresiones que se quedan, la mayoría de las veces, en gritos apagados por la indiferencia oficial.
Aunado a ello, seguimos escuchando y viendo noticias acerca de cada vez más jóvenes y adolescentes que incurren en conductas antisociales en sus propias escuelas, en sus casas, en las calles, y siguen creciendo las preguntas acerca de cómo es que en nuestras familias se está dando también ese incremento en el grado de violencia con que se tratan nuestros muchachos entre ellos, sin que tampoco desde el interior de las familias parezca haber medidas efectivas para contenerlos.
¿Acaso nuestra sociedad ya se vio totalmente secuestrada por una forma de pensamiento violento que les empuja -sobre todo a los más jóvenes- a comportarse de esa manera? ¿Se perdió ya cualquier sentido de respeto a la vida, a la persona humana, y ahora sólo la violencia es la forma de solucionar cualquier conflicto? ¿Qué está pasando con la educación en valores, con la formación en el respeto a la ley y al estado de derecho? ¿Cuál es el papel que juegan tanto las familias como las escuelas en la formación de los próximos ciudadanos de nuestro país?
Y así como estos cuestionamientos, podemos también preguntarnos cómo es que las instituciones de impartición y procuración de justicia están actuando para demostrar que sus acciones están siendo efectivas (o no), y por qué sigue la falta de efectividad para someter a los violentos bajo todo el peso de la ley.
Tras las acciones en las que perdió la vida el General Urzúa Padilla, en las que fueron detenidos presuntos policías municipales de Pinos, podemos también preguntarnos algo que ya desde antes muchos tenían como sospecha: cómo es posible que haya elementos policiacos coludidos en complicidad con los cárteles delincuenciales, y cuántos de quienes presuntamente nos cuidan están involucrados en actividades ilegales… ¿qué nos queda? ¿Quién nos cuida entonces, si las propias instituciones están secuestradas por los delincuentes? ¿Hasta dónde llega ese cáncer, en las estructuras del gobierno?
Son demasiadas dudas las que ahora se acrecientan, y sobre las que pocas respuestas nos satisfacen como sociedad. Por eso mismo, ahora muchos ciudadanos se sienten en la plena orfandad, en el desamparo total, pues ya no se sabe a quién o a dónde voltear para buscar protección y seguridad en todos los aspectos, pues la vulnerabilidad parece ser ahora el punto más común entre todos, y todos estamos expuestos a convertirnos en víctimas, directas o indirectas, de esta apatía en la acción de quienes ostentan el poder.
Estamos ahora ya entrando en otra etapa de la vida pública del país, y no tardará mucho en que el discurso público se vaya centrando en lo político-electoral, en las carreras por las sucesiones, en las vidas, obras y milagros de candidatos y candidatas que caerán en el ojo del huracán, y serán sometidos también al escrutinio público, tanto con datos ciertos como con un montón de especulaciones, chismes y escándalos desprovistos de verdad, pero cargados de revanchismo y de venganzas políticas.
Ojalá que ese circo que ya se avecina no obnubile nuestra mente, ni provoque que se nos olvide seguir exigiendo justicia por las miles ya de víctimas de la violencia; que no se nos olviden las decenas de niños, niñas y adolescentes inocentes, muertos colaterales; que no se nos olviden las decenas de policías asesinados impunemente; que no se nos olvide que nosotros, los ciudadanos, debemos tener la última palabra sobre el rumbo que debe tomar nuestro país y nuestro estado. Que no se nos olvide.