Torpe golpe
“Sólo hay algo peor que un político profesional: un político no profesional”.
Héctor Aguilar Camín
El presidente Pedro Castillo del Perú trató de llevar a cabo un golpe de Estado en Perú para evitar ser destituido por el Congreso, pero ni esto supo hacer bien.
Castillo ordenó la disolución del Congreso, así como la imposición de un estado de excepción y de un toque de queda, pero sin un acuerdo previo con las fuerzas armadas. Ni el ejército ni la policía lo apoyaron; tampoco muchos miembros de su gabinete, la mitad de los cuales renunciaron en protesta. El Tribunal Constitucional declaró que sus medidas eran un golpe de Estado. Su propio partido, Perú Libre, lo criticó, al igual que Dina Boluarte, su vicepresidenta. “Rechazo -dijo– la decisión de Pedro Castillo de perpetrar el quiebre del orden constitucional con el cierre del Congreso. Se trata de un golpe de Estado que agrava la crisis política e institucional que la sociedad peruana tendrá que superar con apego a la ley”.
La torpe intentona golpista no solo no fructificó, sino que aseguró su caída. Castillo había derrotado ya dos juicios de destitución por “incapacidad moral”, pero después del intento de golpe fue destituido por el Congreso en una votación abrumadora: 101 a favor, seis en contra y 10 abstenciones. Perdió también la libertad, ya que fue detenido por rebelión.
El presidente mexicano, López Obrador, ha afirmado que a Castillo no lo dejaron gobernar y que fue sometido a presiones en un “ambiente de hostilidad y confrontación” que lo llevó “a tomar las decisiones que le[s] han servido a sus adversarios para consumar su destitución”. La verdad es que Castillo fue un pésimo gobernante. Cuando asumió el poder el 28 de julio de 2021, nombró a un gabinete sin experiencia ni capacidad. En el breve tiempo que ejerció la presidencia, tuvo cinco gabinetes diferentes y más de 80 ministros. Sus políticas públicas fueron erráticas e ineficientes.
Perú tuvo altas tasas de crecimiento en la primera década del siglo XXI, pero experimentó después una desaceleración. El desplome económico por la pandemia en 2020 fue enorme, 11 por ciento. La economía rebotó en 2021 con fuerza, 13.3 por ciento, pero para 2022 se espera una expansión de apenas 2.5 a 2.7 por ciento. Perú fue afectado por los altos precios de los combustibles y por la inflación, pero Castillo tomó decisiones, como repartir subsidios generalizados y no focalizados, que resultaron costosos e ineficaces. Los cambios constantes de ministros restaron, además, capacidad de gestión a las instituciones gubernamentales. La aprobación del presidente Castillo en diciembre de 2022 era de apenas 24 por ciento, según Datum, aunque la del Congreso era todavía peor, 11 por ciento.
El sistema político de Perú genera inestabilidad. Con Dina Boluarte el país suma ya seis presidentes desde 2018. Los mandatarios electos en las urnas se ven obligados a renunciar o son destituidos por el Congreso bajo la vaga figura decimonónica de “incapacidad moral”.
La Fiscalía de Perú inició seis investigaciones por corrupción contra Castillo antes de su destitución. Presentó pruebas al Congreso en octubre para pedir la destitución. Por eso se preparaba ya el tercer intento de juicio político.
Castillo fue un presidente inepto y quizá corrupto. Esto hizo que se desplomara su popularidad. Su ineptitud queda de manifiesto no solo en los cambios constantes de ministros, sino en el torpe intento por realizar un golpe de Estado que al final le costó la presidencia y la libertad.
Brazos abiertos
“Aquí lo esperamos con los brazos abiertos”, dijo ayer la nueva presidenta del Perú, Dina Boluarte, a López Obrador. AMLO canceló la cumbre de la Alianza del Pacífico en México porque Pedro Castillo no recibió permiso para viajar, pero dijo que iría a Perú a entregar personalmente la presidencia de la organización. No parece, sin embargo, que quiera hacerlo con la nueva mandataria.
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