Internet y lo efímero
Hace algunos meses, un amigo me decía que en ocasiones siente que esta vida con una extensión de nuestra existencia real en el mundo virtual, nos ha transformado en personas que sólo transitan sin disfrutar, sin detenerse a contemplar, por ejemplo, la belleza de la naturaleza e incluso de las personas a quienes tienen cerca, ya que se les descuida por dedicar más tiempo a permanecer en las redes sociales, navegando por la web visualizando imágenes, videos o contenidos de personajes irreales.
La inmediatez caracteriza a esta sociedad de la información. Lo que vemos en un momento determinado, sólo tiene validez en ese instante, después se diluye, pierde significado e interés.
Me decía que igual sucede en las relaciones amorosas, “enamoramientos rápidos” basados en las fotos de perfil o en las de Instagram, en los comportamientos moldeados para encajar, para lograr la aceptación, relaciones virtuales que no se sostienen en el tiempo, inestables, intermitentes y después inexistentes con un solo mensaje, a veces utilizando el texto predictivo o de plano, sólo desapareciendo sin dejar rastro alguno (Sí, acertaste, ghosting) ¡Qué cosas!
Relaciones humanas en las cuales cada uno aparece cuando así lo decide, sin establecer un vínculo real, sólido, la expectativa de que “lo mejor está por venir” impide el disfrute del momento presente y también el compromiso emocional con el otro. ¿Será por eso que en nuestra sociedad uno de los principales padecimientos es la ansiedad? Ya saben, hay quienes afirman que la ansiedad es exceso de futuro.
Personas que abren un abanico de opciones para ir de una en otra sin fin, adoptando la personalidad que resulte más conveniente, diciendo lo que el otro quiere leer o escuchar en un mensaje de voz. Cuando por fin llegan a conocerse en la vida real, no funciona, son personas distintas a aquellos perfiles. Sin hablar de los grandes riesgos que eso implica.
¿Cómo es posible que una relación termine seleccionando la opción de bloquear o eliminar? ¿Cuánto tiempo toma hacer eso? Segundos, minutos acaso. ¿Así se cotizan hoy las emociones, los sentimientos de las personas, es ese el valor que se les confiere?
Reflexionábamos acerca de cómo impacta el hecho de que hoy todo está a nuestro alcance tan sólo pulsando algunas teclas, la pantalla touch, o enviando un comando de voz a un asistente virtual, intentando trasladar esa condición de fluidez a las situaciones de la vida real que no se resuelven con un clic, ni con un enter ni con un bloqueo. ¿Será esa la razón por la cual muchas personas experimentan frustración al no lograr resolver los problemas importantes de su vida con la inmediatez con que lo hacen en la web?
Tal vez por eso también somos una sociedad cansada, que vive estresada, presionada por los nuevos cánones de todo tipo: de belleza, de estatus social, de viajes, de pertenencias y tantas otras cosas, que dicho sea de paso, cuando se llegan a poseer, el interés por ellas se pierde, generando más insatisfacción, deseando cosas y sensaciones cada vez más sofisticadas por llamarles de alguna manera.
Esta inmediatez, fue conceptualizada de una forma brillante por el extinto sociólogo Zygmunt Bauman, en lo que denominó la Sociedad Líquida. Sostiene que “el mundo actual se caracteriza por su estado fluido y volátil. Una sociedad en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios, ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles.”
A propósito de ello, otro fenómeno que se acentúa cada vez más, es la pérdida de la capacidad para establecer comunicación de manera personal. El fin de semana me sorprendí al ver una pareja de novios jóvenes sentados durante horas en una mesa, absortos, uno configuraba el nuevo celular que había adquirido, mientras que ella, estaba enfocada en su smartpohone. Durante todo ese tiempo el intercambio de palabras fue mínimo, acaso una o dos, jamás establecieron contacto visual, cada uno mirando su teléfono inteligente, sin percatarse además, del resto de las personas que les rodeaban y que las luces se iban apagando.
En nuestra era, siempre estamos preparados para el cambio, sin establecer raíces.