NOCHISTLÁN DE MEJÍA. En honor a El Güerito San Sebastián Mártir, el barrio del mismo nombre está de fiesta del 14 al 22 de enero, con la celebración de la llamada fiesta de los Papaquis, en la que, mañanas y noches se encienden fogatas de troncos de madera para calentarse del clima frío en días de romería.
Cazos enormes de menudo, que se ofrece a diario en el desayuno y como reliquia, son cocinados de madrugada en las viviendas de las familias que previamente solicitaron preparar el platillo.
Por la tarde, la celebración continúa en una especie de feria, en la que las familias salen a la puerta de su casa para regalar colaciones, naranjas, cacahuates y pinole, que es una de las delicias culinarias de este municipio.
Las noches culminan con la donación de un sabroso tejuino que también deleita el paladar de los visitantes a esta festividad que hacen suya no sólo los vecinos del barrio de San Sebastián, sino toda la ciudad, que también se organiza para la quema de pólvora y cohetes.
Fotos: Óscar Romero.
Los Papaquis
De acuerdo con la historia, la tradición se remonta varios siglos atrás, surgida en los tiempos de los primeros pobladores indígenas, que celebraban así la llegada del año nuevo; se trataba de realizar una fogata monumental, para lo que acarreaban desde la sierra de Nochistlán el pino más alto.
La fogata se les ofrecía a sus deidades y se quemaba durante toda la noche; de ahí que actualmente la gente encienda diversas fogatas que alumbran y calientan el camino hacia el templo de San Sebastián.
Los pobladores de antaño celebraban toda la noche con bailes y bebían tejuino.
Al amanecer, los pobladores se untaban las cenizas de aquella fogata, principalmente entre las mujeres, y el restante lo esparcían en los campos para agradecer por un buen año y, a la vez, solicitar a sus dioses fertilidad para las mujeres y los campos de cultivo.
En la fiesta de Los Papaquis deben hacer dos filas: una de hombres y otra de mujeres; mientras que los colaboradores reparten el papaqui al son de la música, que no debe faltar.
También se tiene la costumbre de romperse cascarones rellenos de harina y confeti como ofrenda de amor, paz y gratitud.
Los organizadores de cada año regalan también colaciones, cacahuates y naranjas, que simbolizan los tiempos de guerra y conquista, cuando los indígenas se defendieron al arrojar piedras.
En las noches, brindan con tejuino para agradecer la armonía que hubo durante la celebración.