La frontera Juárez-El Paso
La frontera entre dos países no siempre es un lugar vigilado y regulado por las autoridades, y aún menos por sus cuerpos policiacos. Sólo entre países limítrofes en conflicto, la frontera se ha convertido en una región militarizada. En cambio, desde que en 1994 se puso en el centro la discusión de vigilar bajo distintos programas la frontera de Estados Unidos con México se han sucedido en cadena un sin fin de acontecimientos que indican un cambio brusco en las relaciones de ambos países.
La frontera en primer lugar es cada vez más el sitio donde encuentran la muerte un creciente número de indocumentados que tratan de llegar a Estados Unidos. En segundo, es también un espacio de poder en donde se viene construyendo una relación asimétrica con México desde las altas esferas del Estado norteamericano, y, tercero, desde la sociedad civil, la frontera es asimismo un espacio de negociación, cuyos actores dan forma y contenido a las relaciones entre los dos países.
Pero, la frontera de México con Estados Unidos es muy extensa, abarca más de 3,000 kilómetros. Su extensión hace posible una diversidad de relaciones que toman forma sobre la base de la existencia de varias poblaciones “hermanas”, cuyas autoridades locales de ambos lados se ven compelidos a tomar decisiones que los gobiernos centrales no siempre están en condiciones de evaluar. Así, la Región “Paso del Norte” es una frontera altamente permeable donde la vida entera se expresa a través de los encuentros sistemáticos de sus habitantes, cuya perspectiva civil incluye no sólo su reconocimiento sino también su preservación. Pero ¿cómo se gestó esto? El concepto “Paso del Norte” es un artificio histórico cuya imagen es la de estar de paso y transitar hacia el Norte. Actualmente, El Paso sigue siendo una región de transición para ir a Estados Unidos, pero también lo es en el sentido de haber logrado crear un escenario particular. Aquí la imagen que se tiene de la frontera es muy distinta a otras percepciones creadas por las relaciones de proximidad de dos poblaciones hermanas donde cualquier definición de política local repercute del otro lado. En efecto, Ciudad Juárez, Chihuahua y El Paso, Texas son dos ciudades geográficamente unidas en la frontera más dinámica en cuanto a la circulación de bienes manufacturados. De un lado encontramos la Base Militar Fort Bliss, que es el Centro de Entrenamiento de Artillería más grande del Mundo, la Patrulla Fronteriza, los Minus Man, y del otro las grandes maquiladoras de tercer nivel, los indocumentados, el Grupo Beta, etc. y como parte de este complejo engranaje están los commuters y los estudiantes chihuahuenses que cruzan la frontera para ir a estudiar a la Universidad de Texas en El Paso (UTEP). Estas ciudades cooperan asimismo en una misma problemática ambiental sobre el agua, su distribución y uso a tal grado que sus autoridades emprenden soluciones ingeniosas y de colaboración.
La dinámica y complementariedad de estos procesos es tan intensa que Ciudad Juárez y El Paso se miran asimismo como parte de un mismo todo. Y es que sus habitantes definen la zona fronteriza como un espacio imposible de administrar y determinar por las políticas federales diseñadas desde Washington o el Distrito Federal. Aquí la sociedad civil reconoce que estas ciudades son grandes albergues de inmigrantes. Ellos llegan a trabajar, en un lado, en las maquiladoras y en el otro, en los servicios; pero la mayoría va de paso. Para sus habitantes, la puesta en marcha del TLCAM en 1994 no hizo más que reconocer la intensa relación que ya existía y que de alguna manera ya presentaba una dinámica propia semejante a lo que sucede con la formación de las regiones en su sentido social, económico y político.
Entonces, más que hablar de una frontera común de México con Estados Unidos, en este caso existe la percepción de que esta es una frontera singular que reclama ser distinguida por sus peculiaridades. Lo evidente es que dista de aquella donde se fomenta el odio y la intolerancia, no existe colaboración entre las autoridades y donde las poblaciones tácitamente se reconocen integrando dos naciones que tienen poco en común. En ese sentido, Ciudad Juárez y El Paso rompen la regla: son ciudades que han creado una fuerte interdependencia económica, lo mismo se habla perfecto inglés que español. La Universidad de Texas El Paso (UTEP) es una expresión de ello, donde la población hispana juega un rol relevante; por ejemplo, de los 20 mil estudiantes, el 20% son mexicanos que cruzan diariamente la frontera para asistir a clases. Igual que este caso, existen multitud de parejas cuyos miembros son nacionales de ambos países. Así, cruzar el puente es semejante a la metáfora de García Canclini, de cruzar las fronteras cotidianamente, de hacerlas permeables y de pasar de un idioma a otro, sin ser estigmatizado.
En las circunstancias actuales, y desde la sociedad civil, la frontera es una imagen en disputa, cuya principal tensión lo provoca el endurecimiento nacional del lado estadounidense de las políticas xenófobas, cuyo procesamiento estatal es resultado del pensamiento político hipercatectizado por el nacionalismo que percibe la frontera sólo como un espacio de poder e intolerancia. En la lógica inversa, los actores sociales, aunque mantienen un debate permanente, en general reconocen que la Border Patrol es parte de un engranaje de poder asimétrico y, sin embargo, alcanzan a percibir que quienes cruzan como indocumentados no son terroristas ni criminales, ni deben ser tratados como tales. Además, así como miramos a los cuerpos policíacos vigilando la Frontera, también encontramos a las ONG´s humanitarias, quienes tienen claro que esta es una coyuntura importante de la lucha social en Estados Unidos para promover una reforma migratoria integral, cuya imagen de la frontera como espacio en disputa dejará de serlo si se emprenden acciones de colaboración sobre los asuntos más espinosos, donde la sociedad civil ahora se pregunta ¿hasta qué punto es posible mantener un flujo ordenado de trabajadores contratados si se emprenden relaciones de colaboración? ¿Por qué no reconocer que Estados Unidos se ha vuelto dependiente de la mano de obra de inmigrantes y se toman medidas legales para que estos trabajadores y sus familias sean reconocidos con derechos, así sea parciales, pero que hagan posible que salgan de la clandestinidad? ¿Estados Unidos garantiza la seguridad nacional presuponiendo que entre los indocumentados que cruzan del lado mexicano puede haber terroristas?