Quién sabe qué sea una familia. El atrevido de Marx aseguraba que era el ente encargado de reproducir la fuerza de trabajo necesaria para que los aprovechados capitalistas siguieran aprovechando, algo así como una especie de fábrica generadora de pequeños y potenciales asalariaditos que pudieran garantizar nuevas generaciones y generaciones de fuerza de trabajo, aplicable a la inagotable producción de mercancías intercambiables por morlacos, que eventualmente también los explotados podrían gastar en búsqueda de su autoconservación y sustento. Dicha propuesta quizás no suene tan descabellada como impropia para explicarle a los hijos cuando preguntan por qué los trajeron al mundo, algo que tal vez se le olvidó a Marx considerar en sus filosas propuestas.
Desde otros menos atrevidos y alemanes puntos de vista, la familia podría considerarse como un núcleo social, ese lugar y micro mecanismo en el que se reproduce lo que se aprende afuera y desde el que, al mismo tiempo, se aprende lo que se puede también afuera reproducir o, como decía otro igualmente atrevido, pero más austriaco sujeto, el elemento central de la personalidad y de la salud mental, que es algo así como a quién poder echarle la culpa de lo bien o de lo mal que le ande yendo al afectado en cuestión, porque ya es popularmente sabido, que la génesis de la inadaptabilidad y la locura siempre tiene relación con algún familiar, sobre todo con aquellos que no pueden responder por qué los trajeron al mundo sin recurrir a alguna piadosa mentira, es decir, todos.
Desde su santísimo lado, los cristianos aseguran que la familia es nomás cuando se junta un hombre con una mujer a hacer cristianitos, ya lo que suceda antes o a partir de ahí poco importa, mientras se porten bien y reporten el diezmo, algo así como una fábrica de creyentes que pueda garantizar la continuación de la empresa de seguir creyendo, en eso que ellos sí pueden responder cuando se les pregunta por qué vinieron al mundo, aunque tengan que andar luego recurriendo a explicaciones, que poco importa si son mentiras o no, siempre y cuando haya suficiente fe familiarmente inculcada para poder así, creérselas y quedar conformes con piadosas respuestas en vez de no tener absolutamente nada.
Como los que inventaron las leyes son más cristianos que marxistas o freudianos, están más o menos de acuerdo con eso de que la familia es el núcleo de la sociedad, siempre y cuando sea cuidada, vigilada y regulada por las instituciones y leyes, algo así como una fuente desde la que surjan los que aceptan los premios y/o castigos que otorga el Estado, según se porten bien o mal los regulados, algo parecido a lo cristiano, pero con cárceles en vez de infiernos y derechos humanos en vez de cielo, con una propia versión de pecados llamados delitos y que regularmente tiene que ir adaptándose a las necesidades sociales de los que sí pagan impuestos, por lo que se vuelve necesario eliminar, jurídicamente, eso de que nomás hombres con mujeres puedan andar criando ciudadanitos preguntones.
En la cultura popular, además de ser a donde la coca-cola dirige sus campañas publicitarias, la familia resulta algo así como una composición múltiple de cercanía y apoyo, un círculo de confidencia y respaldo en el que, al menos en contextos inmediatos, las madres llegan a convertirse en pilares importantes del funcionamiento social, no porque los padres no puedan, sino porque regularmente un macho tiene, cosas qué hacer que andar explicando por qué se viene al mundo, o llevar a cabo esas fundamentales cosas para que no se les caigo lo macho, y por las que, en determinado momento, podría culpar a las madres de andar malcriando a preguntones machitos, claro que esto no sucede en todos lugares ni siempre, nomás de vez en cuando y eventualmente.
De tal manera que, ya sea por motivos económicos, psicológicos, jurídicos o populares, tal vez no esté de más celebrar a la familia porque, afortunadamente, es innecesario conocer, entender o compartir las pesadas y atrevidas respuestas de los que se han tomado la molestia de explicarla y, sobre todo, porque luego es más fácil de entender que algo resulta familiar cuando no causa tanto asombro, extrañeza o peligro; lo familiar es lo que resulta cotidiano, frecuente y/o conocido, lo de menos es que sirva a intereses productivos, psicológicos, jurídicos o populares porque, de otro modo, quién sabe lo que sea una familia.