El Barrio Nuevo de Zacatecas
En la colaboración anterior hicimos una breve reseña de dos pueblos de indios más, el del Dulce Nombre de Jesús, simple y llanamente conocido todavía como El Niño y el barrio de San José, ambos ocupados hoy por una masa de viviendas en lo que en un punto de la época colonial fueron las periferias de la ciudad. Hoy me ocuparé de otra zona situada al sur del antiguo casco y que correspondía a la zona más limítrofe y meridional que integraba la vía hacía Tierra Adentro, aquella añeja ruta que iba desde Ciudad de México hasta Santa Fe, conocido también como el camino de la plata.
Muy cerca del barrio de El Niño y más cerca aún del paraje conocido como Casas Coloradas (hoy calle Ventura Salazar) y plazuela de Villarreal (actualmente Independencia) se encontró un barrio que fue poblándose poco a poco ante las actividades cotidianas y el constante tránsito de personas: el Barrio Nuevo. El multicitado Mapa de la Intendencia de Zacatecas, de Bernardo de Portugal, hace mención a esta zona gracias a la representación de una pequeña casita al sur del plano, al que identifica con el número 36 y el nombre de Garita de Barrio Nuevo.
En la época colonial, el ingreso a las ciudades estaba controlado por garitas que funcionaban como puestos de control para el acceso de mercancías que pudieran afectar el monopolio que el imperio español tenía sobre ciertos productos como el tabaco, el vino, los naipes y el papel. Más aún, estos puestos servían para cobrar el respectivo impuesto a todos los géneros que entraban a la ciudad. Según investigaciones en torno a este elemento arquitectónico y administrativo, las garitas se presentaban como pequeñas casas con un zaguán amplio donde se revisaba la mercancía, así como una oficina para el oficial encargado de estas tareas, tal y como lo representara el oficial de la Real Aduana en su plano. De alguna manera celaba la entrada y salida de todos los viajeros y demás personajes que transitaban por esta vía, que como ya apuntamos, se dirigía a otros espacios, ahora ocupados por la mancha urbana, que iban desde huertas a haciendas hasta la salida a Jerez o Villanueva.
De los orígenes del Barrio Nuevo se sabe poco, salvo que era un territorio notablemente accidentado que se fue poblando con el azaroso y paulatino crecimiento de la población. Joseph Rivera Bernárdez hace mención a él en su clásica Descripción breve de la Muy Noble y Leal Ciudad de Zacatecas cuando menciona las parroquias de la ciudad y sus concomitantes templos. Rivera nos señala que se estaba “entendiendo en la nueva fábrica de una nueva parroquia en el Barrio Nuevo, con el título de San Felipe Neri, de mandato del ilustrísimo señor don doctor Nicolás Carlos Gómez de Cervantes; para que la muchísima gente, que en él se ha avecindado, consiga con más prontitud su espiritual pasto”, lo que nos deja ver que la intención de construir esta parroquia data de entre 1727, año en que el obispo toma la mitra de Guadalajara y la publicación del libro de Bernárdez, en 1732, año para el que según el conde, esta zona ya se encontraba densamente poblada. De esta parroquia no hay mayor información, salvo la que se apunta líneas arriba, deduciendo que años después el proyecto se vino abajo.
A través de las ordenanzas urbanas de 1795, cuando la Corona española buscó a toda costa un mecanismo de control fiscal de todas sus poblaciones ultramarinas, se dividió a la ciudad en cuarteles y, para tal efecto, se llevó a cabo un censo detallado en el que se dan cuenta de todas las calles, callejones y parajes que componían el Zacatecas colonial. En este documento se hace mención al barrio, ubicándolo en el cuarto cuartel junto a Casas Coloradas, el barrio de El Niño, los callejones de Quijano y la Hacienda de Arias. Esta zona dejó de ser periférica en el momento en que los trabajadores de las minas y haciendas cercanas a él, fueron llenando los espacios que en un punto fueron mero monte. Todo el siglo XIX y XX integraría estos espacios a la mancha urbana convirtiéndolos en uno de los tantos accesos al Centro Histórico, donde incluso se vería la marcha cansada de un tranvía y el cotidiano transitar de los zacatecanos.
El siglo XIX atendería el crecimiento de este lugar que después llegaría a colindar con el barrio de La Estación, otra parte de la ciudad vinculada al progreso técnico del México decimonónico que llegó a establecer otro barrio de gran tradición con historias e identidades propias, del cual hablaré en la próxima colaboración.